LAS LECCIONES APRENDIDAS
F. Javier Blasco, Coronel en la Reserva
22 de septiembre de 2016
Todo estratega, que se precie de ello, sabe que antes, durante y después de cada conflicto o situación de crisis se deben confeccionar las llamadas Lecciones Aprendidas (LAs). Estas se recopilan, estudian y analizan permanentemente, pero sobre todo al final, para identificar los orígenes de dicha situación, los actores que han podido intervenir directa o indirectamente en ella, las medidas adoptadas, las reacciones del adversario, los condicionantes que influyeron en las decisiones tomadas y la verdadera eficiencia del resultado final.
Este análisis y sus respectivas conclusiones deben servir de base para entender si nuestra decisión fue la adecuada en tiempo, modo Y forma eficiente y de guía para enfrentarnos a nuevas situaciones aunque, incluso, el problema y los actores fueran diferentes.
El pasado día 16, se celebró en Bratislava una Cumbre de la UE en la que, al menos, se presentaron las conclusiones de LAs durante el manejo de las diversas crisis pasadas en el seno de la Unión en los últimos tiempos, que básicamente son: la económica individual de los Estados y la colectiva; los motivos y repercusiones del Brexit; el manejo de la situación, identificación, admisión y distribución de los refugiados; las distintas y reales amenazas externas destacando de entre ellas el terrorismo yihadista y la pérdida de valores, de unión e identidad tanto individual como colectivamente en el seno de la Unión.
Me alegra observar que, como mínimo, se han sabido reconocer e identificar los problemas que nos acucian en los últimos tiempos y el que no hayamos sido capaces de afrontar ninguno de ellos con la suficiente resolución. Que además, todos ellos, en mayor o menor medida, han propiciado el surgimiento de nuevos populismos o el refuerzo de los ya existentes en las extremas tanto a derechas como a izquierdas y, que todo ello pone en peligro la continuidad de lo que tanto tiempo y esfuerzo nos costó alcanzar.
Los problemas están identificados igual que las exigencias de profundos cambios y todo esto se puede resumir en las palabras de la Canciller alemana, A. Merkel “Estamos en una situación crítica”. Ahora solo falta que las acciones a presentarse en marzo, según parece, sean verdaderamente eficientes y que haya unanimidad en su aceptación. Cosa esta última, que no parece muy probable a la vista de los intereses encontrados y ya puestos sobre la mesa por los países bálticos en lo referente a las amenazas rusas y la necesidad de reforzar sus fronteras contra ellos, por los mediterráneos en lo referente a la urgencia en encontrar medidas que corten o disminuyan adecuadamente el flujo de refugiados y por los del Grupo Visegrado 4 (R. Checa, Polonia, Hungría y Eslovaquia) en cuanto a su resistencia para el paso de los refugiados por sus territorios y a la aceptación forzosa de cupos de acogida.
Italia, por su parte, mostró su descontento porque, quizás ya cansada de tanta falsa promesa, estima que lo visto y oído en toda la Cumbre no era más que humo y vanas palabras. España hizo lo que pudo o poniéndose de perfil al no contar su gobierno con plenos poderes por lo que resulta harto difícil comprometerse en nada que suponga un esfuerzo o inversión adicional.; una gran ocasión perdida.
Francia y Alemania ven que los populismos se les comen por los pies y que cada vez les resulta más complicado la obtención de resultados similares a los actuales en los próximos respectivos comicios generales que se avecinan. A pesar de ello, tratan de seguir llevando el timón y en un plano de malabarismo diplomático tratan de albergar todas las inquietudes de sus compañeros de viaje y encauzar la recuperación económica; pero saben que su liderazgo no atraviesa sus mejores momentos y no tienen la certeza de que sus propuestas reciban los necesarios apoyos internos y externos.
