Apuntes mirmidónicos XXI

27 de octubre de 2013

I

Decir la verdad no es hablar mal. Mi viejo amigo Ricardo Palacios se ofende cuando trato de despertarlo de su sueño barranquillérico refutando el artículo en el que Plinio Mendoza elogió a la nueva Barranquilla (léalo aquí), o cuando le hago ver que el centro es un gran tumor urbano, que el bulevar del paseo de Bolívar no se puede caminar por la cantidad de drogadictos y delincuentes que se lo tomaron, y porque hay que andar esquivando enormes pilas de heces que no parecen humanas. El barranquillero se acostumbró a vivir así, mal, en la inmundicia, a conformarse con lo poco que sus gobernantes hacen (casi siempre mal), y a no reclamar, entre otras cosas, porque si lo haces, resulta que estás hablando mal de tu ciudad. Quienes así piensan no entienden que la denuncia de las anomalías urbanas en realidad buscan su erradicación y prevención, en últimas, el mejoramiento de Barranquilla.

II

Por eso hay que denunciar situaciones escandalosas como que la 30 está invadida dos meses después de su despeje; que en menos de un año de inaugurada, la plaza de la Paz se está desmoronando a causa de su deficiente construcción y por los vándalos; que arrancaron un bolardo que impedía el paso de los carros a la plaza de San Nicolás y que por eso ahora se volvió un gigantesco estacionamiento; que las estaciones satélite de taxis son otro factor de ocupación del espacio público en los cuatro puntos cardinales de la ciudad; que el centro y el mercado de Barranquilla son el aterrador engendro de una gran cloaca pestífera amancebada con cáncer urbano que hizo metástasis, y que ni el opulento e indiferente norte de Barranquilla se salva del caos urbano que nos azota.

III

No quiero decir con esto que he perdido la esperanza de que las cosas mejoren, pero por el momento se impone la denuncia de todo tipo de irregularidades, pues primero, el sol no se puede tapar con un dedo, y segundo, las cosas cada día van peor. Quienes conocimos el centro de hasta más o menos 1987 damos fe de que la tugurización e inseguridad del sector, así como la ocupación del espacio público, son mil veces peores hoy que entonces.

IV

Cuando en 2006 el Estado colombiano legalizó el aborto en los tales tres casos que sabemos, la impulsora o directora de la "fundación" que promovió la "iniciativa" -para lo que quiero expresar da lo mismo- escribió un artículo al respecto en la edición conmemorativa de los veinticinco años de la revista Semana, en el que se refería a la tal legalización como un triunfo del derecho a la vida, de las mujeres y de la libertad. ¿Triunfo del derecho a la vida? ¿No es esto una contradicción verdaderamente singular? Ya en el siglo XIX Nietzsche se refirió a la translocación de los valores, esa infernal locura que se ha tomado nuestro tiempo por cuenta del relativismo moral.

V

Esta semana, el 24 de octubre, la Alcaldía erradicó uno de los peores tumores de Barranquilla: San Andresito, el “centro comercial” de mercancía de contrabando en el que -lo admito- compré dos veces en toda mi vida. Los afectados, contrabandistas de tiempo completo que nunca pagaron un centavo en impuestos, esgrimieron una peculiar argumentación: que con la restitución del lote a la ciudadanía se les estaba vulnerando el derecho al trabajo. Según los “propietarios” (nunca fueron propietarios de nada, simplemente fueron vulgares y abusivos invasores) resulta que ahora la Alcaldía comete un delito al erradicar la actividad ilegal, o por lo menos su escenario, vaya, vaya. Y eso que los tuvieron que “indemnizar” económicamente por los locales que ilícitamente ocupaban y usufructuaban hace cinco décadas. Medio siglo no les bastó para lucrarse ilegalmente… No soy abogado, pero alguna vez leí sobre la prescripción. Es simple: si el delito no se sanciona oportunamente, la situación por él generada se vuelve si se puede decir así, y en voz baja legal. Menciono esto porque en realidad la falta de autoridad permitió ese tumor que respondió por el nombre de San Andresito, lo consintió y legalizó en el tiempo. Afortunadamente nunca es tarde.

VI

Por supuesto salieron los nostálgicos de la “tradición”, de los licores “importados”, de la ropa y los perfumes traídos directamente de los Estados Unidos (¡la verdadera “última moda”!), de las cantinas de la isla aledaña y seguramente del perico, la marihuana, el bazuco y los viciosos de Barlovento. Esos personajes no podían faltar: vivimos la translocación de los valores.

VII

La primera vez que lo vi a lo lejos me pareció desagradable y raro, pero cuando lo tuve frente a mí me resultó bello e imponente: el nuevo edificio de la Universidad del Norte, felicitaciones.

Apuntes mirmidónicos XX - XXII