7.- Cusco

Día 7 Cusco / Valle Sagrado (Pensión completa) Desayuno. Visita al Valle Sagrado de los Incas, Awana Kancha, proyecto turístico que busca integrar a las comunidades andinas a través de sus telares y la cría de camélidos. Almuerzo. Continuación al mercado de Pisac y Ollantaytambo. Traslado al hotel. Cena.

1.- Awana Kancha

En pleno Valle Sagrado de los Incas se encuentra Awana Kancha, una parada imprescindible para entrar en contacto de manera directa con la cultura indígena peruana. La traducción literal de Awana Kancha es Palacio del Tejido. Se encuentra a poco más de media hora de Cuzco, y es un poblado donde vale la pena detenerse para conocer el proceso de producción de las telas tradicionales andinas.

Los visitantes de Awana Kancha pueden admirar los espectaculares vestidos tradicionales que lucen las mujeres indígenas, fabricados a partir del pelo de los cuatro camélidos andinos: llama, alpaca, vicuña y guanaco. Perú posee el 90% de la población mundial de alpacas, el 82% de la de vicuñas y el 26% de la de llamas.

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En la visita también se puede observar el proceso de producción al completo, desde apreciar a los animales hasta el trasquilado, el lavado, tejido y teñido de la lana y los productos ya confeccionados, que se pueden adquirir allí mismo. Las fibras más valiosas son las que proceden de las alpacas de tres a seis años de edad. Una alpaca produce al año de uno a tres kilos de fibra. Incluso se puede alimentar a las llamas o amamantar a las crías de alpaca con biberones. Cuando los camélidos se sienten amenazados, agachan las orejas y levantan el rostro, escupiendo al agresor, de manera que conviene acercarse a estos animales sin ponerles nerviosos si queremos evitar alguna sorpresa desagradable.

Al final del recorrido se puede visitar la tienda de la cooperativa, donde se encuentran prendas como bufandas, jerséis o sombreros de alpaca, que se pueden adquirir directamente a las mujeres que los confeccionan. Awana Kancha es un excelente lugar para comprar tejidos de alta calidad y a precios razonables.

Tras la visita a este centro, el recorrido prosigue haciendo paradas en el pintoresco mercado de Pisac, que abre los martes, jueves y domingos en la plaza de armas. Se trata de otra oportunidad para adquirir objetos de artesanía de alta calidad, antes de hacer una escala en Ollantaytambo, el poblado más antiguo del continente americano.

2.-Mercado de Pisac

Pisac Cusco, Pisac del Valle sagrado y Mercado de Pisac

Pisac es una ciudadela inca, ubicada sobre un altiplano rodeado de barrancos, conocida por sus increíbles bancales en terraza, que forman unas increíbles curvaturas que ayudan a evitar la erosión del lugar, siendo éstos una de las imágenes más emblemáticas del lugar.

Pisac tiene 2 lugares importantes: el pueblo con su mercado y el conjunto arqueológico situado en lo alto de una montaña.

Pisac es un distrito de la provincia de Calca. Está ubicado a 32 km. al noreste de Cusco y a una altitud de 2,950 msnm. La Temperatura varía entre 14 a 20 grados centígrados de día y baja a 0 grados en las noches. Pisac es el punto de partida para conocer el Valle Sagrado.

En el pueblo nuevo de Pisac, trazado por los españoles en 1570. Todavía se puede apreciar casas de adobe, paredes blancas, balcones azules y techo de tejas a 2 aguas.

Su famoso Mercado de Pisac o Feria artesanal de Pisac, uno de los más celebres del continente, suele abrir los martes, jueves y domingo en la plaza de armas de Pisac. Se puede obtener mates burilados, cerámica, sombreros de paja, textiles de alpaca, instrumentos musicales, pinturas, antigüedades, y joyas.

En su antigua iglesia se celebra, cada domingo, la misa en quechua con la asistencia de siete Varayocs de las comunidades más altas como: Motupa, Saccaca, Viacha, Cotataqui, y Paru Paru; quienes visten típicamente y portan la “vara” o cetro de mando por lo cual se les llama “Varayocs”.

