ASÍ SE ENTIENDE EL LIDERAZGO
F. Javier Blasco, Coronel en la Reserva
13 de agosto de 2016
En la madrugada del 13 de agosto me convertí en un espectador más de los millones de personas que presenciaron en directo la final del partido de dobles de tenis masculino de los actuales JJOO en Río de Janeiro. Lo hice por tres motivos, porque soy un acérrimo seguidor de Rafael Nadal, me gusta el tenis y porque estaba en juego una muy preciada medalla de oro en dicha especialidad.
Los motivos eran más que suficientes para acomodarme en mi sillón del salón de la casa en una no muy calurosa noche de verano y disponerme a pasar una agradable aunque tensa velada nocturna presenciando el esfuerzo de uno de nuestros mejores deportistas de todos los tiempos y con el deseo de que todo fuera fácil para los españoles que jugaban y pronto irme a la cama.
Me confundí en mis previsiones, Nadal había tenido que esforzarse mucho unas pocas horas antes en su partido de individuales para el paso de serie contra un correoso jugador brasileño, que además de ser la mejor raqueta nacional, contaba con el apoyo y el calor de más del noventa por ciento de la grada. Una afición muy volcada con sus deportistas y con un elevado espíritu nacional a pesar de los malos tragos que la sociedad brasileña atraviesa en los aspectos políticos y económicos.
También vi el partido previo y al acabar con victoria para Nadal, empecé a poner en duda su capacidad de resistencia para afrontar a las pocas horas otro tan trascendente como se avecinaba. Sabía que sus oponentes, dos expertos rumanos, eran conscientes de la de pelos en la gatera que nuestro tenista había dejado en dicho encuentro, por lo que todo hacía suponer que podría ser una presa, relativamente, más fácil de lo que suele ser en situaciones de igualdad de concentración, descanso y preparación previa; aunque su estado anímico podría estar en alza tras la correosa victoria de la tarde.
Bien es cierto que en los partidos de dobles, se juega en equipo y que toda responsabilidad y esfuerzo se suele compartir en un elevado porcentaje. El compañero de Nadal, Marc López, estaba fresco, mucho más descansado y totalmente mentalizado a lo que debía enfrentarse, un partido de dobles donde las reglas de juego y sus procedimientos son bastante diferentes a las de otro de individuales por la agilidad del juego, la amplitud del campo y la dependencia en tu par para repartirse los espacios, estrategias y las jugadas definitivas. Eso era positivo y cabía esperar de su apoyo a Nadal para que pronto se acomodara a estos importantes cambios en las normas de juego e incluso, que tomara una mayor responsabilidad en función del cansancio previo con el que su partner llegaba al terreno de juego.
El partido empezó bien, sin no mucha dificultad para la pareja española y los rumanos presentaban una gran dificultad para enlazar las jugadas, aplicar sus estudiadas estrategias y defenderse de la agresividad en el juego de los contrarios. Todo apuntaba a que era pan comido y por la brevedad y resultados del primer set, intuí que pronto me iría a la cama con la satisfacción de verlos colgarse la buscada y preciada medalla de oro y que haber trasnochado un poco no suponía un gran esfuerzo por mi parte.
Nadal, a pesar del desgaste de la tarde y de que todos éramos conscientes de que había llegado a estos juegos tras una lesión de muñeca y con un parón competitivo de más de dos meses, no parecía dejar notar dichas huellas en sus movimientos, ideas y esfuerzos de gran maestro del tenis, aunque no gozaba de la total brillantez de épocas anteriores. Una victoria fácil en el primer set les llevó a los banquillos totalmente convencidos de que así sería en el segundo y por tanto, definitivo set.
La temperatura ambiental comenzó a bajar, aunque la grada era mayoritariamente española con algunos pocos gritos de ánimo para los rumanos hasta que estos decidieron no dar la noche por perdida y vender muy cara su piel antes de ser cazados.
