El Centro de Eventos y Exposiciones del Caribe

y el desarrollo de La Loma

5 de abril de 2011

Varias de las ciudades más importantes de América Latina cuentan no con uno, sino con varios centros de convenciones, ferias, eventos o exposiciones; para mencionar unas cuantas, y sin ir demasiado lejos de nuestra esfera geográfica, tenemos los casos de Cartagena, Medellín, Guayaquil, Barquisimeto o Maracaibo. Huelga decir que un centro de convenciones es necesariamente un reflejo del desarrollo y de la proyección de una urbe, o, si se quiere, una ciudad debería proyectarse como sede de eventos por medio de un centro de convenciones únicamente si cumple con las características urbanas de progreso y desarrollo que realmente le permitan insertarse en el mapa nacional e internacional de las grandes empresas e inversionistas. El centro de convenciones de Barranquilla, sin embargo, no refleja para nada el grado de desarrollo o de bienestar que se esperaría de una urbe que pretende embarcarse en un proyecto de semejante magnitud, todo lo contrario: ¿imaginan cuando ya puesto en funcionamiento, lleguen de otras latitudes los participantes en un prestigioso evento, y se encuentren con el deprimente espectáculo de la “autopista” al aeropuerto, amalgamado con el pandemonio circundante no menos patético de Soledad, Malambo, los barrios del sur o los aledaños a la Circunvalación, como acertadamente lo critica Cecilia López en su columna de El Heraldo “Barranquilla: una caja de sorpresas”? Para no mencionar lo que encontrarán a medida que se aproximen al recinto: congestión vehicular, calles repletas de huecos, invasión del espacio público, bicitaxis, seguramente un atraco a mano armada si pasan por la 30, y cualquier cantidad de monstruosidades urbanísticas, sociales y humanas que mejor no menciono. Ese centro de convenciones únicamente desnudará para propios y foráneos la grave problemática urbanística de Barranquilla, así como su profunda desigualdad socioeconómica, de manifiesto precisamente en la contradicción entre la opulencia, reflejada en el centro de convenciones, y el miserable y caótico entorno... quizá por dicha razón quede justificada su construcción.

El centro de convenciones para Barranquilla no se pierda de vista que es empresa de economía mixta no tendrá sentido si no tiene repercusión positiva tanto para la población bajo su influencia como para el ambiente físico que lo circundará y, por el contrario, termina convirtiéndose en la aislada mina de oro de pocos, como de ordinario ha sucedido en esta ciudad. No quiero decir que el Centro no generará empleo y ganancias a personas que no estarán directamente vinculadas a él (gente distinta de los inversionistas y los dueños), sino que, dada la preocupante situación de atraso y rezago de Barranquilla, una obra de esta envergadura debería ser oportunidad para lograr más que simplemente generar unos cuantos puestos de empleo o pingües ganancias a los socios.

Con respecto a la candente controversia en curso sobre su ubicación (en la isla de la Loma o en el predio de Peldar), tengo que señalar que desde que supe del proyecto estuve en desacuerdo con el sitio inicialmente dispuesto, la isla de La Loma, por una razón que salta a la vista: La Loma es una de las pocas reservas ecológicas de Barranquilla; construir allí una mole de concreto y varillas, por muy estética que sea, más las vías que permitirán el acceso a gentes de todos los pelambres, significará sacrificar tan necesario y enorme pulmón. Lo único que justificaría la urbanización de La Loma, en mi criterio, sería un proyecto netamente ecológico, por ejemplo, el mismo centro de convenciones pero de esas características, misión que se me ocurre supremamente compleja, pues en Barranquilla no existe ni conciencia, ni cultura, ni vocación ambientales o ecológicas. Pero sobre todo creo que La Loma es el escenario natural e ideal para dos viejos proyectos mucho más adecuados que un centro de convenciones, ideas que hace años se han propuesto para ese estratégico sector: trasladar allí el zoológico y el nunca cristalizado jardín botánico, espacios igualmente necesarios que actualmente se encuentran en sitios poco apropiados. La urbanización de La Loma implica un gran desafío urbanístico, pues hágase lo que se haga allí, habrán de recuperarse las vastas, deprimidas y peligrosas zonas que la rodean (los barrios Barlovento y Villanueva, el "centro comercial" Sanandresito, el sector de Barranquillita y el mercado público), generando seguramente una problemática social.

De los dos sitios propuestos para el centro de convenciones, el menos conveniente es La Loma, lo que dejaría como única (o "menos peor") opción al lote de Peldar, lo cual constituiría un no menos formidable reto urbanístico y social, pues no tendría sentido poner al servicio el moderno centro de convenciones dejándole un entorno tan deprimido como Siape, amén de la contaminación ambiental generada por las industrias del sector. Visiono una explanada que nacería en la Vía 40, de la cual, en medio de adecuada arborización y de cara al río, surgiría el centro de convenciones, que sería el ancla de otros proyectos urbanísticos como malecones, hoteles, restaurantes, bares, centros comerciales y de negocios e incluso soluciones habitacionales, convirtiéndose en el nuevo polo de desarrollo de Barranquilla. Sin embargo, estoy seguro de que ninguno de los sitios propuestos es opción realmente viable para el centro de convenciones; a mi parecer, el complejo debería quedar en el terreno ocupado por el actual barrio Barlovento, de cara al caño y al río.

La Loma debe seguir siendo reserva ecológica con uso urbano racional, armonioso y respetuoso del medio ambiente, como sería si se llevan a cabo allí las reubicaciones del zoológico y del jardín botánico (que nunca ha existido). En cuanto a su entorno, ya la mayoría de las condiciones están dadas, como su proximidad al Parque Cultural del Caribe, el complejo cultural de la antigua Aduana, el sistema Transmetro y el restaurado paseo de Bolívar; en relación con su acceso, la recientemente anunciada reanudación de los trabajos de construcción de la avenida del Río potencia aún más y garantiza su incorporación a la vida de la ciudad. Resta lo más difícil: la reubicación del barrio Barlovento y de Sanandresito. Las oportunidades abundan, tan solo falta un poco de imaginación y de creatividad que tengan como norte el sentido común y el bienestar general, como diría cualquier discípulo de Perogrullo.