Colombia en el Clásico Mundial de Béisbol 2017

23 de marzo de 2017

Aunque el excesivo control de MLB aún no permite que las principales figuras del deporte participen en el Clásico Mundial como sí ocurre en la Copa Mundial del fútbol, la actuación colombiana en la cuarta versión de este certamen constituyó un hito en la historia del béisbol criollo. Pese a que la selección Colombia quedó eliminada en primera fase y que de tres juegos se perdieron dos, hay que considerar la forma en que jugaron estos muchachos en el grupo de la muerte: de tú a tú, sin ninguna clase de complejos ante superpotencias como Estados Unidos, Canadá y República Dominicana. El balance fue: derrota cerrada 2-3 en extrainning ante el a la postre campeón, Estados Unidos (que  actuaba de local), ante el cual se empezó ganando 2-0; victoria fácil 4-1 ante Canadá, otra potencia beisbolística que tiene cualquier cantidad de jugadores en el béisbol organizado y un equipo en MLB (hasta hace algunos años tuvo dos); y derrota inmerecida 3-10, también en extrainning, ante el campeón defensor, República Dominicana, al que el equipo colombiano estuvo a punto de vencer (bases colombianas llenas en la parte baja del noveno, home club Colombia, estando el juego 3-3) de no haber sido por los umpires. (Anotación al respecto: falta peso en la escena deportiva internacional). Con la victoria sobre Canadá, dicho sea de paso, se clasificó directamente al Clásico 2021, así que el béisbol colombiano tiene cuatro años para fortalecer el grupo de jugadores y mejorar esta primera y brillante participación.

La presentación de Colombia estuvo a la altura de las circunstancias, con biotipo, aptitud, actitud y la acertada dirección de lo más granado de sus entrenadores: Luis Urueta, Néder Horta, Walter Miranda, Jolbert Cabrera y la presencia inspiradora de Édgar Rentería como manager general.

En el equipo nadie desentonó, si bien el bullpen es quizá su única debilidad: los hermanos Solano, Teherán, Quintana, Triana, Urshela, Frieri, Reinaldo (casi da un jonrón de piernas), Alfaro (qué jonrón le propinó a Dominicana), Crismatt, Tayron… todos demostraron por qué están, han estado o estarán en Grandes Ligas (de los mencionados, Crismatt y Reinaldo no han sido subidos). Y la gratísima sorpresa del center field sanandresano Tito Polo. A no dudarlo, todos estos jugadores estarán animando a la afición colombiana desde sus equipos en el béisbol organizado ojalá en Grandes Ligas en años por venir.

Hay que decirlo, este equipo asombró, especialmente a muchos extranjeros a quienes no les cabe en la cabeza que en Colombia se practique ¡siquiera! el béisbol, que no dudaron en calificarlo como la revelación del torneo. (Hay que anotar, indiscutiblemente, que la otra revelación fue Israel, constituido íntegramente por estadounidenses de origen judío). Ni el más optimista se imaginó actuación tan decorosa. Pero sobre todo destaco la capacidad de organización del costeño, que cuando quiere, puede, demostrado está de sobra. Porque hay que recalcar que este logro es 100% costeño, sí, el costeño vilipendiado por el país andino, que es tenido por aquellos lares por habitante de segunda categoría, bueno para nada que no sea parranda, baile y ron. No hubo un solo viso de otra región del país en esta clasificación, y para ser más exactos, se trató de una cuestión exclusivamente de gentes de la porción de la Costa al occidente del río Magdalena: atlanticenses, bolivarenses, sucreños y cordobeses (excepción hecha por el sanandresano Polo), justamente los departamentos donde tradicionalmente se juega béisbol en Colombia y donde se lleva a cabo anualmente, en silencio y sin recibir apoyo estatal, la liga profesional colombiana. ¿Cómo sería si el béisbol recibiera apoyo del Estado colombiano? O sea que, incluso en condiciones adversas, cuando se quiere se puede, y con calidad, como recientemente lo ha demostrado también Telecaribe con su producción sobre la Niña Emilia, que ha registrado el rating más alto del canal en sus treinta años de existencia.

Critico, sin embargo, la inclusión de peloteros extranjeros con ciudadanía colombiana en el róster, como Jesús Valdez (dominicano casado con colombiana) y los venezolanos hijos de colombianos. No me cabe la menor duda de que la participación extranjera se pudo evitar con jugadores (especialmente pitchers) criollos, que talento hay de sobra. También deploro, con cierta amargura, el desconocimiento que todavía impera en los medios de comunicación, casi todos dominados por andinos y rioplatenses; dio grima escuchar al anunciador argentino de WIN Sports decir que el “onceno” colombiano (el béisbol se juega con 9 jugadores en el campo) había cumplido una digna actuación, y en la marquesina de ese mismo canal, leer “Histórico debut del conjunto cafetero”, porque no puede haber afirmación más absurda que un equipo de béisbol “cafetero” en Colombia. Eso les pasa a ciertos periodistas por no investigar. Esto de los regionalismos y nacionalismos se hunde en la ridiculez cuando los aficionados dominicanos blandieron plátanos verdes y usaron el hashtag #PlatanoPower en las redes sociales: los quisqueyanos tienen una obsesión con el plátano, incluso se creen los “inventores” si se puede decir así del patacón (que denominan “frito” y “tostón”); como obsesión con la arepa tienen los venezolanos, quienes usaron el hashtag #ArepaPower. Aunque ya en Wikipedia lo he registrado (más bien batallado), y para que se enteren por una fuente más, en el territorio de la actual Colombia la arepa está arraigada desde tiempos precolombinos, y el plátano y el patacón desde la Colonia, es decir, cuando no existían ni Colombia, ni República Dominicana ni Venezuela como naciones. En Colombia se come y prepara diez veces más plátano y patacón que en Dominicana, y más arepa que en Venezuela (somos 50 millones comiendo arepa todos los días contra 30 millones de venezolanos, pequeña diferencia de 20 millones de personas), así que déjense de elucubraciones, señores dominicanos y venezolanos, como bien dijo al aire ese gran periodista y prohombre costeño que es Eugenio Baena ante la pantomima de los dominicanos y sus plátanos al aire.

Otra manía fastidiosa es la de determinados periodistas costeños (como en esta ocasión Orlando Palma y René Wehdeking de WIN) de tratar de usted a entrevistados y colegas, costumbre de los periodistas del interior andino de Colomb ia que produjo una especie de aforismo que costeños como estos se creyeron: que por respeto, los periodistas no deben tutear a su interlocutor. En cambio, todos, léase bien, todos los periodistas, narradores y comentaristas caribeños (venezolanos, cubanos, panameños, dominicanos y puertorriqueños) y hasta mejicanos usan el tuteo tanto entre sí el tratamiento natural en el Caribe como para dirigirse a sus entrevistados, pero el tuteo respetuoso, no el confianzudo que asumen los andinos de Colombia. Me gustaría saber no, mejor no quiero saber a qué se puede deber que determinados periodistas costeños adoptaron, o más bien, se tragaron el concepto andino de que el periodista no puede tutear. Eso es válido para los andinos, que usan el ustedeo hasta entre hermanos, pero aquí entre nosotros es totalmente antinatural.

Para variar, los medios del interior, como El Tiempo y Semana, poco o nada dijeron de la actuación costeña; solo El Espectador mantuvo un cubrimiento aceptable. Eso sí, si Colombia le hubiese ganado a Dominicana, no me quiero imaginar la alharaca que habrían formado.