Esta semana compartimos un Shabát especial, Shabát Sheqalím con la respectiva Haftaráh especial correspondiente. En época del Bet HaMiqdásh era tiempo de que cada judío contribuyera con medio Shéqel para la manutención del mismo.
Entre los fines de esta contribución anual encontramos compra de ganado para los sacrificios, manutención del Sagrado Templo, salario de los jueces, cuidado de las murallas de la ciudad, etc.
Dijo Schopenhauer: “Pocas veces pensamos en lo que tenemos; pero siempre en lo que nos falta”.
Medio Shéqel. Ni cero, ni uno.
No hay más Bet HaMiqdásh.
No hay más Sacrificios.
No hay más salario de jueces.
¿Para que seguimos manteniendo el Shabát Sheqalím? ¿Qué es lo tan especial?
La respuesta parece estar lejos, pero créeme que está mucho más cerca de lo que creemos.
Shabát Sheqalím te invita a buscar y seguir buscando cuál es tu medio Shéqel. Cuáles son aquellas cosas que te hacen ser tú mismo, y te anima a salir a buscar el medio faltante. A descubrir en el otro, todo aquello que nos suma y hace crecer.
Ojalá podamos recibir esta invitación y por medio de la introspección, descubrir todo lo que nos rodea.
Lehitra’ót!
HAFTARÁT SHEQALÍM
Melajím Bet (2 Reyes) 11:17 – 12:17
La primera alcancía de la historia
Iniciamos este Shabát la lectura de la primera de las “Arbá Parashót”. Se trata de cuatro lecturas especiales para lo que se extrae del Hejál un segundo rollo de Toráh para realizar una lectura especial acompañada a continuación de su correspondiente Haftaráh. Las Arbá Parashót son: Sheqalím, Zajór, Paráh y Shabát HaJódesh.
Cada una de ellas posee normas especiales respecto del momento del año en que deben ser leídas para culminar con la última la semana anterior a Pésaj.
La que nos ocupa hoy, por ejemplo, debe ser leída el Shabát anterior al primer día hábil del mes de Adár, que es el mes en que se festeja Purím (este año 2021 caerá al anochecer del jueves 25 de febrero). Zajór se lee la semana anterior a Purím, Pará la posterior y finalmente Shabát HaJódesh la semana anterior a Pésaj.
De esta manera sabemos que Sheqalím nos abre la puerta a los dos meses más espirituales del calendario, en Purím beber hasta no poder distinguir entre la bondad de Mordejáy y la maldad de Hamán, y en Pésaj cuatro copas.
Tanto la Parasháh como la Haftarát Zajór hacen referencia a la obligación de dar medio Shekel (siclo) de plata (poco menos de 6 gramos), a los varones en edad de ser enrolados en el ejército de Israel. La Toráh es taxativa respecto de la suma y no incentiva ambas posibilidades de dar de más o dar de menos (por eso la corta suma), para no hacer diferencia entre quien tiene más y quien menos.
De este modo bastaría duplicar la cantidad de siclos obtenidos, para conocer el número de hombres disponibles para la batalla Shmuel Bet 24:10 “Mas el corazón de David le remordió, después que hubo contado el pueblo. Y dijo David al Señor: “¡He pecado gravemente en lo que acabo de hacer! Ahora pues oh Señor, yo Te ruego perdones la iniquidad de Tu siervo, porque he obrado muy insensatamente”.
De este modo se conseguía no solo sortear dicho riesgo sino contribuir con las arcas del Sagrado Templo. Después de la destrucción del Segundo Sagrado Templo, el óbolo fue substituido simbólicamente por la lectura de este segundo rollo.
La Haftaráh que nos relata el fin de la intriga, en la que Atalyáhu, hija del rey hebreo אַחְאָב Aj’áv y la princesa fenicia אִיזֶֽבֶל Izével (Jezabel), extermina a cualquier sucesor al trono que pudiera poner en peligro su reinado de terror, en el que intenta imponer al dios Bá’al al reino de Yehudáh.
Al cabo del séptimo año, Yehoyadá el Sumo Sacerdote unge como rey a Yeho’ásh (Joás), nieto de Atalyáhu, a quien logró esconder de los sicarios, quien a su vez era su tío.
Bajo el influjo del sumo sacerdote Atalyáhu, Yeho’ásh lleva adelante un extenso reinado de cuarenta años (tantos como David), actualizando la costumbre del óbolo de medio Shéqel para recomponer el devastado Sagrado Templo que bajo el reinado de Atalyáhu había sido descuidado. Impone una forma de pago directo a los obreros y a su vez crea el antecedente de la alcancía, instalando a la entrada del Sagrado Templo un arca con una ranura para depositar en ella los óbolos.
Desafortunadamente, a la muerte de Yehoyadá, el Sumo Sacerdote, Yeho’ásh cae en la idolatría siendo asesinado por sus propios generales, en un contexto que ya le había dejado de serle propicio por las transgresiones incurridas. Aun así, la historia recuerda a Yeho’ásh como un monarca benévolo, octavo rey del Reino de Yehudáh, quien reinó entre 835 y el 796 AEC.
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