Apuntes mirmidónicos XXIX

2 de septiembre de 2014

I

Qué profunda tristeza, qué perenne decepción, qué sufrimiento indecible me produce el haber tenido que presenciar el ascenso y establecimiento de determinados disparates en esta sociedad.

II

¿De las sectas evangélicas ya qué se puede decir? Son la otra gran debacle moral y social de nuestro tiempo, la degradación de la religión, la verdulería de la fe, con ellas la desvergüenza y el desubique alcanzan sus máximas proporciones. Mercachifles que se hacen llamar “pastores” se aprovechan de gente ignorante y desesperada para manipularla y expoliarla impúdicamente. En cada cuadra hay un garaje de estos -una escena aterradora-; espero que algún día les caiga la ley con toda su severidad. 

III

Otra locura que no sé en qué ha quedado es la legalización de la droga, así sea la dosis mínima.

IV

Y del aborto en los tres casos de excepción ni hablar, todo el mundo sabe que el 99% de los abortos no se deben ni a embarazos por violaciones, ni a riesgo de la vida de la mamá, ni a deformidad del feto, qué sociedad tan hipócrita. Todavía es hora de que alguien diga lo que todo el mundo sabe: que prácticamente la única razón de los embarazos no deseados y de los abortos es la irresponsabilidad de los progenitores, no nos digamos mentiras.

V

Los años y los golpes dan, afortunadamente, la sabiduría para soportar esta hecatombe, como decía Séneca, aequo animo.

VI

Esta generación definitivamente está condenada a no ver a una Barranquilla grande, con obras de infraestructura a la altura de las ciudades importantes de América Latina, al menos. Ni media autopista, los puentes cachuretos vueltos a hacer igual de cachuretos en pleno siglo XXI, las nuevas avenidas con el mismo ancho de los años 60, mal construidas, torcidas, con baches (“bateas”), Olaya Herrera dizque la cerraron sin darse cuenta y así se quedó, y mil desaguisados urbanísticos más… qué horror… Definitivamente los ingenieros civiles aquí no sirven.

VII

Y dale con las palmeras como elemento de ornamentación pública, mata ciertamente hermosa, pero que no es para este ambiente. Quienes tienen ese contrato son bien tenaces, quedé atónito cuando la semana pasada vi que las plantaron en la glorieta y el bulevar del corredor portuario.

VIII

Y para rematar, qué problema tan gigantesco y horripilante es la ocupación del espacio público en el centro, que desde los años 1970 crece y crece cada vez en peores proporciones sin nadie que le ponga freno. El centro de Barranquilla es, sencillamente, la decadencia tercermundista total: parece Biafra, Calcuta, Bangkok y Yakarta en espantoso revoltijo. Y si fuese solo que su invasión constituye la violación de uno de los más elementales derechos de los ciudadanos, vaya y venga, pero a eso añádanle males como el peligro que generan, verbi gratia, las estufas en la vía pública, el robo dantesco que son las conexiones ilegales de energía y las pérdidas astronómicas que le generan a Electricaribe, para no mencionar que no se puede ni caminar en los andenes, hay que hacerlo en las calles exponiendo la vida. Hace unos días escuché que les pondrán punto final a las cocinas del centro, amanecerá y veremos.

IX

Qué ciudad tan agresora es Barranquilla en todo sentido, por eso ya no salgo sino para lo indispensable. Ya no se puede ni tomar un taxi, se han convertido en un peligro mortal: ahora los choferes hablan por celular y hasta chatean mientras manejan, sin nadie que les pare el macho. ¿Hasta cuándo? ¿Tendrá que haber muertos a causa de la irresponsabilidad de los taxistas? Y no son los únicos.

X

La contradictoria Corte Suprema de Justicia acaba de ordenar que vuelvan las corridas de toros a Bogotá. Otro revés para el alcalde Gustavo Petro. 

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