Apuntes mirmidónicos XV

12 de agosto de 2013

Y el policía ahí

Como vaticiné hace ya un tiempo (véase “Siete adefesios de Barranquilla”, Adenda 1), con la remodelación de la plaza de la Paz no desapareció uno de los monumentos al mal gusto barranquillero: la tal escultura “El policía amigo”. La trasladaron, eso sí, a un sitio más discreto: la acera sur de la plaza, al lado del CAI.

Desagradable escultura "El policía amigo" en su nueva ubicación.

Rodizio

No debería escribirlo, ni siquiera comentarlo, pues como dice Diomedes Díaz en una de sus mejores composiciones, “Señor abogado”, “si lo hago tengo que nombrarlo, y si lo nombro le doy importancia…”, pero me resulta absolutamente imperioso referirme a este aparatoso restaurante:

El 7 de agosto (otra fechita distorsionada) pasé una desagradable experiencia por cuenta del restaurante Rodizio (calle 82 con carrera 53). Reconozco, con algo de pudor, que es la primera vez que me marcho de un restaurante sin ordenar. Un enredado sistema de comida y mala atención del mesero, quien demostraba impaciencia incomprensible ante las preguntas de un cliente que de entrada le había hecho saber que era primera vez que pisaba el restaurante (a un cliente nuevo es a quien con más amabilidad se debe atender, pienso), y quien, seguramente por indicaciones de los dueños, se dedicó a tratar de imponerle lo que debía ordenar al comensal. Algunos restaurantes no entienden que quien paga no quiere trabas, ni reglas, ni leyes sobre lo que debe comer y lo que puede hacer con la comida por la que está pagando una suma nada despreciable. Que los tales quince cortes de carne solo pueden ser consumidos por una sola persona (fui con mi esposa y nuestras hijas) y que no puede uno llevarse lo que no quiera (¿pueda?) comer pero por lo que ha pagado (concepto universal del negocio de los restaurantes que no existe allí) rebosaron la copa de mi paciencia y sentido común y me obligaron a pararme de la mesa para no volver nunca jamás y no recomendar ese restaurante a nadie. Y, al parecer de un amigo, menos mal que me fui, pues según él, el mesero lleva los cortes a una velocidad que una persona normal no puede consumir, y si se le pide que vuelva después, ese corte se perdió. Vaya que se las trae la estrategieta de los dueños... Un compañero de trabajo me dice que ese es el concepto rodizio, el cual tiene su target (clientela, mercado objetivo)... Pues me importa un manguito biche el tal concepto rodizio, que no es más que carne asada. Que estafen a los incautos, digo, a su target, a mí no.

 

La sempiterna agonía del IEA

En realidad no hay nada de extraño en que mi querido Instituto Experimental del Atlántico se acabe, a la larga todo tiene su final, hasta los colegios; desde el siglo XIX muchos han cerrado en Barranquilla por los motivos más variopintos. Tampoco hay por qué afligirse, por el contrario, es preciso regocijarse, pues en medio de tantas penurias económicas fue, durante cuarenta y tantos años ininterrumpidos y sin rival a la vista, el mejor de Barranquilla, el más exigente, el de los ocho idiomas, la única institución que impartió educación absolutamente gratuita y diversificada, la inspiración más conspicua de sus fundadores. Triste sería que cerrara produciendo bachilleres de pobre rendimiento académico, pero no: se va sin haber dejado un solo año de sacar a los mejores. Su desaparición será, para siempre, el perfecto ejemplo de lo que, como sociedad, no debemos dejar que pase. Su breve pero fructífera existencia es lección de vida que muchos olvidarán rápidamente, y el recuerdo de su larga agonía y muerte, estigma que nos marcará por siempre. Flores en la tumba del IEA, y que repiquen con furia las campanas de Barranquilla anunciando su entrada triunfal en la mitología y la leyenda barranquilleras.

El nuevo POT

Por estos días se habla mucho del nuevo Plan de Ordenamiento Territorial, pero no he escuchado que se hayan ocupado de un monstruo de mil cabezas que se está reproduciendo con aterradora celeridad: la proliferación de las sectas evangélicas en cualquier punto de Barranquilla, incluso en el estrato seis, donde presuntamente viven las personas con más preparación y educación. Uno de los grandes problemas que generan estas peligrosas sectas, quizá el menor, es el estrépito que, sin ninguna consideración y mucho menos pudor, generan sus fanáticas e insulsas canciones, incluso a altas horas de la noche y de la madrugada durante sus demoníacas vigilias. Y ni hablar de los sermones de los pastorcillos mentirosos, que cuando los dan más bien parecen poseídos por el demonio que tan presente tienen. Y todo lo anterior no es por un ratico, duran horas.

Urge

Apuntes mirmidónicos XIV - XVI