PARASHÁT BESHALÁJ

Shemót (Éxodo) 13:17 – 17.16

Haftaráh: Shoftím 5.1-31

Resumen

Después de que Par’óh (Faraón) deja salir a los Hijos de Israel de Egipto, Dios los lidera con una columna de nubes y fuego en una ruta circular hacia Éretz Isra’él (la Tierra de Israel), evitando a los filisteos. Par’óh se arrepiente por la pérdida de tantos esclavos y persigue a los hebreos con todo su ejército.

Los Hijos de Israel aumentan su miedo a medida que los mitzrím (egipcios) se acercan, pero Dios los protege. Moshéh levanta su bastón, y Dios abre el mar, y hace posible que los Hijos de Israel crucen sin problemas. Par’óh, con su corazón endurecido, ordena a su ejército que persiga a los Hijos de Israel, pero las aguas caen sobre los egipcios.

Moshéh y Miriám lideran a los hombres y mujeres respectivamente, en una canción (shiráh) de agradecimiento a Dios. El pueblo se queja sobre la falta de agua después de viajar por tres días para encontrar sólo aguas amargas en Maráh. Moshéh milagrosamente produce agua potable para ellos, y en Maráh reciben algunas mitzvót (mandamientos).

El pueblo se queja a Moshéh y a Aharón de que en Mitzráim (Egipto) tenían mejor comida. Dios les manda codornices para que tengan carne y los provee con el man (maná). El maná era un pan milagroso que caía de los cielos cada día excepto en Shabát, pero los días viernes caía una porción doble para proveerlos en el día Shabát. Nadie podía obtener más que su porción diaria. Sin embargo, el maná que caía en viernes duraba hasta el día siguiente para que los hebreos puedan descansar en Shabát. Una porción de maná fue apartada como un recuerdo para las futuras generaciones.

Después que los hebreos se quejan por la falta de agua otra vez, Moshéh produce milagrosamente agua de una roca. Luego Amaléq ataca a los hebreos. Yehoshúa lidera la batalla, mientras Moshéh pide a Dios por su bienestar.

Comentario

Poco tiempo después de que el pueblo de Israel saliera de Egipto, el Faraón con seiscientos carros persigue a nuestro pueblo que queda atrapado entre ellos y el Mar. Dijo Adonáy a Moshéh: “Tú alza tu vara y extiende tu mano hacia el mar y pártelo y que en él entren los hijos de Israel en medio del mar por lo seco” – Shemót 14:16, y así fue, convirtiéndose éste en uno de los milagros más conocidos y recordados de todo el texto de la Toráh.

Cuentan nuestros Sabios que cuando el pueblo se encontró entre la espada y la pared, o mejor dicho, entre la espada de Par’óh y el Yam Suf, se dividió en cuatro grupos:

El primer grupo opinaba que había que pelear contra los egipcios ya que eran hombres libres y debían defenderse.

El segundo grupo opinaba que debían rendirse, ya que el ejército egipcio era enorme.

El tercer grupo pensó que jamás podrían ganarles a los egipcios y entonces debían tirarse al mar.

El cuarto grupo decía que la única opción era rezarle a Dios para que los salve.

Mi pregunta es: ¿Cuál es la importancia de las opiniones de cada uno de los grupos? Las cuatro opiniones representan posibles respuestas a desafíos de nuestras vidas de todos los días: Pelear, rendirse, tirarse al mar, o rezar. Si cerramos los ojos y vemos nuestros sueños, nuestros objetivos, nos daremos cuenta que estas cuatro respuestas pueden servirnos.

Pelear, porque cuando sabemos a dónde queremos ir, debemos luchar para llegar hasta ahí.

Rendirse, porque hay veces que debemos renunciar a otras cosas para alcanzar lo que realmente es importante.

Tirarnos al mar, arriesgarnos y ser llevados por la corriente y así descubrir nuevas personas y nuevos caminos.

Rezar, y poder llegar así hasta la meta rodeados de aquellas personas a quienes más queremos, con fuerza, con salud y, por sobre todas las cosas, con paz.

Javerím (amigos) que todos en esta semana podamos animarnos a encontrar nuestras metas y así comenzar a cruzar nuestro propio mar en la búsqueda de ellas.

Lehitra’ót!