Parashát Terumáh
(Porción "Ofrenda")
Shemót (Éxodo) 25:1 – 27:19
Haftaráh: Melajím álef (1 Reyes) 5.12 – 6:13
Resumen
Dios le ordena a Moshéh Rabénu que construya un Mishkán (Santuario) y le da todas las instrucciones al detalle. Se le pide a los Hijos de Israel que contribuyan con metales preciosos y piedras, además de telas, pieles, aceite y especias. En el patio de afuera del Mishkán hay un Altar para quemar los sacrificios y una pileta para lavarse. El Mishkán está dividido por una cortina en dos ambientes. La habitación de afuera es accesible sólo para los Kohaním (Sacerdotes), los descendientes de Aharón. Esta contiene las Tablas de los Panes, la Menoráh (Candelabro de SIETE brazos) y el Altar de Oro para el incienso. En la habitación interna, el Qódesh HaQodashím (Santo de los Santos o Lugar Santísimo), sólo puede entrar el Kohén HaGadól (Sumo Sacerdote), y solamente una vez al año, en Yom Kipúr. Aquí está el Arón (Arca) que contiene los Diez Mandamientos escritos en las dos tablas de piedra que Dios le dio a la nación hebrea en el Har Sináy (Monte Sinaí). También se describe en detalle todos los utensilios y vasijas, así como la construcción del Mishkán.
Comentario 1
Construyendo entre nosotros
El tema principal de la sección de Toráh que leemos esta semana es la construcción del Mishkán, (el Tabernáculo, o ‘templo móvil’) que acompañaría a nuestro Pueblo Israel en su travesía por el desierto. Dios le da la orden a Moshéh Rabénu que tome de las ofrendas que voluntariamente traigan los hijos de Israel para su construcción. Les dice qué elementos y donaciones tomar de entre lo que le traigan, y luego viene el versículo más conocido de esta Parasháh: “Harán ellos, en Mi Nombre, un Santuario (Miqdásh) y Yo residiré entre ellos” – Shemót (Éxodo) 25:8
Luego de describir distintos materiales, les dice que lo que quiere que construyan es un Miqdásh, que será en el ya mencionado Mishkán. Un detalle: La palabra “Miqdásh” que traducimos como “Santuario”, expresa una idea de consagración, de santidad. Como lo explica el comentarista Ibn Ezrá es llamado “Miqdásh” por cuanto que allí residiría Dios. “Mishkán” por otro lado, nos habla de habitar, de residir en cierto lugar (espacio físico). Otro detalle, quizás más resaltante: Dios no dice “residiré en él”, sino “residiré entre ellos”. Dios pide un lugar en donde nuestro pueblo Israel se reúna, para así poder Él residir entre ellos.
¿Acaso Dios no podría residir “entre ellos” estén donde estén? Da la sensación que la lectura para hacer fuera otra. ¿Qué significa que Dios resida “entre nosotros”? Quizás signifique que habrá más espiritualidad, que podamos vivir en paz y armonía, que nos respetemos entre todos los seres humanos. No tengo una única respuesta y muchas otras ideas podrían agregarse a éstas.
Apreciados amigos, ahora, me pregunto: ¿Cómo construir un espacio digno de que en él habite Dios? Quizás el siguiente relato nos ayude a tener un enfoque del tema.
“Se cuenta que cuando Rabí Shalóm de Belz puso la piedra fundamental de su sinagoga, rezó a Dios pidiéndole que toda persona que vaya allí a rezar, su oración sea escuchada en los Cielos. … Él mismo se ocupaba de ciertos detalles de la construcción. Y era sabido entre los seguidores de Rabí Shalóm de Belz, que este Bet Knéset (Sinagoga) se seguiría construyendo hasta la llegada del Mesías, ya que a propósito no terminó por completo su construcción, para que en cada generación sigan sumando a su construcción… Incluso, una vez quisieron darle a Rabí Shalóm una gran suma de dinero para que concluya la construcción de la sinagoga, él se rehusó a aceptar el dinero y dijo: ‘Es mi voluntad que todo Israel tenga parte en este Bet Knéset’”.
Pedir por el otro, poner la fuerza de trabajo a disposición, ocuparse de los detalles, saber que no todo comienza y no se termina en uno mismo, siempre teniendo la intención de sumar nuevos brazos y nuevas voluntades.
Siguiendo esta línea, lo sagrado se construye entre todos, aportando cada uno lo suyo, tomando en nuestras manos la construcción de una comunidad donde queramos seguir sumando “ladrillos”, tomando lo que nos dejaron las generaciones anteriores, formando las generaciones futuras y al momento de terminar nuestra parte, saber que ellos, los que vienen detrás nuestro, serán capaces de seguir construyendo una sociedad y un mundo mejor. Así, con la ayuda del Cielo, podremos seguir trabajando en la construcción de nuestros lugares sagrados.
Comentario 2
וְעָ֥שׂוּ לִ֖י מִקְדָּ֑שׁ וְשָׁכַנְתִּ֖י בְּתוֹכָֽם׃
VE’ÁSU LI MIQDÁSH VESHAJANTÍ BETOJÁM
“Harán ellos, para Mí, un santuario y Yo residiré entre ellos”.
– Shemót (Éxodo) 25:8
La Parasháh de esta semana comienza con una orden, la mitzváh de construir un Bet HaMiqdásh. Aunque no voy a hacer un estudio exhaustivo del tema, citaré algunas opiniones al respecto.