A 9kms arriba, sobre una montaña, está el Parque Arqueológico de Pisac, los estudios indican se trato de la hacienda real del inca Pachacutec. El parque incluye espacios para uso domestico y otros ceremoniales. Está conformado por numerosas plazas y barrios. Po ejemplo barrio Qantus Racay para los agricultores, está compuesto por edificaciones rusticas de piedra construidas al borde de los precipicios. Amarupunku es el barrio ceremonial, construido en estilo trapezoidal destinado a la nobleza.

En la parte alta del complejo arqueológico se encuentra el Intihuatana, una piedra sagrada, donde los sacerdotes incas rendían culto al sol, también servía para fijar el cambio de estaciones o como observatorio astronómico.

En esta zona alta de Pisac podemos encontrar el centro de ceremonias, algunos conductos de agua que funcionan a día de hoy, al igual que algunos baños ceremoniales.

Desde aquí el circuito lógico de la visita nos llevará hasta la parte trasera del yacimiento, donde si miramos a lo largo del cañón Kitamayo, descubriremos cientos de agujeros en la pared.

Estos agujeros son en realidad tumbas incas que fueron saqueadas hace ya muchos años y a las que actualmente no se permite la entrada a los visitantes.

La visita a las ruinas de Pisac puede llevar unas 2 horas sin relajarse demasiado y sin dedicarle mucho tiempo a los detalles, por lo que te recomendamos que salgas pronto de Cuzco para llegar a primera hora de la mañana y poder dedicar el tiempo suficiente a esta increíble visita que es una de las grandes maravillas de Perú. Pensad que la visita a la ciudadela inca de Pisac y optar por esta forma de bajar al pueblo os llevará unas 4 horas más o menos, contando las paradas para descansar y también para hacer fotografías.

Las construcciones incaicas de Pisac son admirables por sus estructuras en piedra pulida, perfectamente ensambladas; están rodeadas por atalayas o puntos de observación y defensa, así como por innumerable andenería. Alrededor del complejo se muestran extensas aéreas de cultivo, se aprecia el manejo del terreno que tuvieron los incas con el uso de los andenes.

Al frente del complejo se aprecia el Cementerio de Tanqanamarka, donde se calcula existieron 10,000 entierros, estos fueron saqueados por los conquistadores.

3.-Conjunto Arqueológico de Ollantaytambo

© 2012 Archivo De Promperu

Vivo ejemplo de cómo era un pueblo Inca. Conserva en el tiempo: casas, calles y canales como en la época del Tahuantinsuyo. El nombre del pueblo y la zona arqueológica se debe al cacique Ollanta, quien según cuenta la tradición oral se enamoró de una princesa hija del Inca Pachacútec y fue duramente castigado.

En el conjunto de Ollantaytambo, situado en la colina que domina el pueblo, se destacan edificios como el Templo del Sol y sus gigantescos monolitos: el Mañaracay o Salón Real, el Incahuatana y los Baños de la Princesa. En la parte superior sobresale una fortaleza, con una serie de terrazas de piedra labrada, construida para proteger al valle de las posibles invasiones de etnias que venían de las selvas. Una de las zonas mejor conservadas se extiende al norte de la plaza Hanan Huacaypata: un total de 15 manzanas de casonas levantadas sobre muros de piedra labrada.

Ollantaytambo es uno de los puntos donde sale el tren para ir hasta Aguas Calientes, el pueblo a los pies de Machu Picchu, ya que en temporada de lluvias el tren no sale de Cuzco, solo desde Ollanta. Como Machu Picchu es el principal atractivo del Valle Sagrado, mucha gente pasa de largo de Ollantaytambo, pero esta antigua población inca fue una de las más importantes del imperio y tuvo un papel clave en la resistencia frente a la conquista española. Por este motivo y por su privilegiada situación geográfica, sus ruinas son una visita más que interesante.