Así ocurrió, salieron a la pista con aparente igual predisposición pero todos notamos que los rumanos estaban dispuestos a lo peor; tardamos y tardaron los jugadores algo en darnos cuenta de que estábamos frente a un nuevo y totalmente diferente escenario. Los rumanos comenzaros a hilvanar sus buenas jugadas, se soltaron las ataduras y presentaron su mejor juego; tanto que llevaron de cráneo a nuestros jugadores y con relativa facilidad les destrozaron su juego y redujeron su estado anímico. Ganaron el segundo set y todo estaba por decidirse aunque con cierta desventaja para los nuestros porque los resultados de los rumanos les habían henchido su estima y las ganas de llevarse la victoria, por el contrario, los nuestros daban muestras de haber sentido el golpe que sin llegar a ser un rejón de muerte, si era de suficiente calado para comenzaran a desangrase. Y además, la grada empezaba a cambiar de color.
Comenzó un épico tercer set en el que se vio de todo, cada uno de los jugadores mostró su mejor y peor cara, los nervios aparecieron, las fuerzas flojearon en algunos momentos y el desaliento hizo presa de pánico en más de un jugador. Los errores se multiplicaban y el acierto definitivo en las jugadas con ventaja no llegaba o tardada demasiado en hacerlo. Tras un larguísimo set, al final, los españoles se alzaron con la victoria; una victoria muy merecida y muy trabajada; tanto que se puedo ver reflejado en sus caras y ciertas lágrimas que acudieron a los ojos de unos nada noveles jugadores de tenis curtidos en cientos de torneos durante muchos años. Ellos y solo ellos, sabían lo que les había costado llegar a recibir el preciado metal.
Tras este prolongado relato de un partido para enmarcar quiero hacer resaltar varias cosas: La enorme preparación y nivel de todos los jugadores, la categoría del campeonato, el espíritu de los seguidores en directo y sobre todo, las cualidades de liderazgo de Nadal.
Llevo años dedicado al estudio y la enseñanza de estos factores, el Liderazgo y las Cualidades del Líder. Anoche, paso a paso volví a recordar e identificar todas ellas en una persona que era la más destacada de entre los cuatro jugadores en liza. Pude fácilmente identificar a una persona que, a pesar del poco tiempo entre partidos, se aplicó a estudiar e identificar las capacidades y cualidades de su adversario. Trató de prepararse físicamente para afrontar un enorme esfuerzo incluso yendo por dos veces al baño entre sets a fin de descargar toda presión física en su cuerpo y sabiendo hidratarse y alimentarse en los momentos precisos. Definió una estrategia. Analizó las lecciones aprendidas de la aplicación de lo anterior para variarla en función de los malos o no tan buenos resultados obtenidos. Aceptó rápidamente la derrota intermedia y se preparó para superarla. Consultó todas sus decisiones con su compañero. Asumió la mayoría de las sugerencias y propuestas de este. Mostro con humildad el papel de protagonista en los momentos precisos y se ofreció a su adversario como víctima propiciatoria engañándole en este sentido. Elevó su propia moral y sobre todo, la de su compañero. Empleó magistralmente la empatía con el equipo y el público (parte importante de su equipo) para llevarlos a su terreno y obtener el más que necesario apoyo. Dio todo lo que pudo de sí mismo, exigiéndose mucho más que al resto del equipo. Mantuvo un constante estudio del adversario para adaptarse a los cambios y debilidades que este presentaba. Identificó estas últimas para cargar sobre ellas demostrando su gran capacidad de análisis. No se dejó presionar más de lo necesario en ningún momento o situación adversa. Ensalzó los éxitos parciales obtenidos. Dirigió constantemente y con acierto el equipo sin delegar las grandes responsabilidades. No reprochó las erróneas decisiones de su par. Corrigió algunas de ellas sin cólera. Aceptó y apoyó diversas iniciativas ajenas. Ofreció en todo momento su experiencia y un gran espíritu de superación. Recibió la victoria como algo compartido; de todo el equipo y no como algo personal, a pesar de ser quien es y de que él había puesto mucho más acierto e impulso que ninguno de los tres sin importarle su reciente esfuerzo personal. Se mostró con humildad a la hora de recibir los honores; incluso lloró.
No hay duda, Rafa Nadal no solo es un brillante jugador de tenis y con unas increíbles cualidades físicas; es un auténtico LÍDER y ayer noche lo demostró con suma perfección.