Es la primera Cumbre en la que no se contó con la participación del Reino Unido y quizá por ello, se aprovechó para relanzar la vieja intención de contar con fuerzas y Cuarteles Generales de planeamiento propios e independientes de la OTAN. Idea esta que siempre contó con la simpatía franco-germana y la plena reticencia de los británicos.
Estas fuerzas y sus Estados Mayores deben ser capaces de aglutinar esfuerzos comunes que sirvan para superar los problemas que arriben a nuestras fronteras y que, en caso de ser necesario, se unan a otras externas a la Unión para operar donde sean necesarias para evitar que los problemas allí creados puedan trasladarse, en su día, hasta nosotros.
Ideas muy ambiciosas y de dudoso cumplimiento si tenemos en cuenta el estado actual de las fuerzas de defensa de cada uno de los miembros y los sangrientos y sucesivos recortes en los presupuestos de defensa de cada uno de los integrantes.
No sé si esta opción será aparte de una buena idea, un objetivo a lograr en tiempo oportuno y suficiente; ya he expresado mis dudas sobre ello. Pero desde luego, es una iniciativa más que necesaria si queremos empezar a entender que seguir dependiendo de los demás quienes, por cierto, son ajenos a nuestro problema, nunca logrará los efectos perseguidos.
La ONU y la OTAN muestran sus arrugas y achaques debidos al tiempo pasado desde su creación, la obsolencia de sus estructuras, sistemas de votación y de alguna de sus razones de ser. La incapacidad para reaccionar en tiempo efectivo y la preponderancia del papel de algunos de sus principales integrantes hace que sus decisiones sean complicadas, largas y muchas veces inalcanzables o tremendamente tibias, sobre todo, en los últimos tiempos.
Los problemas que tenemos derivados de la seguridad son muchos y graves, no podemos seguir dependiendo de los demás, pero, de convencernos de su absoluta necesidad y si decidimos continuar en el empeño de lograrlo, hagámoslo como procede y no creemos solo un Cuartel General más al que tratemos de adaptar la mismas fuerzas que ya tenemos comprometidas en multitud de organismos y misiones en el extranjero. Si lo hacemos así, no servirá de nada.
Hitler perdió la segunda guerra mundial porque en su fase decisiva, además de sucesivos y graves errores estratégicos, seguía contando para su maniobra con la existencia de unidades consideradas como completas aunque, en realidad, estas estuvieran muy disminuidas o desaparecidas o porque, simplemente, las movía sobre el mapa de operaciones sin darse cuenta de que ya estaban empeñadas y enganchadas en otros frentes y combates.
Entiendo que además de la voluntad individual y colectiva para hacer frente a tanto problema y a las exigencias para su solución hará falta un importante esfuerzo económico para lograrlo y las ya conocidas amenazas de las políticas proclamadas por los populismos no favorecerán ni estas ideas ni su financiación, que la no bien cerrada crisis económica puede llevarnos de nuevo a situaciones difíciles y que las aún no bien sopesadas consecuencias del Brexit tampoco nos favorecerán.
Los problemas identificados y sus soluciones son reales, están ahí y no desaparecerán por si solos. No se pueden seguir tratando de paliarlos con medidas y parches provisionales. Hasta ahora, no hemos arreglado ninguno y todos, absolutamente todos, precisan de una eficiente solución. Los grandes imperios en su día cayeron por darle la espalda a la realidad y por no querer o poder afrontar las amenazas que se cernían sobre ellos. Por ese grave error, no solo cayeron como tales, sino que fueron borrados del mapa y perdieron todos sus privilegios a manos de aquellos que envidiaban su situación y por eso, les subyugaron.
En cualquier caso, las LAs son necesarias y buenas siempre que las sepamos aplicar, tengamos la voluntad para llevarlas a cabo, contemos los medios de todo tipo suficientes para ello y no caigamos en los mismos errores ya cometidos en el pasado reciente y lejano. En nuestras manos queda, o cambiamos casi todo o fenecemos. Ya veremos.