Apuntes mirmidónicos XXVIII

10 de junio de 2014

Barranquilla se pone al día

Carrera 54 entre calles 53 y 48.

Gratamente impresionado he quedado con algunas obras como las carreras 54 (las bolas no quedaron tan mal, hay que reconocerlo) y 51B pese a que, en este caso, salta a la vista que se redujeron a dos los tres carriles en sentido occidente-oriente que había. ¿Por qué no haberla hecho de tres carriles tanto de subida como de bajada? De todas maneras, se ven muy bien hechas, modernas, con iluminación potente. Ojalá amplíen la 51B mínimo hasta la 84 (¿por qué no hasta la 75?) y la 54 hasta la Vía 40, de paso reemplazando el mal diseñado puente actual, construido en 1979.

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Empero, no logra convencerme el corredor portuario, y la causa es la inexplicable estrechez de sus calzadas. No comprendo por qué una vía llamada a ser de las más importantes de Barranquilla fue diseñada tan mezquinamente y con tanta miopía: las calzadas, de los mismos cinco metricos de ancho, aunque... siquiera la hicieron de dos calzadas. Me sorprende también la lentitud para empalmar la vía a la altura de la carrera 30, y para terminar el carril norte-sur a partir de la carrera 38. El puente sobre el caño Arriba, otro puente mal diseñado; ya es hora de que traigamos a estadounidenses o siquiera a venezolanos para que diseñen estas importantes estructuras. Aquello aparte, qué alivio es esquivar el atasco vehicular de la 38 con 17 y con 30, y no tener que recorrer esa espantosa calle. La sensación de fluidez, sin embargo, es pasajera: cuando se dé al servicio la avenida completa, el flujo vehicular será mucho mayor, no importarán los dos peajes, a eso pónganle la firma, y entonces constataremos que el ancho de las calzadas estuvo mal proyectado. Finalmente, al recorrer la vía se disfruta de una vista poco conocida de Barranquilla, animo a transitarla a quien no lo haya hecho. Y apúrense, porque estoy seguro de que esta nueva avenida generará un nuevo polo de desarrollo que atraerá construcciones que impedirán la magnífica vista en el futuro.

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Gran acierto también la recuperación del parque Parrish, uno de los más olvidados de la ciudad. Lástima, pues creo que lo tomarán de extensión de la cantina que queda enfrente (calle 76 entre carreras 53 y 54), un negocio rarísimo donde, además, les cambian los cheques de sus pagos a numerosos empleados de la construcción y oficios por el estilo, quienes inmediatamente festejan el recibo del efectivo con alcohol en medio de música a altos decibeles. El parque emergió, pues antes era una especie de foso absurdo y tenebroso. No me convencieron las burdas bancas con sus pintas de dominó (deben ser ¿creación? de ese arquitectucho que saluda por Adolfo Schlegel), aunque excelentes los tableros de ajedrez de las mesas, a ver si a los borrachines se les da por iniciarse en el juego ciencia, o siquiera en el de las damas. Bien por el jardín, realmente bello; el parque le cambió la cara al sector.

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Fracaso total la recuperación de la Intendencia Fluvial y la plaza del río Magdalena, completamente paralizadas las obras y nadie da explicaciones, qué silencio tan cómplice… ¿Y el lote del antiguo Sanadresito? Nada que arranca la ampliación de la carrera 50...

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Me impresiona también la demolición de los inmuebles adyacentes a la iglesia de San Roque, la plaza que construirán allí será una de las renovaciones urbanas más dramáticas en la historia de Barranquilla. No por ser ave de mal agüero, pero todos sabemos cómo es el entorno de la futura plaza, así que no está de más advertir que no la dejen infestar de buhoneros, locos, prostitutas, drogadictos, rateros e indigentes, un CAI no estará de más…

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Hay fantasmas de muchos tipos: los más obvios, los de los muertos, pero también hay de vivos, y edificios y calles fantasma. Eso son hoy la calle Murillo y la carrera 46: calles muertas, vacías de transeúntes y llenas de negocios que cierran cada día en mayor número. La gente del común, los taxistas, por ejemplo, atribuyen este fenómeno a Transmetro: calle por donde pase Transmetro, calle que se acaba. ¿Será verdad? Eso me recuerda a Bogotá, donde en los costados de grandes avenidas como la NQS (30) no hay vida, excepto en algunos sectores residenciales que, por cierto, les dan la espalda, como el barrio Nicolás de Federmán.

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