Este mandamiento positivo consiste en construir una casa dedicada al Eterno. Y aunque pareciera por el lenguaje del versículo, que el mismo se refiere sólo al Mishkán (es decir, al Tabernáculo, o al “Templo Móvil” utilizado en el desierto), sostienen nuestros Sabios de distintas épocas, que se trata de una mitzváh dirigida a todas las generaciones (véase los comentarios de Rashí, Rambám, entre otros, al respecto).
Las visiones del Rambám y de Rambán al respecto se debaten el modo en que este precepto debe ser llevado a cabo: ¿Acaso el mismo implica la construcción de un templo que debiera tener todo lo necesario para realizar allí ofrendas y sacrificios, o solamente bastaría con una casa para que en ella resida la Shejináh, (la Presencia Divina).
Es interesante el debate sobre la misma construcción, es decir, sobre quién deberá construir el Bet HaMiqdásh, el Tercer Sagrado Templo.
Ese tercer Bet HaMiqdásh sería construido cuando llegue el Mashíaj. Según algunas opiniones, lo construirán las personas (Rambám, Hiljót Melajím 11:1), mientras que según otra opinión el mismo llegará ya construido desde el Cielo (véase el comentario de Rashí en el Talmúd de Babilonia, Tratado de Rosh HaShanáh 30a, entre otras opiniones).
El Rambám dice que la construcción recae sobre el “tzibúr”, es decir, sobre la congregación, y no sobre las personas como algo individual. Pero una vez que se decida construirlo, todos debemos construirlo y aportar para su construcción, tanto varones como mujeres (Hiljót Bet Habejirá 1:12, entre otros). Todos deberíamos ser presurosos en cuanto a la construcción del Sagrado Templo, con la hermosa excepción de quienes están estudiando Toráh.
Dice el Talmúd:
.אֵין מְבַטְּלִין תִּינוֹקוֹת שֶׁל בֵּית רַבָּן אֲפִֽילּוּ לְבִנְיַן בֵּית הַמִּקְדָּש
“No se debe suspender las clases de Toráh de los niños ni siquiera para construir el Bet HaMiqdásh” – Talmud de Babilonia, Tratado de Shabát, 119b:10; véase también Mishné Toráh, Hiljot Talmúd Toráh 2:2, Shulján Arúj, Yoré De’á 245:13).
Resumiendo, el Bet HaMiqdásh aparece para muchos como el lugar más importante dentro de nuestra Tradición judía. Allí residió, reside y residirá la Presencia Divina, la Shejináh.
Vemos que hay gente que se entrena para el momento de la construcción porque considera que es inminente que ocurra. Otros lo miran con escepticismo. Otros ni siquiera piensan en eso.
Sin necesidad de afiliarnos en este momento a ninguna postura, es importante notar qué es lo realmente importante: Al llegar el Mashíaj, y dar la orden de construir el Tercer Sagrado Templo, todos estaríamos obligados a construirlo, pero, sobre todo, aunque eso pase o no, no podemos dejar de pensar y de ocuparnos de la educación de los niños y niñas, de los jóvenes en general.
Dedicarnos a construir futuro, acompañar a los más chicos, a nuevas generaciones de estudiantes, líderes y maestros para el Pueblo de Israel, va a ser siempre la prioridad número uno.
Quienes se dedican a la formación educativa saben de lo complejo e importante que resulta lograr una buena educación.
No deja de sorprender que hasta lo que parece lo más santo de todo, se vea superado por la sacralidad del estudio de la Toráh. Creo que esto se debe a lo liberador del estudio, como dice el Pirqé Avót: “Las tablas eran obra de Dios, asimismo como la escritura grabada (“jarút”) sobre ellas” – Shemót 32:16. Léase “jerút” (“libertad”) en lugar de “jarút” (“grabado”), ya que sólo se considera libre aquel que estudia la Toráh, pues el estudio lo eleva” (Pirqé Avót 6:2). El estudio sincero y bien direccionado, nos libera de lo no deseado, nos permite elegir libremente lo que queremos.
La educación que vamos a dar va a ser una herramienta liberadora, de acercamiento a lo trascendente, a lo sagrado.
Queridos amigos, que este humilde comentario sirva de homenaje y reconocimiento a quienes se dedican día a día y brindan sus vidas a la educación, ya que derrepente no sea seguro que puedan ser recompensados materialmente, pero sí tendrán la recompensa del reconocimiento y la gratitud de sus alumnos.
Haftaráh
Melajím Álef (1 Reyes) 5:26 – 6:13
“Este Templo que construyes - si sigues Mis decretos, cumples con Mi estatuto, y observas Mis mandamientos...” (6:12)
Así como la Parasháh de la semana trata sobre el Mishkán, la Haftaráh describe la construcción del Primer Bet HaMiqdásh (Sagrado Templo) por Shlomóh HaMélej (Rey Salomón). En este versículo Dios le dice a Shlomóh: No pienses que la construcción de Mi casa es sólo con materiales; con plata y oro. Estas son solamente ilusiones - no el verdadero Bet HaMiqdásh. Ahora, “si sigues Mis decretos, y cumples con Mis estatutos”- de esto es de lo que el Bet HaMiqdásh está realmente construido. Y así como los materiales de su construcción son espirituales, así el Bet HaMiqdásh, aún después de su destrucción física, de que sus componentes materiales se desintegren, continúa existiendo: “Yo moraré entre los Hijos de Israel, y Yo no abandonaré a mi pueblo Israel...”
Lehitra’ót!