Sueño Florianópolis

“Sueño Florianópolis”, de la directora argentina Ana Katz, trata de una pareja de argentinos –separados, luego de muchos años de matrimonio– pero que viajan juntos de vacaciones a un balneario brasileño que da nombre a la película, junto con sus dos hijos adolescentes. En el alojamiento que alquilan se produce un intercambio de pareja con los propietarios de la cabaña. Pero lo que podría haber sido una situación melodramática se desdramatiza totalmente porque al ser ellos psicoterapeutas, a posteriori y con mucha tranquilidad, hablan sobre el tema y lo sobrellevan con sorprendente tranquilidad.

Esto ocurre, también –y, aparentemente– porque en el imaginario de los personajes (y de la película) Brasil parece ser una sociedad más abierta y liberal, un lugar al que uno va a divertirse y descansar. Estimulados por ese ambiente más laxo, los conflictos se resuelven de una manera que parecen no resolverse: se baypasean. Es decir, las tensiones se quedan como flotando, como si no fueran tales; y todo se asume con normalidad. Lo que hace honor al título del filme: “sueño”.

En este sentido, “Sueño Florianópolis” es lo opuesto a “La vida invisible de Eurídice Gusmão”, cuya trama se desarrolla dentro de una sociedad patriarcal, machista y tradicional; y en el marco de un melodrama completamente convencional. En cambio, en la cinta argentina es exactamente al revés. Lo disruptivo, lo no convencional termina siendo –no sin dudas y breves indecisiones– aceptado, pasa piola, no hay ningún problema. Incluso es el marido quien acepta que su esposa (la protagonista principal) se acueste con el propietario local y, en una conversación asertiva, le avisa que él se acostará con la pareja de su amante brasileño; dejándola un poco turulata. Eso es lo que me parece muy interesante de “Sueño Florianópolis”. Además, los inquietos conflictos planteados por el cambio de pareja también están mediatizados por escenas de vida cotidiana, reuniones sociales en la playa y todo lo que se espera disfrutar en vacaciones de verano; así como episodios de sus hijos adolescentes (y especialmente de la hija).

Sin embargo, pese a que todo parece resolverse amigablemente quedan dudas. De hecho, no se sabe bien por qué si la pareja está separada viajan juntos de vacaciones. Pero, sobre todo, tampoco queda claro si al final seguirán separados o si cabe la posibilidad –remota pero no imposible– de juntarse nuevamente. Todo se resuelve pero de una manera que pareciera no resolverse. Por si fuera poco, la hija les deja también un tema sin solucionar. 

No obstante la desdramatización de los conflictos de pareja, al mismo tiempo hay una constante (suave y playera) inestabilidad, pese a la asertividad con que los problemas se tratan en el filme. Además, esta cinta podría interpretarse –hasta cierto punto– como un sutil cuestionamiento a la moral tradicional y a la familia patriarcal.