chiara
inicio: 01.09.2021
fin: 25.01.2022
inicio: 01.09.2021
fin: 25.01.2022
Ya que acabo de aterrizar en Barcelona, aun me siento un poco perdida en la ciudad, entre sus calles y ritmos frenéticos. También han sido mis primeras experiencias colaborando con la asociación. ¡Estoy muy emocionada con las nuevas metas y proyectos que se me presentan! Hemos tenido algunas reuniones y formaciones, tanto para aprender sobre el funcionamiento general de las actividades a hacer como para conocer más acerca de los proyectos concretos en los que ayudaré como voluntaria dentro del área de Gestión Cultural.
Si bien es verdad que siempre los comienzos pueden ser abrumadores por la cantidad de información y por la sensación de ser nueva en una ciudad desconocida, tengo muchas ganas de continuar aprendiendo.
Esta semana ha sido complicada, pero también muy estimulante. He participado en uno de los Laboratorios de Creación organizados por la asociación, he comenzado y completado mis primeras tareas y he tenido oportunidad de descubrir un poco más la ciudad. También he seguido leyendo e interiorizando diferentes aspectos a la vez que he continuado informándome mejor sobre los proyectos y las herramientas de trabajo.
Todo esto me ha permitido comenzar algunas reflexiones a nivel personal, sobre todo alrededor del movimiento, de las formas y los colores. Para ello, he empezado a reunir ideas y a escribir a modo de pequeño diario personal. También me ha venido bien pasear por la ciudad, comenzar a conocer sus rincones, sus calles y sus ruidos, para entender mejor cómo me siento y qué cosas puedo seguir haciendo y mejorando para evolucionar como persona y en lo relacionado a mi labor como voluntaria. Me ha servido hablar y expresarme. Deseo seguir reuniendo estos pensamientos a modo de escritos cortos o poemas, vídeos o imágenes y, sobre todo, conseguir compartirlos y comunicarlos con los demás.
Si pudiera resumir la semana en un color, elegiría el BLANCO.
Mi segunda semana en Barcelona se cumplió el día jueves. He descubierto que las calles son muy largas y muy estrechas, tanto que a veces tengo la sensación de que no se alcanza a ver el cielo. Ha estado lloviendo y me gusta mucho trabajar con la lluvia de fondo. Me gusta el marrón mojado y el olor a asfalto sin secar.
Este viernes he asistido a uno de los ensayos de Noves Singularitats. He presenciado la grabación, ayudando con la comunicación y el montaje general. Siempre es diferente ver un espectáculo desde dentro, desde las sesiones de preparación y desde las miradas que la dirigen. Me siento bien por haber podido participar de forma tan directa y porque los movimientos, colores y formas que he visto también me sirven de inspiración.
Asocio esta semana al GRIS, pero a un gris especial. El gris borroso y húmedo del cielo cuando acaba de llover pero cuyas nubes siguen cargadas y listas para empezar otra ronda. El gris que deja de ser gris y se convierte en otra cosa. El gris que se entremezcla con la luz en forma de arco-iris.
Tengo la cabeza llena de palabras pero a veces en la boca se me quedan a medio camino. Tengo la cabeza llena de palabras pero a veces me tragan las olas del mar o los músculos en movimiento. Tengo la cabeza llena de palabras pero a veces las luces me dejan sin voz, sin peso, y sin más calor que el de los huesos recién limados.
Este viernes me he dado cuenta de que los cuerpos también hablan.
Pienso en que el azul del agua es en realidad el azul del cielo.
Esta semana he estado pensando en varios conceptos: los océanos que unen los continentes, los monstruos marinos y las madres que buscan a sus hijos en pantallas gigantes. También he estado moviéndome alrededor del color rojo (quizás porque desde que me recordaron la versión de Almodóvar de “La voz humana” he estado haciendo re-watch de sus películas) y en cómo baila de forma natural con los azules más tristes. Almodóvar me recuerda a mi madre. Aunque casi siempre recuerdo los títulos y no los argumentos, tengo la certeza de que he visto cada minuto de sus obras: de sobremesa, de fondo, de palabra. A mi madre le gustan las películas de Almodóvar incluso antes de que estrenen.
