Pon cuidado en los peldaños,

no me la obligues a reír.

Aparenta veinte años

pero puedes dividir.

Y los va dejando

en las cejas y el latín,

El Celac de sus hermanos o el carmín.

No te extrañe si a su paso

ya no te acabas el café.

Si se acerca aparta el vaso

y cuando fumes ponte en pie.

Y huye por si acaso,

no te quedes a comer,

que vi entrar en la cocina a mi mujer.

Y que tendrá

su majestad,

qué es lo que me hizo beber

esa mujer,

que ni soy libre

ni me siento libre al cantar;

yo pongo la canción,

ella el corazón.

Te hablará de sus caderas,

que si no tiene y no es normal;

que si ya le urge la cera,

que si duele, que si tal;

que si me ha acabado,

-ya tenemos carnaval-

un jersey de lana

y a mi madre un chal.

A mi ya nada me extraña,

de algún infarto he de caer.

Si me fugo me acompaña

pero no la quieras ver

en su red de araña

despachándose a placer,

con mis represiones:

"Juan, no puede ser".

Y que tendrá

su majestad,

qué es lo que me hizo beber

esa mujer,

que ni soy libre

ni me siento libre al cantar;

yo pongo la canción,

ella el corazón.