«I FIND ENGLISH A FAR FINER 

LANGUAGE THAN SPANISH»


LA AFIRMACIÓN PARECE lapidaria al provenir de Jorge Luis Borges, tanto más que no se trató de una frase suelta o dicha a la ligera, sino que fue reforzada con una serie de agudas observaciones que tenían por intención sustentarla en la entrevista que le concedió al intelectual conservador estadounidense William F. Buckley Jr. en el programa de televisión Firing Line a comienzos de 1977. 

Borges, el genial argentino de severos estándares que desdeñaba la lengua española y su literatura empezando por Cervantes, quien, por el contrario, ensalzaba al inglés y su literatura; aquel que con resignación de Job se lamentó: «Mi destino es la lengua castellana».*

Borges, cuya obra quedó eclipsada por la exuberante, barroca prosa poética de Carpentier, Lezama o García Márquez.

Empecé a leer a Borges a mis diecisiete años en la biblioteca del Instituto Experimental del Atlántico; recuerdo que quedé deslumbrado por su vigorosa prosa enciclopédica y sus reflexiones metafísicas. Durante muchos años, hechizado analicé el universo borgiano, años en los que, al mismo tiempo, llegué al convencimiento de que la literatura indefectiblemente pasa por la poesía, vale decir, la belleza, y, en ese punto, me cuestioné si la creación de Borges se configura como literatura. Luego de una profunda revisión, la primera conclusión que obtuve es que la gaya ciencia está prácticamente ausente en el firmamento borgiano, incluso en sus poemas. Caí en la cuenta también de que en realidad me seducían su erudición, su lógica ineluctable y su dominio de la lengua, no la belleza que debería contener su escritura. Lo leía y terminaba investigando en enciclopedias, averiguando en diccionarios el significado de palabras inusuales, o leyendo a otro autor; gracias a su influjo conocí escritores cuyas obras jamás habrían llegado a mi vista por ser tan distantes de mi cotidianidad cultural, como The man who was Thursday, de G. K. Chesterton, The Hill of Dreams, de A. Machen y Bartleby, the Scrivener, de H. Melville. 

En su ensayo Quevedo, comprendido en Otras inquisiciones (1952), Borges alaba la total ausencia de sensiblería en la obra del escritor español, razón a la que atribuye que sea un perfecto olvidado en las clasificaciones de grandes de la literatura universal. Naturalmente, Borges se identifica con Quevedo y su obra es el mejor testimonio de ello: grave, desprovista de cualquier emoción, árida, cerebral, concisa, metafísica, geométrica, masculina. Concluí, pues, que en el plano idiomático Borges es un tecnólogo, alguien que se vale de términos precisos y rebuscados con el propósito inherente de exhibirse como intelectual; y en el plano literario, casi desprovisto de cualquier roce con la belleza, debo calificarlo de magnífico elucubrador de mundos fantásticos y señalador de contradicciones metafísicas. 

Pero en materia de lingüística comparada, Borges queda en segundo plano. Afirmar que el inglés es mejor lengua que el español (difícil concepto ese de superioridad de un idioma sobre otro, aún más su ponderación) dado que «English is both a Germanic and a Latin language», a fuer de lo cual cuenta con dos vocablos que no significan exactamente lo mismo, uno por cada raíz para determinadas ideas, es desconocer que el español se encuentra en situación análoga gracias a la huella dejada por el árabe tras ocho siglos de dominación sarracena en la península ibérica (siglos VIII-XV). Así como Borges menciona los cognados germánico-latino:

kingly regal

dark obscure

brotherly fraternal

ghost spirit

(de estos últimos afirma que spirit es “voz latina ligera”, mientras que ghost es “buena”, “oscura” y “sajona”), el español puede mostrar (árabe-latín):

ajonjolí sésamo (y del griego σήσαμον)

aceite óleo

aceituna oliva

alfombra tapiz

asesino homicida

joroba giba

loco demente

tarima estrado

zaguán vestíbulo, recibidor

Y muchos más. Como también existen en inglés numerosos correlatos germánicos y latinos además de los que citó Borges, algunos harto trabajados por los traductores: freedom-liberty, gift-present, whole-entire, height-altitude, right-correct, etcétera.

