Parashát Tetzavéh

(“Porción Ordenarás”)

Shemót 27:20 – 30:10

Por: Kfir Ben Yehudáh

RESUMEN DE LA PARASHÁH

El Todopoderoso dijo a Moshéh que ordenara a nuestro pueblo Israel traer aceite de oliva puro para encender las luces del candelabro (menoráh), que debía estar encendida continuamente en el Santuario.

Aharón y sus hijos Nadáv, Avihú y Eli’ézer, nombrados por HaShém como kohaním (sacerdotes), tenían a su cargo, entre otras tareas, el mantener encendida la menoráh.

Sus vestimentas eran especiales según las indicaciones de HaShém. Estas debían ser confeccionadas por entendidos en este rubro. Las vestiduras de Aharón el Kohén HaGadól (Sumo Sacerdote), se distinguía sobre las de los demás, como en el efód, que debía ser de oro, celeste, púrpura y carmesí, y de lino. Sobre dos piedras de ónix, que se colocaban sobre las hombreras, debían grabarse los nombres de las doce tribus.

El pectoral tenía doce piedras, entre ellas rubí, topacio, ágata, zafiro, diamante, y que cada una llevaría grabado el nombre de una tribu. Se debían colocar en cuatro hileras de tres piedras cada una.

Aharón fue vestido como indicó Elohím y presentado por Moshéh y ungido con aceite, y luego el resto de los kohaním.

Por otra parte, el Altísimo señaló sacrificios que debían ser llevados al Santuario, y que los kohaním recibirían en sus manos, para luego tomar las partes del animal sacrificado, como su carne, su sangre, su sebo, y realizar distintas ceremonias con ellas. Todos estos rituales se repetían diariamente, los siete días de la semana.

COMENTARIOS DE LA PARASHÁH

Función del Urím y Tumím [1]

Estos eran elementos que estaban en el pecho del Kohén HaGadól, y permitían hacer consultas a HaShém, Quien respondía haciendo iluminar las letras que comprendían la Voluntad Celestial. En general se utilizaban para consultar asuntos que estaban relacionados con todo el pueblo, y no para situaciones particulares.

Hoy en día, con el tema de la Qabaláh, muchas personas de manera inescrupulosa pretenden utilizar medios que supuestamente la Qabaláh enseña, de manera que siempre se pueda proceder de la misma manera en situaciones similares, y así el Cielo responda igualmente.

Esto significa torcer el brazo de HaShém, lo cual es imposible; más bien el Creador responde cuando lo considera necesario, y en Sus propios términos y condiciones. Nuestra función es simplemente buscar la Voluntad del Cielo, pero sin pretender forzar una respuesta; si estamos buscando, debemos esperar pacientemente la respuesta y no emplear ciertos procedimientos para obtener lo que queremos. Urím y Tumím son un excelente ejemplo de la necesidad que tenemos de buscar y no imponer la Voluntad de HaShém a nuestro antojo y capricho religioso.

Las vestiduras de estatuto perpetuo

Que se haya decretado como estatuto perpetuo el tema de las vestiduras nos enseña sobre cómo debe ser nuestra vida de qedusháh (santidad). Éstas representan el servicio que debemos prestar al Creador, el cual nunca debe menguar ni ser opacado por otra clase de “vestiduras”.

Aunque hoy en día no existe el Sagrado Templo, cada judío debe vivir una vida que exprese su semejanza con Él, lo que se traduce en las obras de la Toráh, que siempre están vigentes. Nuestro buen testimonio de vida debe mostrarse siempre en forma permanente.

¿Por qué este estatuto es perpetuo?

No existe ninguna razón para pensar que podemos darnos licencias en nuestra vida en cuanto a las mitzvót (mandamientos) de la Toráh; de aquí que sea importantísimo cuidar nuestro camino, de manera tal que al final se logre la meta de entrar en el Olám Habá (Mundo Venidero).

Sangre en el lóbulo de la oreja derecha y en los dedos pulgares de manos y pies derechos

Esto tiene una hermosa simbología: La sangre en el lóbulo de la oreja nos da la idea de que siempre debemos estar listos a escuchar las palabras que vienen del Cielo. En el caso de los kohaním, la idea es similar, sólo que se enfatiza en la necesidad de escuchar atentamente para que las obras que vienen de escuchar sean aceptadas por el Cielo.

La sangre en los dedos pulgares de manos y pies, que son nuestros principales “instrumentos para hacer”, nos da la idea de que nuestras obras deben estar en armonía con lo que fue dictaminado por la Toráh.

Entonces, debemos estar listos para escuchar y hacer Toráh, de manera que cumplamos cabalmente la misión que nos puso el Rey del Universo como luminarias a los demás pueblos de la Tierra.


Lehitra'ót!

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[1] Los Urím y los Tumím eran dos inscripciones del Nombre Divino. Cuando Moshéh estaba en el cielo estudiando la Torá, HaShém le reveló el secreto de cómo hacer los Urím y los Tumím. Sólo Moshéh, a quien el secreto le fuera revelado, podía hacerlos y ponerlos en el pliegue del pectoral. Por lo tanto, en ningún lugar está escrito que nadie haya contribuido en hacer los Urím y los Tumím o alguna instrucción a los trabajadores sobre cómo hacerlos.


Sobre las doce piedras del pectoral estaban escritos los nombres de las doce tribus, los nombres de los patriarcas Avrahám, Itzjáq y Ia’aqóv, y también las palabras (shivté Ieshurún --tribus de Ieshurún – uno de los nombres dados al pueblo de Israel). En cada piedra había seis letras, incluyendo el nombre de la tribu, por lo tanto, había 72 letras en total.


Cuando se traía un interrogante ante el Kohén HaGadól, él meditaba en el Santo Nombre de los Urím. Esto provocaba que las letras sobre las piedras del pectoral se iluminaran o resaltaran. Estas letras formaban la respuesta a la pregunta. Sin embargo, dado que no estaban especialmente ordenadas, nuevamente el Kohén HaGadól tenía que meditar en el Santo Nombre de los Tumím y entonces se le daba Rúaj HaQódesh --inspiración Divina --un nivel de profecía menor que aquel llamado "nevuá" para ordenar las letras apropiadamente y transmitir la respuesta correcta. – Extraído de: http://www.tora.org.ar/contenido.asp?idcontenido=631