Parashát Ki Tetzé
Resumen de la Parasháh
La Toráh describe la manera permisible de que una mujer capturada en la batalla pueda casarse. Se protege el derecho de herencia del hijo primogénito. Se enseña la pena para el hijo que tomó el mal camino.
No se debe dejar en la horca el cuerpo de un hombre que fue colgado, toda la noche. Alguien que encuentra propiedad ajena perdida tiene la responsabilidad de devolverla. Está prohibido para hombres y mujeres usar ropa del sexo opuesto. Uno no debe tomar a un pájaro hembra y sus huevos; para tomar sus huevos se debe echar a la madre primero.
Una cerca debe ser construida alrededor del techo de una casa. Está prohibido plantar un campo con una mezcla de semillas, arar con un buey y un burro al mismo tiempo, o hacer una ropa con lino y lana juntos. Una ropa que tiene cuatro esquinas debe llevar tzitzít en las esquinas. Se enseña la prohibición de ciertas relaciones inmorales. Se enseña la suerte de un esclavo que se escapa.
Está prohibido la usura. Se le advierte a los Hijos de Israel en contra de hacer juramentos. Un trabajador puede comer de la fruta que está cosechando, pero no puede llevarla a casa. Son legisladas las leyes de divorcio y segundas nupcias. Un hombre recién casado está exento del servicio militar para poder estar con su mujer durante el primer año de casados. Se enseña la pena por secuestro.
Está prohibido remover las señas de la tzará’at. Se debe pagar a los trabajadores inmediatamente.
Convertidos y huérfanos tienen derechos especiales de protección. Los pobres tienen una parte de la cosecha. Una corte puede imponer el castigo de latigazos. Un buey no debe ser maltratado mientras trilla; se le debe permitir comer mientras trabaja.
Es una mitzváh para un hombre casarse con la viuda de su hermano si no hay hijos de ese matrimonio. Se debe ser honesto con respecto a las medidas de peso. Cualquier rastro de Amaléq debe ser erradicado, porque ellos tendieron una emboscada a los Hijos de Israel después del Éxodo.
Comentarios a la Parasháh
«Recuerda lo que Amaléq te hizo, en tu camino cuando saliste de Egipto, que se presentó a ti en tu camino, y golpeó a aquellos de ustedes que flaquearon..» (25:18).
La cabeza y el corazón son como dos personas distintas. Un concepto puede ser tan claro como la luz del día para la mente, pero si no lo enviamos a través de la 'super-carretera de la información' hacia el corazón, es como si dos personas distintas estuvieran habitando el mismo cuerpo.
Amaléq es el archienemigo del Pueblo Judío. Es un maestro de la emboscada. El permanece en espera en el camino que hay entre el cerebro y el corazón. El trata de secuestrar la idea en su camino a su destino, al lugar donde será cristalizado en convicción, el corazón.
¿Por qué tiene la Toráh que decirnos aquí «que se presentó a ti en tu camino»? ¿En qué camino? El camino de la cabeza al corazón. Intelecto que este fallo de convicción emocional lleva a cinismo y hedonismo, los dos grandes 'protegidos' de Amaléq. Como lo dijera una vez EM Forster «Solo conecta la prosa y la pasión...» solo conecta el cerebro y el corazón y el hombre alcanzará su verdadera vocación, ofreciendo la mente en el altar del corazón a su Creador.
(Escuchado de Rabí Yehoshúa Bertram en nombre de Rabí Yoséf Tzeinvort, shlitá.)
«Cuando salgas a batallar...» (21:10).
Cuando aún vivía en Londres, el Dayán Yejezqél Abramsky, ZT'L, daba un shi’úr (clase) cada viernes en la noche a jóvenes no-religiosos. Él los invitaba a su casa y les enseñaba la porción semanal de la Toráh.
Cuando llegó a la Parasháh de esta semana, Ki Tetzé, se la pasó toda la semana previa ponderando como explicar yefát to’ar, la ley que permite a un soldado judío en batalla tomar cautiva a una mujer.
¿Como iba a hacer entender este concepto aparentemente extraño a sus jóvenes estudiantes?
Por mucho que trato no logro encontrar un enfoque que encaje. Llegó la noche del viernes y aún ninguna explicación se materializó en su mente. Así que rogó a HaShém que Le ponga las palabras correctas en su boca. De pronto, durante la cena del viernes a la noche, HaShém le abrió los ojos y se le aclaró lo que decir...
Con sus estudiantes sentados alrededor de la mesa de Shabát, el Dayán Abramsky dijo:
«Antes de que abramos los Jumashím quiero que sepan algo: De lo que vamos a leer vamos a ver claramente cómo la totalidad de la Toráh es obligatoria sobre nosotros.