Menudo desliz tan impropio de Borges me suscita la sospecha de que tuvo al árabe por lengua de menos prosapia que el latín. En todo caso, el latín y el protogermánico son lenguas indoeuropeas y, por ende, comparten su estructura profunda, de manifiesto en el alto grado de similitud de sus palabras básicas (familia, pronombres, números, gente, partes del cuerpo, animales, adjetivos esenciales, tiempo, entre otras), cuyo origen se encuentra en el teórico, hipotético, reconstruido y muy remoto protoindoeuropeo, veamos:

Protoindoeuropeo: méhtēr

Sánscrito: mā́tṛ

Iranio: mātar (avéstico)

Griego antiguo: mḗtēr 

Latín: māter

Gótico: móðir (noruego antiguo)

Celta: māthir (irlandés antiguo)

Inglés: mother

Eslavo: mati (antiguo eslavo eclesiástico)

Báltico: móteris (lituano)

Armenio: māthir

Albano: moter


En cambio, siendo el árabe lengua semítica, no indoeuropea, hallo más interesante la incorporación de voces de ese idioma en el nuestro que del latín en el inglés.

Sostiene Borges también que «English is the most physical of all languages» debido a las mil y una estructuras gramaticales (phrasal verbs) que se forman combinando verbos con partículas como preposiciones y adverbios (yuxtapuestas o no), e indica que loom over no tiene buen equivalente en español (añado: y en casi ninguna lengua). Nuevamente yerra, pues se traduce con relativa facilidad mediante perífrasis reforzadas dependiendo del contexto: cernirse/avecinarse/asomarse/acercarse/alzarse/erigirse imponente, amenazante. Seguramente se trató de un lapsus de Borges, quien como traductor consumado sabía de sobra que muchas palabras individuales han de verterse mediante perífrasis en la lengua destino. 

Personalmente, debo reconocer que siempre me ha parecido de simpleza incomparable esa característica de las lenguas germánicas; en alemán es igual y aun más elaborada, pues las preposiciones se aglutinan como prefijos del verbo principal en infinitivo formando nuevos verbos, y se separan o no en la frase, verbi gratia: 1. ausgehen, durchreisen, nachlaufen, zurückkommen, et caetera; 2. begrüßen, gehorchen, mißfallen, vertragen, und so weiter. 

Tornando al inglés, to bring/come/do/get/give/go/look/make/put/run/take/think/walk, etcétera, más about/across/after/away/down/for/in/off/on/out/over/up y lo demás, decenas de impredecibles combinaciones con significado distinto. No digo que esté mal, pero me resulta más interesante que haya una palabra autónoma con morfología propia para cada verbo, como en las lenguas romances. Insiste Borges en que gracias a esa supuesta mayor versatilidad del inglés (o ingenio, como acotó Buckley [resourceful]), combinaciones como laugh off (cuya traducción, efectivamente, no es sencilla: tomarse algo en broma, desestimar algo por considerarlo no serio), dream away (hermosa metáfora, por cierto), live down (superar la vergüenza) y live up to (estar, vivir a la altura de algo) son intraducibles en español, algo que no parece tan cierto a juzgar por las versiones perifrásicas que he consignado entre paréntesis, ciertamente elaboradas. En este punto quiero apenas señalar que lo mismo puede afirmarse del español en relación con el inglés y de todos los idiomas entre sí: es la distancia entre lenguas. Siempre he encontrado rayano en lo ridículo que en inglés no haya traducción lo suficientemente afortunada para asomar, acaso o volver a hacer o a ser algo o alguien. La lista de versiones inglesas en forma de complejas perífrasis de voces españolas individuales es vasta, y viceversa.

