Apuntes mirmidónicos LI

2 de enero de 2018

Aprovechando la soledad de las calles del primer día del año visité las obras de canalización de dos arroyos y de cuatro escenarios de los Juegos Centroamericanos. De estos últimos, me preocupa el avance del estadio de baloncesto, del Palacio de Combates y, especialmente, del Complejo Acuático, que está literalmente en nada, apenas se han terminado las demoliciones. Por cierto, no tenía conocimiento de que las instalaciones de la piscina olímpica habían sido demolidas en su totalidad; es una verdadera lástima y causa curiosidad que no hubieran aprovechado las piscinas existentes, que eran de grandísima calidad (réplica de las piscinas olímpicas de Berlín) y fueron remodeladas hace escasos cuatro años.

Pero la nota verdaderamente decepcionante corrió por cuenta de la estética arquitectónica. Bien sabido es que el objetivo primero de la arquitectura es resolver un problema de espacio, asunto del que no hubo que ocuparse en este caso, pues los lotes en cuestión son amplios y las demoliciones de los distintos escenarios fueron casi totales (solo quedaron en pie algunas estructuras de los estadios de baloncesto y Municipal). De hecho, el problema espacial fue resuelto por los arquitectos hace siglos, resta, entonces, el aspecto estético, en el que la arquitectura realmente adquiere el estatus de arte. Y justamente en este aspecto resultaron estrepitosamente reprobados arquitectos y constructores. ¿Dónde se ha visto bloque abujardado en una fachada mínimamente estética? Aterrador ha quedado el nuevo estadio de béisbol con ese material en la fachada y con el burdo techo de zinc azul que parece de corraleja de pueblo. El nuevo estadio, si bien de proporciones mucho mayores que las del anterior, da la impresión de un batiburrillo de volúmenes sin orden ni concierto que más que parque de pelota parece el hijo bastardo de fuerte español con pajarera. Es un engendro oscuro, pesado, deprimente, todo lo opuesto al Tomás Arrieta, que gracias a su sencillez y a su luminosidad generaba entusiasmo en el espectador.

Estadio Tomás Arrieta en 2009.

Por años se manejó esta proyección que encuentro mucho mejor de lo que finalmente se hizo:

Las tribunas del estadio Municipal, diseño de ese arquitecto fracasado y envenenador, el tal Giancarlo Mazzanti, son el disparate más antiestético de este mundo. Irregulares, agresivas, dan la impresión de que estuvieran a punto de desplomarse sobre plena calle 72. Por algo la Sociedad de Arquitectos advirtió que dichas estructuras no cumplían con el retiro normativo de la calzada, algo que supuestamente fue desmentido metro en mano por un funcionario de la Alcaldía. Puede que las medidas cumplan con la exigencia, pero visualmente es una total agresión tener esos estrados casi sobre la 72. Me pregunto también si con esas salientes tan protuberantes será posible la anunciada y necesaria ampliación de dicha avenida. ¿Estaremos ante otra "tribuna de la vergüenza"? Qué horror. 

Panorama peor proyecta lo que ya se vislumbra del tal Palacio de Combates, por cierto, nombrecito irritante que nada transmite o que transmite algo equivocado (¿combates de qué?), pues además de artes marciales se practicarán otros tipos de deportes allí, sabemos de voleibol y pesas. Lo más curioso es que en los diseños computarizados se lee "Coliseo Humberto Perea":

Y digo peor aún porque agrede que los arquitectos, casi sesenta años después de construido el coliseo cubierto, aquel cuyo audaz diseño seguía teniendo vigencia como propuesta arquitectónica y cuya construcción aún hoy sería un logro técnico, hayan optado por el pobre concepto de los coliseos de colegios de clase alta como el Sagrado Corazón o el de la Universidad del Norte (que también se pifió allí): las mismas cuatro paredes rematadas por un triste techo a dos aguas, el diseño más primitivo y obvio que ha concebido el ser humano. Qué oda a la innovación arquitectónica en tiempos de osadas curvas, acero y vidrio. En esta proyección se aprecian las cuatro paredes y el techo a dos aguas que constaté en persona:

Mejor lucía un diseño inicial del "Coliseum":

De contera, todos estos escenarios utilizan vigas y columnas de hierro a la vista, modita antiestética en grado sumo que puede observarse en el aeropuerto El Dorado, ese incomparable campeón de la ruina arquitectónica. Me inquietan las estructuras metálicas del ¿techo? del estadio de baloncesto y del ¿Palacio-Coliseo de Combates? (en este no alcanzo a imaginarme qué función cumplen... ¿decorativa quizá?), que como no sean de acero inoxidable, en poco tiempo se corroerán y desmoronarán con consecuencias nefastas. En resumidas cuentas, vuelve a perder Barranquilla la oportunidad de contar con escenarios no solo funcionales, sino sobre todo estéticos; parece nuestro sino trágico.

En materia de canalización de arroyos el avance es más precario, aunque hay que reconocer que ya han sido superados los trechos críticos de los arroyos de la carrera 65 y de la calle Felicidad (48). En relación con este último me asalta la duda de si permanecerán los puentes mal diseñados de los callejones del Líbano (45) y Olaya Herrera (46), o si serán sabiamente demolidos como se hizo con aquella afrenta pública del callejón de la Aduana (50). Deberán eliminarse si se sigue la lógica que con el puente de Aduana: fue demolido cuando se iniciaron los trabajos en ese punto, pues habría obstaculizado los trabajos y la enorme maquinaria empleada. Además, el alcalde dijo en ese momento que el puente ya no era necesario pues estaba para salvar el arroyo, ergo, a falta de este, no se requiere aquel. 

Alarma la basura acumulada en las rejillas de desagüe de ciertas canalizaciones como la de la María, donde incluso observé árboles y otras matas creciendo dentro del canal. Urge el mantenimiento de estos canales tan necesarios.

Preocupante un grafiti en las paredes del Colegio Distrital Esther de Peláez -ubicado en el callejón de La María (54) con la calle del Limón (49)- que denuncia que el mejor alcalde de Colombia pretende desaparecer la educación. Un aviso informa que el colegio será demolido y que el uso de lo que allí se construirá será “institucional”. Ignoro el porqué de la demolición, pero me pregunto si tiene que ver con la anunciada construcción del Museo del Carnaval, proyectado adyacente a la Casa del Carnaval y apenas separado del colegio por la calle Cisneros (49B). Este nuevo museo, por cierto, ha quedado en tan solo palabras a un año de haber sido anunciado.

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