Los taxis de Barranquilla, ese gran problema

22 de agosto de 2014

Si hay un gremio que agrede diaria e injustamente al barranquillero, es el de los taxis. Y digo taxis porque sería injusto echarles la culpa solo a los taxistas, evidentemente ellos son parte del problema, una especie de víctima y victimario a la vez. El caso es que los barranquilleros parecemos estar a merced de los taxis, sin que nadie haga absolutamente nada.

Aunque como todo en la vida hay excepciones, el comportamiento al volante de la mayoría de los taxistas es una verdadera afrenta al civismo y a la dignidad ciudadana. Cuando en incontables ocasiones, en medio de una negociación, les he hecho ver lo exagerado del cobro de una carrera, muchos me han expresado, sin el menor pudor, que ellos piden para ver si el usuario les da lo que cobraron. ¿No es esto el summum de la desvergüenza?

En Barranquilla, por ley, la carrera mínima es de $4.300 para un trayecto de 3,5 km, pero para los taxistas es de $6.000 y hasta $7.000, es decir, sin más ni más cobran un 26% más. La carrera tiene que ser de una o dos cuadras para que, por su propia iniciativa, cobren $5.000, pero $4.300, como mandan la ley y los estudios, jamás. Eso, técnicamente, constituye estafa. Los taxistas parecen ignorar que cualquiera que tenga un computador con Internet puede determinar satelitalmente, es decir, con la mayor precisión, la distancia entre un punto y otro. Por ejemplo, un trayecto que recorro frecuentemente tiene 4,2 km. Si hacemos una regla de tres simple, los taxistas deben cobrar $5.500, pero siempre cobran $7.000, es decir, $1.500 más, o sea, el 33% más, una aterradora exageración. Y a veces piden $8.000...

Pero el problema de los taxis es mil veces más complejo y está repleto de espinas. Los taxistas no solo no respetan las normas de tránsito, estacionan donde les da la gana, forman estaciones piratas o sea, ilegales, otro gran problema de ocupación del espacio público, hacen "colectivos" otra forma ilegal de transporte colectivo por la que cobran hasta más que un bus, se dan el lujo de escoger si hacen o no carreras incluso a sectores del norte "bien" de Barranquilla, y estafan descarada, sistemática y diariamente a los usuarios, sino que son todo un peligro mortal sobre cuatro ruedas: a su temeraria e inveterada forma de manejar le han puesto la tapa del coco de la inconsciencia: mientras manejan, hablan por celular ocupando una mano con el aparatico. Y unos hasta envían mensajes de texto (obviamente escribiendo, sí, con los dedos). Si tenemos en cuenta que la mayoría de taxis de Barranquilla tienen cambios mecánicos, ¿cómo hacen para accionarlos si una mano se halla ocupada con el celular? Y ni hablar cuando escriben, esto es todavía peor. Es una falta de respeto y una irresponsabilidad supina, pues el taxista es el único responsable de las vidas que transporta. Algo realmente inexplicable, ya que pueden usar el altavoz o manos libres. En pocas palabras, los taxistas hacen lo que les da la gana y nadie los controla.

Ojalá la anunciada implementación del taxímetro (por cierto, es la enésima) sea la solución a la estafa. Cuando me enteré, hace unos veinte días, no me hice muchas ilusiones, pues sé que en Bogotá alteran los taxímetros para cobrar más; sin embargo, la tecnología ha evolucionado y parece que estos taxímetros funcionan con GPS y, por lo menos en el papel, son difíciles de alterar. Pero me imagino que los que sabemos, que nunca han de faltar, encontrarán la forma de cobrar más violando el sistema, por sofisticado que sea.

Ante la irresponsabilidad de que los taxistas manejan mientras ocupan las manos hablando por celular o escribiendo mensajes de texto, propongo que, así como los taxistas, toditos, se han puesto siempre de acuerdo para cobrar más de lo que estipula la ley, los ciudadanos de bien nos pongamos de acuerdo y hagamos lo siguiente: 1) Le protestemos al irresponsable y le exijamos que deje de hablar o escribir. 2) En caso de que haga caso omiso, nos bajemos del taxi e informemos a la empresa. 3) Informemos también a la radio, la prensa y a las autoridades.

Ya me tocó llevar a cabo los dos primeros puntos, por primera vez, el domingo 17 de agosto, en vista de que el taxista del 3222222, ante mi reclamo, me la puso bien difícil: tenía que seguir hablando pues la esposa lo llamaba “porque el niño estaba enfermo”. Definitivamente, Barranquilla es una ciudad inviable en la que la mediocridad es la campeona indiscutible.

PD: Cuánto disfruto cuando veo a los taxistas desesperados, atemorizados, protestando (¡qué desfachatez!) y rasgándose las vestiduras por Uber... ¡Que llegue Uber a Barranquilla!