Referentes de Barranquilla

2 de mayo de 2016

Si bien el establecimiento de referentes urbanos en la psiquis colectiva depende fundamentalmente de los gustos y de la posición socioeconómica de los grupos humanos que habitan una ciudad, es claro que esta instalación responde a opiniones compartidas por amplios sectores ciudadanos y no a meras impresiones individuales o aisladas. Nacido a mediados de los años 1970 y gozando de uso de razón desde principios de los 80, me resultan fascinantes, pero ajenos, los relatos que hace la gente de más de cincuenta años de sus referentes urbanos de Barranquilla: escenarios deportivos, teatros, bares, restaurantes, almacenes, tiendas, colegios, calles, festividades, personajes, actividades, costumbres. Por mencionar solo algunos ejemplos, el carnaval, el paseo de Bolívar, el mercado, los caños, la Checa, el Jardín Águila, el barrio Abajo, el bulevar de Simón Bolívar, el parque Suri Salcedo, el estadio Municipal, La casita de paja, los cines de barrio, la 72, El pez que fuma, el Chop Suey, la calle de San Blas, El Mediterráneo, la Pajarera, la Nube Blanca, el Boliche, La Tiendecita, la antigua Cueva, Mi Kioskito, Peñita, los chicharrones de El Guásimo, el puente de Lux Kola, las casetas, verbenas y picós de los 70, la Universidad del Atlántico, el edificio Palma, el edificio O.K., el barrio El Prado, sus mansiones neoclásicas y su hotel neomediterráneo; la librería Mundo, la plaza e iglesia de San Nicolás, San Roque y sus fiestas, el infausto San Andresito (en buena hora desaparecido), Bocas de Ceniza, la Heladería Americana, La Troja, Mi Vaquita, El Rancho Currambero, La Cien, las zonas de tolerancia, la negra Eufemia, el negro Adán... incluso, Puerto Colombia y su muelle, Salgar... la lista parece interminable.

La dramática transformación psíquica que ha experimentado el barranquillero en las últimas décadas ha tenido como consecuencia la casi desaparición de referentes urbanos del imaginario colectivo. De hecho, desde que tengo uso de razón, no recuerdo que haya surgido un nuevo referente urbano verdadero. Por ejemplo, el Metropolitano nunca ha gozado de esa aureola mágica que envuelve al viejo Municipal. O muchos edificios antiguos que no alcanzaron a ser desaparecidos, y hoy no son más que simples referencias para ubicarse que sitios realmente apropiados por el barranquillero.

En materia de personalidades la cuestión es más notoria. Parece que hubiera desaparecido para siempre la estirpe de figuras como Esteban Márquez, Julio Montes, Pedro Biava, “Figurita”, Cepeda Samudio, Julio Mario Santo Domingo, Amira de la Rosa, Meira Delmar, los padres Valiente, Revollo y Matutis, Esther Forero. Incluso la de personajes más propios del gran público como Marcos Pérez Caicedo, Édgar Perea, el Negro Adán, Belimastth. El vacío que dejó su desaparición física definitivamente no ha podido ser llenado en la ciudad. ¿Quiénes son los personajes de la Barranquilla de hoy? El único que se me ocurre es un referente supérstite de la vieja villa: Chelo de Castro. Y en relación con lo popular, quizá Aníbal Velásquez y... ¿el Cole..., tal vez, solo tal vez? En esta reflexión omito a las tres grandes figuras barranquilleras de la actualidad, por no vivir en la ciudad, por no ser partícipes de su cotidianidad: Shakira, Sofía Vergara y Édgar Rentería.

La apropiación de elementos urbanos como referentes por parte de la ciudadanía parece estar relacionada especialmente con los años mozos de la gente, esa época en que uno empieza a descubrir y a comprender el mundo. ¿Pero cuáles son los referentes urbanos de la Barranquilla actual? ¿Los centros comerciales, por casualidad? ¿Esas moles cerradas e inexpresivas a las que van más para que vean que están allí? No creo. Tal vez el conjunto conformado por el malecón de la avenida del Río, La Loma y la restaurada Intendencia Fluvial, con su ventana a los caños, sus cabritos, su Islita que de isla solo tiene el nombre y su jardín de mariposas amarillas detrás, todo articulado con la antigua Aduana y el parque Cultural del Caribe (tan venido a menos...) sea el verdadero nuevo referente urbano. He visto niños volver a pie de sus colegios con dirección al barrio Villanueva y pasar antes por la plaza anexa a contemplar los caños del Magdalena, imagen que se les quedará grabada para el resto de sus vidas. El centro de convenciones Puerta de Oro y sus obras urbanísticas complementarias adyacentes al río están llamados a ser el próximo referente urbano de Barranquilla, tanto más si se prolonga la avenida del Río hasta él, con la anotación de que este centro de convenciones es el embrión de obras de gran altura adyacentes a la orilla del río que serán una barrera para los alisios del noreste y que contribuirán al recalentamiento de Barranquilla. No podía dejar de lado la profunda transformación urbana que comportan las plazas de San Nicolás, San Roque y Hospital, y entre las obras privadas, sin duda los rascacielos de la calle 81 cambiaron definitivamente el paisaje urbano barranquillense.