De la Parasháh de esta semana aprendemos que la Toráh nunca pide lo que está mas allá de la habilidad de una persona: En una situación en la que es imposible detenerse, la Toráh nos permite ¡seguir nuestros instintos!
Tiene que ser entonces que todo lo que la Toráh si pide de nosotros esta ciertamente dentro de nuestras capacidades. Y si la Toráh misma entiende los límites de la resistencia humana y permite aquello que esta fuera del poder del hombre soportar, tiene que ser que todo lo que ella ordena está a nuestro alcance y es obligatorio para todos nosotros...
Ahora abramos nuestros Jumashím y estudiemos la porción de esta semana...»
(Peniné Rabénu Yejezqél, escuchado de Rabí Naftalí Falk)
«No veras al toro de tu hermano, o a su oveja... perdido... con seguridad deberás devolverlo a tu hermano». (22:1).
¿Por qué la Toráh agrega «o su oveja» en este versículo? Si se me ha ordenado devolver el toro de mi hermano, seguramente estoy obligado a ¡devolver su oveja!
La oveja a la que alude este versículo es la «oveja» perdida de Israel. Israel esta esparcida como ovejas entre las naciones. A pesar de un exilio que parece interminable, HaShém mismo eventualmente vendrá como un pastor a reunir a las ovejas perdidas de Israel, retornando Sus hijos a la Tierra de sus ancestros.
(Basado en el Maharshá al fianl del Tratado Makót, en Mayaná Shel Toráh)
«El amonita y el moabita no pueden entrar a la congregación de HaShém; ni siquiera en su décima generación pueden entrar a la congregación de HaShém por siempre. La razón es que no salieron a recibiros con pan y agua en el camino, cuando salíais de Egipto». (23:4-5).
¿Qué tenía de terrible el hecho de que Amón y Mo’áv no salieran a recibir a los Hijos de Israel con pan y agua en el desierto?
¿Solamente por no haber salido a recibir al pueblo judío con «café con medialunas»? ¿Es un pecado tan grande?
Hasta un egipcio puede convertirse, y, después de tres generaciones, casarse con un judío. ¡Y sus ancestros usaron niños judíos como ladrillos para sus palacios y mausoleos! ¿Por una simple falta de hospitalidad, el amonita y el moabita nunca van a poder unirse al pueblo judío?
La razón es que los amonitas y los moabitas les deben su propia existencia a los judíos. Pues fue Avrahám Avínu, el padre del pueblo judío, el que rescató a Lot de una muerte segura con la destrucción de Sodoma. Y Lot fue el padre de Amón y Mo’áv. De no haber sido por Avrahám, jamás habría habido un pueblo amonita ni un pueblo moabita. Y cuando ellos no salieron a recibir al pueblo judío, descendientes de Avrahám, demostraron la esencia misma de su carácter: La falta de gratitud.
La ingratitud no puede infiltrarse de ningún modo en el pueblo judío, porque dar las gracias, admitir que uno recibió un favor, es la esencia de la condición de judío. La palabra yehudí proviene de la raíz «lehodót» que quiere decir «agradecer».
Al buscar shidúj (pareja para casarse), recordemos siempre esto: La «ingratitud crónica» hace que el individuo sea inepto para el matrimonio. Por lo tanto, el mejor «shiduj» es la persona que siempre da gracias por lo que tiene.
Resulta imposible hacer feliz a alguien ingrato. En cambio, aquél que siempre da las gracias, el que ve a todo como un regalo, ésa es la persona más fácil de alegrar de todo el mundo.
Esa es la pareja ideal.
Rambán; Rabí Moshéh Karlebáj
«Cuando un campamento salga contra tus enemigos» (23:10).
Mira a tu alrededor. Tenemos un reclamo genuino a la Tierra de Israel. Y, aun así, todos nuestros argumentos válidos suenan como retórica y propaganda. Y nuestros enemigos, con reclamos tan finos como un hilo, acaparan la simpatía de todo el mundo. Y continuamente se derrama sangre judía. La sangre judía sigue siendo gratis. ¿Por qué? ¿Por qué, a pesar de tener probablemente el mejor ejército del mundo, le estamos devolviendo tierra a los mismos a los que vencimos hace treinta años?
Mira a tu alrededor. ¿Acaso ves unidad en el pueblo judío? ¿Acaso percibes amor y tolerancia?
Únicamente cuando salgamos «como un campamento», como uno solo, «contra vuestros enemigos», recién ahí triunfaremos. Pero mientras en nuestro campamento reine el sinát jinám, el odio gratuito, por gusto o por las puras, estaremos forzados a dar, y dar, y dar...
Rabí Maharí HaKohén, ZT'L, en Mayaná Shel Toráh