A veces creo que las cosas están conectadas. Después del sabor a ajo y aceite, la sesión de laboratorios de los martes con las abuelas comenzó más como una conversación en la puerta de una casa andaluza en verano: hablamos de refranes y dichos populares difíciles (dificilísimos) de traducir. Después de las fotos a escondidas y la certeza de un humor pasado de tiempo, hablamos de miradas y machismos bajo la lupa de una visión particular: lo que se dice ya no es lo que se es. Después de los recortes de periódicos, los estampados de leopardo y las voces de los hombres, hablamos a media lengua de todo lo pasado y de todo lo común, de Britney Spears y de monstruos inofensivos que solo existen en el imaginario de los pueblos.
He dedicado varios días a intentar escribir un poema pero no le encuentro un buen final: ninguno me convence y ninguno me termina de gustar.
Hace poco hemos ido a un parque que está cerca del local, un poco antes de que baje el sol del todo, para ver las partes en las que nadie se fija: las enredaderas que crecen en los muros de piedra, las escaleras llenas de tierra y los mosquitos que bailan solo cuando les da la luz.
Por alguna razón, he estado pensando otra vez en monstruos y he sentido lástima por ellos. Según la leyenda, san Jorge le clava una lanza a un dragón y de su sangre nace una flor roja. En su lugar, me imagino un campo lleno de rosas sin espinas, princesas que corren con los pies descalzos y días muy largos. Me imagino un castillo en ruinas, ventanas destrozadas por las plantas y el continuo movimiento de unas alas grandes y pesadas.
Quizás las fauces del dragón no hacían tanto daño.
El domingo pasado fui al cine. Llevaba unos dos años sin ir y estaba tan emocionada como si nunca antes hubiera pisado uno. En cierto modo era verdad: fue la primera vez que fui al cine en Barcelona.
Fue también la primera vez que fui sola al cine. La sensación es rara pero no sé por qué. Acostumbro a hacer muchas cosas sin compañía y ninguna de ellas me pesa: estudio sola, voy a cafeterías sola, visito museos sola, compro sola. Pero hay algo diferente en “ir al cine sola” que no consigo entender y de lo que no consigo tampoco desprenderme: ir al cine sola parece que significa que nadie quiere acompañarte. Quizás sea porque siempre lo he vivido como una especie de ritual: lo proponemos, pensamos qué película vamos a ver, nos arreglamos, quedamos un poco antes, tomamos un café, compramos las entradas, salimos, nos quedamos en silencio y, de repente y ya de camino a casa, alguien se atreve a comentar. Siempre he creído que si las películas son buenas de verdad, se tarda entre quince minutos y media hora en decir algo sobre ella más allá del “me ha gustado” de rigor justo al salir de la sala.
Vi “La metamorfosis de los pájaros”, de Catarina Vasconcelos. En la sala hacía mucho frío y me tuve que mover entre la gente a oscuras con los créditos de fondo porque pasaban los minutos y todos seguían sin levantarse. Lo malo de haberla visto sola es que no tengo con quién comentarla. Las voces y las imágenes del mar se me han quedado grabadas en la cabeza pero por más que he intentado describirlas, no me sale cómo hacerlo. Siento que es como intentar explicar la sensación que te deja un poema que te toca hondo o un olor a frutas muy dulce: puedo decir que me gusta mucho pero no exactamente por qué.
No estoy en los mejores días para escribir, en parte porque pasé un fin de semana prácticamente entero escribiendo y en parte, porque no me encuentro de humor para hacerlo.
Me he retrasado.
Si esta entrada la hubiera hecho el día que tocaba, habrían surgido mil temas: visitas, reuniones, comidas, aire libre, caminar, lo poco que hay de Miró en Barcelona, el color rojo, la virgen de Guadalupe, los álbumes de fotos o Basquiat.
Pero me he retrasado.
Por eso escribo sobre lo primero que me viene a la cabeza:
Es de noche. La calle está llena de gente: ríen, charlan o hablan por teléfono.
Un hombre está tirado en la calle, inconsciente.
La gente sigue pasando. Nadie mira.
Pasamos. Miramos. No decimos nada. Pasamos. Hablamos.
15 minutos después, suena la sirena de una ambulancia.