Cuando me pregunto por mis referentes urbanos, inmediatamente se me vienen a la cabeza las navidades y los carnavales de fines de los 70 y de los 80, y en general el ambiente festivo y el carácter descomplicado de la Barranquilla de entonces. Viví algo, muy poco los estertores de todo el ritual en torno a los cines de barrio y el Junior en los tiempos del estadio Municipal. El parque Surí Salcedo, que otra vez se ve lleno de niños, enamorados y deportistas. Recuerdo también con amargura que aún en 1987 ciertas calles del Centro, como la de Jesús, no tenían un solo vendedor estacionario y se podía caminar libremente por sus andenes. Pero lo más demoledor es que el barranquillero haya cambiado su forma de ser espontánea, servicial, sincera, amigable, abierta; hoy es agresivo, malhumorado, desconsiderado, desconfiado, ordinario y hasta mala gente.

Como el Metropolitano, el teatro Municipal y las actividades que en él se llevan a cabo tampoco han sido el referente que alguna vez se pensó que podían llegar a ser. Igual el Parque Cultural del Caribe, ambicioso proyecto que parece haberse quedado a mitad de camino por razones fáciles de suponer. No puedo imaginarme un solo sitio, personaje o actividad de los que guardarán gratos recuerdos mis hijas cuando sean mayores. O tal vez sea que a ciertas cosas no les doy el color que otros sí, y en cincuenta años muchos añorarán la Barranquilla de hoy.

Como sea, aquellos carnavales con sus casetas, verbenas y picós ya se acabaron; el Centro y el paseo de Bolívar nada que salen de la postración en que se sumieron hace más de cuarenta años; el mercado, un cáncer urbano cuya metástasis se hace cada vez más sórdida e incontrolable; los caños, en su perpetuo ostracismo; el barrio Abajo, a punto de desaparecer por completo; el bulevar de Simón Bolívar da miedo; Olaya Herrera, interrumpida por el vergonzoso Transmetro que, de paso, convirtió a esa avenida y a la Murillo en calles fantasma; al estadio Municipal es mejor no acercarse; la 72, completamente degenerada; El Pez que fuma, el Chop Suey, los cines de barrio, El Mediterráneo, Mi Kioskito, Peñita, La Cien, las zonas de tolerancia, Mi Vaquita, las librerías Mundo y Vida, desaparecidos para siempre; la calle de San Blas... creo que ya no podemos llamarla calle; La Tiendecita, dividida en una disputa familiar y ni sombra de lo que fue; a Bocas de Ceniza ya no se puede ni ir; el zoológico, aunque creo que deben desaparecer los zoológicos sin animales y desdibujado en un sector que hace años se volvió inadecuado; joyas de la arquitectura escolar como los colegios San José, Alemán, San Francisco o Americano (y vienen el Biffi y el Marymount), demolidos para dar paso a los informes centros comerciales que generan monumentales embotellamientos y acaban con la tranquilidad de los barrios circunvecinos; las Velitas, sobreviviendo como pueden a las infamias de los evangélicos; el Tomás Arrieta... ¿qué decir de lo que queda de ese estadio?; medio barrio El Prado demolido y el hotel en un marasmo diuturno; la Universidad del Atlántico de Veinte de Julio, en ruinas; la plaza e iglesia de San Nicolás, irreconocibles e inapropiables; El Rancho Currambero, venido a menos; la Heladería Americana y su frozomalt... ¿puede concebirse otra Heladería Americana que no sea la de San Blas? ¿Y La Troja? eso es mejor no meneallo. ¿Qué hicimos de Barranquilla?