Plaza de Armas de Ollantaytambo

Esta fortaleza tiene un héroe trágico unido a su historia: Manco Inca. Este valiente heredero de la estirpe de gobernantes incas, fue el líder de la rebelión contra los españoles y capitaneó la reconquista de las tierras del imperio de sus antepasados. Durante un tiempo, llegó a controlar Cuzco de nuevo y sus aliados estuvieron a punto de retomar Lima. Sin embargo, los refuerzos españoles venidos de Guatemala y algunas traiciones entre los suyos lo forzaron a retirarse a Ollantaytambo, después de su derrota en Sacsayhuamán. Hernando Pizarro trató de conquistar la fortaleza con su caballería para poner fin a la rebelión, que ya duraba varios años. El conquistador español sufrió varias derrotas humillantes frente a Manco Inca y los suyos, que usaron tácticas muy inteligentes para rechazar al invasor.

Ollantaytambo

El líder inca era consciente que allí se lo jugaba todo, porque Ollantaytambo era un punto estratégico en el Valle Sagrado del río Urubamba. Allí confluían varios caminos que suministraban las riquezas al reino inca y, además, la fortaleza de Ollantaytambo controlaba el paso que conducía a Machu Picchu. Finalmente, Pizarro volvió con aún más caballería y Manco Inca se vio obligado a huir, pero se dice que antes de su retirada, hizo eliminar varios caminos y puentes que conducían hasta otras poblaciones incas, como Machu Picchu y tal vez fue gracias a él que la ciudad inca hoy mundialmente famosa permaneció perdida y, por tanto, a salvo de la mano avariciosa de los soldados españoles.

Ruinas de Ollantaytambo

Este es el emocionante marco histórico que rodea las ruinas de la Ollantaytambo actual, pero no es el único de sus atractivos. La arquitectura y el paisaje que la rodean también son sobrecogedores. La zona de las ruinas se puede visitar con el boleto turístico. Nosotros llegamos allí a las doce de la mañana y resultó ser la hora ideal, porque los grupos organizados las suelen visitar a primera hora de la mañana o a primera hora de la tarde. Nada más entrar en el recinto, varios guías nos ofrecieron sus servicios. Al principio fuimos reticentes, pero al final pensamos que valdría la pena conocer el lugar más a fondo. La visita guiada de dos horas nos costó 60 soles y fue realmente interesante. Dani, nuestro guía, nos explicó curiosidades de la fortaleza, algunas de ellas muy sorprendentes, y nos explicó la historia de su conquista.

Templo del sol, ruinas de Ollantaytambo

Templo del sol

En época de Manco Inca, como en la actualidad, Ollantaytambo estaba dividida en dos partes: el pueblo donde vivía la gente, que aún conserva el mismo trazado de calles de la época, y la fortaleza, que es la zona arqueológica de hoy en día, donde transcurría la vida religiosa, política y militar. Al llegar, la vista se dirige sin quererlo a las empinadas terrazas de cultivo, que se encaraman colina arriba y son más trabajadas cuanto más se acercan a la cima, donde estaban las residencias nobles y el templo del sol.

Ruinas de Ollantaytambo

Los incas creían que las montañas tenían espíritu, los Apus, y por eso adaptaban sus construcciones a la montaña respetando el equilibrio natural. Buena parte de los cimientos de los edificios se han conservado y pueden observarse las típicas ventanas y marcos de las puertas de forma trapezoidal para soportar mejor los terremotos, como ya vimos en Pisac o en Qorikancha. En el punto más alto de las ruinas se alzan los restos impresionantes del templo del sol, que te dejan sin aliento con sus bloques ciclópeos de roca maciza tallados y encajados con precisión milimétrica por los artesanos incas de hace seiscientos años. Desde este punto es posible contemplar los tres valles que confluyen a los pies de la colina. Al otro lado del río Vilcanota, se alzan las montañas donde se tallaron los bloques de piedra y se transportaron sobre rodillos hasta Ollantaytambo. Al otro lado, en la ladera de la montaña que queda en frente de los bancales, puede observarse el gran rostro del dios Viracocha, soportando a sus espaldas el mundo inca. No está claro si lo tallaron los incas o si el rostro ya estaba allí antes, pero en todo caso es un elemento sorprendente del entorno, que le da un aire mágico a las ruinas. Sobre esta imagen de Viracocha, se alzan varios almacenes incas, estratégicamente situados en las alturas para que el aire fresco de las montañas mantuvieran en buen estado los alimentos que se guardaban.