Esta semana ha durado aproximadamente mil noventa y cinco días. Y en realidad, lo único que ha pasado es que ha acabado Octubre. Y que ha empezado a hacer frío. Y que hemos estado más tiempo en las habitaciones. Y que hemos hablado menos. Y que se han cancelado planes.
llevo todo el día escuchando la misma canción. me resuena el principio:
NO ME MIRES NO ME MIRES NO ME NO ME NO ME MIRES
esta parte, me resuena menos:
MIRA AHORA MIRA AHORA MIRA MIRA MIRA AHORA
pero me gusta el cambio que hay entre una parte y otra.
lista de cosas que me sugiere:
paredes rosas (muy chillonas)
sofás con estampado de leopardo (muy suaves)
uñas (muy largas)
ganas de bailar (en casa)
ganas de bailar (en pijama)
ganas de bailar (en la silla de la oficina)
cantar (sin sonido)
moverse (sin ganas)
escuchar (sin atención)
son las 15:07 y (oh no) quedan menos de dos horas.
son las 15:08 y (oh no) se me ha olvidado.
son las 15:09 y (oh no) estoy nerviosa.
hoy tenemos participación en la radio (tengo ansiedad) me he bebido dos cafés (tengo ansiedad) uno dulce y otro sin azúcar (tengo ansiedad). pero mañana por fin es sábado.
Esta semana he escrito esta entrada más tarde y, como alguna que otra vez que me ha pasado, se me han olvidado muchas cosas que quería compartir.
Queda poco para el Mercado de Arte Social y Comunitario pero aun quedan muchas cosas que hacer: terminar los carteles, enviar emails, confirmar artistas y participantes, ... Estoy cansada y me fluyen poco las palabras. ¡Aun así, tengo ganas de que llegue el evento y ver materializado todo el esfuerzo!
Nuevamente, estoy escribiendo esta entrada fuera de tiempo.
Esta semana ha sido el Mercado de Arte Social y Comunitario. También han llegado tres chicas voluntarias de Letonia.
Nuevamente, estoy escribiendo y no me salen las palabras.
Pero esta semana he aprendido algunas cosas (aunque muchas ya las he olvidado):
que rojo en letonio es sarkans
que Daugavpils está llena de iglesias
que en muchos países del este hablan ruso
que hay una gran brecha generacional entre la gente de los noventa y la gente de dos mil
que mucha gente ha nacido en agosto
etc etc etc
Estoy agotada. Creo que es un sentimiento generalizado: el Mercado ha sido muy intenso. Esta semana ha pasado casi sin que me diera cuenta y, al mismo tiempo, se me ha hecho eterna. Voy a echar de menos a mucha gente. Agradezco haber podido compartir unos momentos, unas horas, unos días juntos. Pero también necesito ahora de mi tiempo y de mi propio espacio.
El cielo está despejado y brilla el sol aunque hace mucho (mucho) frío.
Mis vacaciones empezaron el domingo pasado. Esta semana me he sentido como una pantalla apagada: todo negro.
Desconexión, ropa calentita y teatro.
He aprovechado para estudiar y he leído menos de lo que quería.
De nuevo, el negro no es un color.
¡Bienvenido diciembre!
Me he dado cuenta de que es la primera vez que pongo una foto en el blog. Es del Laboratorio de Creación del martes, de cuando trabajamos con Nuria y Pepi. Podría haber elegido cualquier otro color para el título pero siempre, siempre se me van los ojos al magenta.
Estos días han pasados casi sin que me diera cuenta. Es un poco raro pensar que hace ya casi un mes desde el Mercado de Arte Social y Comunitario y que al estar ya a mediados de diciembre, significa que en poco más de un mes se acaba mi voluntariado. Eso también ha pasado sin que casi me diera cuenta. Tengo la sensación de que no he parado de hacer cosas y, sin embargo, que me quedan muchísimas que hacer.
Sigo descubriendo rincones de la ciudad que no conocía, y parece que nunca acabaré de hacerlo. A una semana de Navidad, Barcelona me parece más bonita.
Tengo que admitir que esta entrada la estoy escribiendo tarde (de nuevo), unos días después de que haya pasado Navidad. Entre una cosa y otra, la semana fue cortísima... Y los días de vacaciones (fin de semana incluido), se ha pasado volando. Estoy agradecida de volver a Barcelona, y de que las calles sigan decoradas.