Prosigue Borges descalificando las palabras españolas por cumbersome, o sea, engorrosas, complicadas, demasiado largas. Como prueba expone que los adverbios terminados en -mente cargan el acento prosódico, el énfasis, en lo que menos significado acarrea, precisamente el sufijo -mente, es decir, en el adminículo, en lo accesorio, no en lo sustancial: el adjetivo. Específicamente, se valió de los adverbios rápidamente y lentamente, los cuales, de conformidad con su parecer, solo tienen acento prosódico en la sílaba men; y los contrastó con los adverbios ingleses equivalentes (los terminados en -ly), que ciertamente cargan el acento en el adjetivo, lo significativo del término: quickly, slowly, freely, heavily, etcétera. De nuevo hay que corregir a Borges en toda regla, pues cometió craso error de conceptualización: los adverbios españoles terminados en -mente tienen acento también en el adjetivo (el componente significativo), justamente por lo cual se les marca acento ortográfico (mediante tilde) según las innecesarias y engorrosas “reglas” de acentuación del español. Lo señala la ortografía para bien o para mal más usada (RAE y Asale, 2010): «Estas palabras presentan de manera excepcional dos sílabas tónicas: la del adjetivo base y la de la terminación». En otros términos, en realidad se pronuncia rápidaménte, léntaménte, tal cual acontece con palabras de muchos idiomas (acentos principal y secundario), entre ellos el inglés en voces “cumbersome, o sea, engorrosas, complicadas, demasiado largas”, especialmente las compuestas, como whatsoever, stubbornness, notwithstanding, slaughterhouse, autodidactism, interestingly, characteristically, etcétera; por cierto, las tres últimas comparten la misma etimología latina de sus correspondientes en español, lo que ¿paradoja borgiana? también hace cumbersome al inglés. A juzgar por la evidencia, Borges pasó por alto todo lo anterior.

Solo espero que todo se haya tratado de otra boutade de Georgie Borges, o de una más de sus muestras de falsa modestia, pues indudablemente el español como todas las lenguas romances lingüísticamente es tanto o más fino que el inglés. ¿O no es verdaderamente peculiar que los idiomas germánicos, como el inglés y el alemán, no distingan entre una acción que se repetía de forma indefinida en el pasado y otra completamente acabada? Desde la perspectiva de una ficticia rivalidad entre idiomas, ¿no hace la distinción entre los pretéritos imperfecto y perfecto simple más elaboradas, más finas, a las lenguas latinas que las germánicas en ese aspecto, por ejemplo? ¿Y qué pensar de que el subjuntivo no se use en inglés? ¿No es de pobreza digna de compasión lingüística que un idioma se exprese siempre en modo indicativo (lo realis), nunca matizando lo que se quiere decir con la belleza del rasgo irrealis, lo indeterminado, lo hipotético? Puedo seguir enumerando más características menos refinadas del inglés frente a los romances, como la precaria factura de su verbo (todas las personas se conjugan igual en cualquier tiempo y modo) o la hemiplejía de sus adjetivos, pero se me dirá que caigo en lo mismo de Borges y no quiero dar esa impresión, así que finalizo haciendo la siguiente reflexión:

Cuando en 1986, a mis once años, tuve la ventura de iniciar estudios de ruso, me parecía de simpleza cavernícola que el equivalente en esa lengua de «esto es una mesa» fuera это стол (literalmente, «esto mesa»), dado que el ruso prescinde del verbo ser (быть) en presente de indicativo y carece de artículo indefinido, particularidades inconcebibles en las lenguas romances y germánicas. Como inadmisible debe ser para los nativos de idiomas eslavos que una lengua no refleje en su morfología verbal los aspectos perfectivo e imperfectivo por medio de prefijos, cambios en la raíz, uso de una raíz completamente diferente (suplencia) o cambios en el acento, verbi gratia verbos tan usuales como говорить (imperfectivo) y сказать (perfectivo), hablar; делать (imper.) y сделать (per.), hacer; писать (imper.) y написать (per.), escribir; покупать (imper.) y купить (per.), comprar; читать (imper.), прочитать (per.) y почитать (per.), leer; брать (imper.) y взять (per.), conseguir. 

Así mismo, lenguas como las romances y el inglés, que no alteran la morfología de sus artículos, adjetivos, pronombres y sustantivos según su función en la oración (declinación), no deben ser motivo de desdén para los hablantes de idiomas altamente flexivos como el griego, el alemán y el ruso. Un nativo de algún romance o del inglés traduciría naturalmente (sin declinación), siguiendo la estructura de su idioma, Le père de cet enfant donne le ballon à sa fille por Der Vater von dies Kind gibt der Ball zu sein Tochter, siendo lo correcto Der Vater dieses Kindes [caso genitivo] gibt seiner Tochter [caso dativo] den Ball [caso acusativo], de conformidad con la sintaxis y el sistema de declinaciones de la gramática alemana. 

En síntesis, el spiritus (en absoluto cabe ghost en este caso) de cada lengua es diferente, no hay idiomas mejores o peores que otros.



Barranquilla, 5 de diciembre de 2020


*Poema Al idioma alemán. En otras ocasiones dijo «El español es mi destino, mi sino».