La mafia llamada FIFA

7 de julio de 2014

Indiscutiblemente Pékerman planteó mal el partido contra Brasil por los cuartos de final del Mundial Brasil 2014. Nadie puede explicar futbolísticamente por qué un técnico de tanta sapiencia y experiencia sale con alineación distinta de la que viene ganando, casi que a experimentar, en una instancia definitiva, ante nadie menos que Brasil, que de contera es el anfitrión, juega con el apoyo de su público y arrastra la carga de paliar la indignación de su pueblo a causa del derroche del gobierno para cumplir con las exigencias de la FIFA. Cuesta decirlo, pero solo es explicable por aquello de que las fuerzas oscuras del fútbol les imponen los jugadores que deben jugar los partidos a los técnicos. Y aunque también siempre se ha escuchado que juegan quienes le pagan al técnico por ello, no creo que sea este el caso.

Pues bien, durante el primer tiempo, el medio campo de Colombia parecía una inmensa extensión del campo brasileño que el equipo carioca usaba para avanzar a placer sin ninguna resistencia hasta el borde del área colombiana, donde lo esperaba el 90% del equipo en pie de defensa. ¿Por qué sacó a Aguilar? ¿Por qué Ibarbo, jugador que no había hecho nada significativo en los partidos que había disputado, que no es estrella ni goleador en su equipo, y no Jackson que sí lo es en el Porto y que (¡siquiera!) le metió dos golazos a Japón? O al menos Bacca, que es estrella y goleador en España... Así es imposible ganar un partido, tengo la boca rajada de decirlo: el catenaccio está mandado a recoger. Solo Gabriel Meluk, de El Tiempo, tuvo la calma para decirlo en medio de la efervescencia de la eliminación (lea Cinco razones de la derrota de Colombia frente a Brasil).

Pero si en medio de la caótica situación descrita en el primer párrafo, y ya con gol tempranero en contra, la perspectiva pintaba harto complicada para Colombia, añadirle a ese aterrador panorama un árbitro intimidado (¿amenazado?) y vendido es configurar una derrota segura. El árbitro español estaba literalmente muerto de miedo, asustado, temeroso de pitar una falta a favor de Colombia o de sacarle una tarjeta amarilla a un brasileño; mucho menos se le podía pasar por la cabeza expulsar al portero cuando le dio la patada homicida a Bacca. Y el partido se le salió de las manos: tuvo que permitir el juego fuerte de los colombianos, y vean cómo terminó todo, con la peligrosa fractura de la columna vertebral de Neymar. Sencillamente, qué horror.

Pero todo esto tiene un solo culpable: la FIFA, ese enorme monstruo que nadie controla, cuya burocracia y poder sin límites hace ver al Vaticano como junta de acción comunal de barrio pobre de Barranquilla. La misma entidad que fue cómplice del escándalo de Perú en Argentina 1978 (influencias de la dictadura incluidas); la de los presidentes perpetuos; la de los manejos nauseabundos para adjudicarle un Mundial a Catar en la más grande conspiración de la historia del fútbol; la que organizó un Mundial en Estados Unidos, país absolutamente ajeno al fútbol y que no le prestó ni cinco de atención (fue el Mundial menos parecido a un Mundial); la de las exigencias extravagantes y absurdas que hicieron que Belisario los mandara a la quinta porra; la que organizó el Mundial africano en el país menos futbolero de África porque sí tenía la capacidad económica para hacerlo; la que se niega a utilizar la tecnología para dirimir situaciones críticas del juego; la que todavía no implementa el saque de banda con el pie para darle mayor riesgo a estos cobros; la que no elimina la absurda barrera en los tiros libres; la que concibe el fuera de lugar cuando un jugador, en el vértigo del juego, se adelanta medio cuerpo, como si tuviera un sensor electrónico que le indicara que está adelantado cinco centímetros; la del injusto sistema de eliminación a partir de la segunda ronda de los Mundiales; la que cada vez amplía más el número de participantes en los Mundiales, perjudicando la calidad de los partidos con equipos como Bosnia, Japón, Irán, Corea, Haití, Estados Unidos (¡y Platini proponiendo que sean 40 equipos, santo cielo, tendremos que ver hasta a Islas Vírgenes!); la que insiste en mantener los extenuantes tiempos suplementarios de 30 minutos, con el tremendo desgaste físico y psicológico que sufren los jugadores; y la que no ha encontrado forma objetiva y razonable de definir los partidos que no sea la injusta y tensa tanda de lanzamientos desde el punto penal, etcétera. Sencillamente es aterrador lo que la FIFA puede hacer por un fajo de billetes, hasta adjudicar un Mundial a un país absolutamente ajeno al fútbol y sin infraestructura como Catar…

Que el fútbol no evoluciona, que es aburrido, que los Mundiales están diseñados para los mismos con las mismas (Brasil y Argentina por América, Italia, Alemania y Francia por Europa, con intromisiones esporádicas de Holanda, España e Inglaterra), que es un deporte inherentemente injusto (quizá el más: un equipo puede atacar todo el partido pero pierde por un contragolpe del rival en el último minuto), que depende demasiado de las decisiones arbitrales, casi siempre equivocadas, es harto sabido, se ha criticado desde hace décadas, pero la FIFA nunca hace nada, solo pone pañitos de agua tibia como el cuarto juez, el nuevo sistema de detección de goles, que no ha servido para nada, o que los árbitros se comuniquen por radio y que porten una manilla que vibra cuando se produce un gol.

Si la FIFA no se compone en el corto plazo, ojalá no esté lejos el día en que varias federaciones nacionales se desafilien de ella y formen una asociación aparte que organice sus propios torneos. Siempre habrá patrocinadores, de eso no me cabe la menor duda. Ese será el principio del fin de esa mafia llamada FIFA, o al menos les servirá para evolucionar.

Nota al texto

Antes del juego definitivo, Brasil les puso psicólogo a sus jugadores. Durante el partido, se vio a los brasileños matándose por su camiseta, encarando, corriendo, adelantando, pateando, agrediendo y superando a unos colombianos sin actitud, temerosos, se diría que sorprendidos por una actitud que era fácilmente esperable de los brasileños.

Así como aprendimos de aquellas goleadas que sufrimos hasta los años 1980, así como aprendimos de aquellos partidos perdidos en el último minuto, como el de América contra Peñarol en la final de la Copa Libertadores de 1987, así como aprendimos de la debacle de Estados Unidos ’94 y de la no asistencia a los Mundiales durante dieciséis años, asimismo debemos aprender de esta amarga experiencia y no olvidarla nunca; todavía toda la base del equipo está joven (tienen tiempo de madurar, reflexionar, hacer ajustes) a excepción de ese gran futbolista que es Mario Alberto Yepes, sin duda el mejor defensa que ha dado Colombia en toda su historia.

¿Debe seguir Pékerman? Sí, pero creo que su decisión será no seguir, y que el técnico será o Pinto o Rueda o Suárez, quienes clasificaron selecciones de mucha menos calidad que la colombiana (en una confederación de mucha menos calidad que la suramericana, hay que decir las cosas).

PD: En Estados Unidos existen las ligas independientes de béisbol, y a la NBA le salió una competencia en 1967, la ABA, con la cual se tuvo que fusionar en 1976. Del boxeo ni hablemos. ¿Qué tal una AMF (Asociación Mundial de Fútbol) o WSA, por sus siglas en inglés?