Ruinas de Ollantaytambo

¿Veis el rostro de Viracocha?

Otro elemento fascinante de la zona arqueológica de Ollantaytambo y que me dejó perpleja fue el baño de la ñusta. En estos baños, la esposa del inca se bañaba para purificarse y, sorprendentemente, si pasas el dedo por el borde del canal de piedra por donde cae el agua, el flujo de agua se corta. ¡Alucinante! No sé si la forma en que está tallada la piedra tiene algo que ver, pero el guía nos hizo una demostración en vivo y en directo ante nuestra atónita mirada.

Ruinas de Ollantaytambo, baño de la ñusta

Ahora sale agua…

Ruinas de Ollantaytambo, baño de la ñusta

… ahora no.

Tras la visita fuimos al pueblo a comer a un restaurante que Dani, nuestro guía, nos había recomendado. Al entrar, vimos que los únicos comensales eran la familia que lo regentaba, que estaba comiendo en ese momento. Nos supo un poco mal interrumpirlos durante su comida, pero supongo que los clientes en esa época del año no abundan, así que nos acomodaron rápidamente. Pedimos carne de alpaca a la plancha y salteada. Tras la comilona, salimos a dar una vuelta por el pueblo mientras hacíamos tiempo hasta que saliera el tren para Aguas Calientes.

Ollantaytambo

Dicen que la planta de los pueblos incas más importantes adopta una forma divina determinada. Por ejemplo, Cuzco se supone que tiene forma de puma, cuya cabeza era Sacsayhuamán. Obviamente, Ollantaytambo no iba a ser menos y el pueblo tiene forma de mazorca de maíz. Yo traté de echarle imaginación, pero no hubo manera de verla. Parece que la mazorca se ha desdibujado un poco debido a las nuevas construcciones del pueblo, y ahora solo se adivina ligeramente…

Ollantaytambo

Tenga forma de mazorca o no, el pueblo aún conserva la estructura básica de la época inca, que puede apreciarse en los muros exteriores del pueblo y en las paredes que se han aprovechado para soportar algunas casas de la actualidad. Paseando por el pueblo se respira una gran calma, que te hace transportarte a un estado zen (o de digestión). Quizás el ruido del agua corriendo por los canales ayudaba a alcanzar dicho estado, parecido al que sentí en otro viaje a un país lejano, paseando por Magome, en la ruta del Nakasendo.

Ollantaytambo

A las siete de la tarde partía el tren desde la estación de Ollantaytambo, pero cuando llegamos allí media hora antes, las puertas de la estación estaban cerradas a cal y canto y decenas de personas estaban esperando sentadas en el bordillo de la calle. La estación de Ollanta es pequeña para el número de pasajeros que recibe, así que solo abren las puertas cuando el tren de turno esta preparado para que los viajeros embarquen. Está todo muy bien organizado y el personal te indica el vagón al que tienes que subir. Nosotros fuimos con Perurail, que pertenece a la Orient Express, en la categoría expedition, la más barata, pero aun así el servicio es excelente. El vagón tenía unos grandes ventanales en el techo para poder contemplar mejor el paisaje y aquellas montañas enormes que nos rodeaban, aunque anocheció al poco de empezar el viaje. Durante el trayecto nos sirvieron un aperitivo y, en el tiempo previsto, noventa minutos más tarde, llegamos a nuestro destino: Aguas Calientes.

Ollantaytambo

Este pueblo está a los pies de la montaña donde se alza el Machu Picchu, y desde allí parten los autobuses para subir a la zona arqueológica. Si se quiere estar allí a primera hora, es necesario pasar la noche en Aguas Calientes. En la estación nos estaba esperando un empleado del hotel que habíamos reservado para acompañarnos hasta allí. No recuerdo mucho de Aguas Calientes, ya que era de noche y recorrimos las calles deprisa para llegar al hotel y ponernos a dormir cuanto antes. Solo recuerdo un montón de callejuelas estrechas y oscuras y, de vez cuando, destellos de neones y luces de hoteles y restaurantes, que de cierto modo me recordaron a la sobreexplotación turística de la riviera maya. Aunque mi apreciación posiblemente sea errónea.

Ollantaytambo