En estos días hemos empezado a aprender nuevas tareas, lo que me hace volver a pensar que los meses han pasado super rápido y que en un mes acabo mi experiencia como voluntaria.
Tengo que decir que me gusta trabajar desde casa porque, en realidad, siempre acostumbro a hacer las cosas en mi habitación: escribir, estudiar, leer,...
En estos últimos días (desde el domingo que volví a Barcelona, de hecho) he notado de verdad el inicio del invierno, pero no por el mal tiempo o por esa humedad fría que caracteriza a las zonas de costa, sino porque el cielo está permanentemente gris. No sabía cuánto esa “falta de luz” me afectaba hasta ahora.
Sin embargo, esta semana ha sido buena: he acabado mi challenge de lectura del año, he re-descubierto grupos que hacía mucho tiempo no escuchaba y he pasados unos días en Valencia.
¡Última entrada de 2021!
¡Feliz inicio de año!
Parece mentira que ya esté acabando la primera semana del 2022. Pienso en cosas (noticias, situaciones, historias, incluso memes) que siento que sucedieron hace poco y realmente se ha cumplido un año (o casi) de ellas. Los meses y el tiempo pasan muy rápido, aunque aun parezca que seguimos dentro de un círculo que no acaba: vuelven a endurecerse las restricciones debido a la situación sanitaria. La verdad es que a una le deja un sabor bastante amargo en la boca, pero también dulce al pensar que, dentro de todo lo malo, todos mis seres queridos y cercanos están bien. Esto es algo que quizás se repite demasiado las veces que soy las gracias, pero no se me ocurre nada más importante ahora.
He visitado el Museo Picasso y me que quedado pensando en un cuadro de la época rosa. Siempre me han gustado más sus cuadros azules, pero esta semana estoy intentando sacar lo positivo dentro del caos y la incertidumbre así que prefiero continuar con esa imagen presente.
PD: Isa se ha enamorado de Samantha Hudson.
En los últimos días he estado pensando sobre Barcelona y algunas de las personas que he encontrado por el camino. También en otras que no forman parte de la ciudad ni nada relacionado con ella, pero que he conectado sin saber por qué.
Me siento agradecida por ellos y por las buenas experiencias. Por las charlas, los paseos, los espacios, las llamadas, las atenciones.
También por los momentos sola.
Hay algo de "familia" en eso.
He escrito parte de esta entrada en varios días. He estado aprovechando esta semana y últimos días para hacer una valoración general de mi experiencia, tanto personal como profesional.
Mi camino en Barcelona ha estado marcado por muchas cosas: imágenes, colores, sensaciones... Pero lo primero que me viene a la cabeza es la gente.
En la entrada anterior hablé un poco sobre el concepto de “familia”. Para mi es una palabra muy grande y por eso no la uso a la ligera... Pero puedo decir que en estos meses he encontrado personas que considero parte de mi pequeña familia y lugares que siento un poco como mi hogar.
Pienso en cosas que pueden tocarse y cosas que solo pueden sentirse: la playa de Tarragona con un helado, el salón de une amigue, un café librería, los caminos que se vuelven rutina, las piedras en el parque de la Ciudadela cuando baja el sol, la estación de tren, la “terraza” de la casa, las salas del arte románico en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, las cenas largas,...
Agradezco por las buenas experiencias y por las que no lo fueron tanto.
Agradezco por conocerme mejor y re-afirmarme en mis luchas.
Agradezco por atreverme y por saber cuando parar.
Agradezco por reconciliarme con el fuego.
Agradezco por las casualidades y por los tiempos.
Agradezco porque ahora puedo reconocer lo que es importante y no volver a cometer esos errores.
Si lo pienso, puedo trazar una línea que separa en dos estos meses en la asociación: de septiembre a noviembre y de noviembre a enero. Gracias especialmente a las dos personas que lo marcaron y por todo lo que me enseñaron.
Gracias a mi sagitarie favorite por dejarme escucharle y por recordarme que a veces hay que gritar muy fuerte para cambiar las cosas. Gracias por ser familia.
Nos vemos en Italia para Eurovisión, amores.