LEJOS DEL DÍA
Una oficina lejos del día
me anuncia su mejilla
a media luz y piel furiosa.
Copulo pasos a desnivel
y suenan tambores
desde cafeteras enloquecidas.
La bruma me emociona.
Clips de ternura
se prenden achinados.
Extiendo mis tres piernas
y juego al intercambio vial.
Se cruzan viejos contactos
en miradas entre copas.
Cómo extraño la conversación
be to be, sin condón
ni tecnologías de anteayer.
Los cajones se me ofrecen,
los papeles, los sellos
me patean.
¿Cuál procedimiento
para la media mañana?
No existe tal jolgorio
en la cadena de valor.
La lengua horada con satisfacción.
El input de amores alguna vez sentidos
ya no es valor, solo olvido
y línea recta para medias tintas.
La nariz se desflema.
La papada se eleva.
Los labios arrugan,
el informe abanica
la raja donde archivo
tantas archipunkas, tanta lijada.
El streaming desconcentra,
la secretaria apunta quiebre de entrepierna.
Añoro los guiños de las videoconferencias,
la intimidad del altavoz.
Disimulo mi monogamia,
despedazo apetitos
y los uniformizo en rutinas.
No aguanto disfuerzos
tras la siesta.
La oficina se apacigua
con el control de cambios
y suda sus acuerdos de Directorio.
Las nubes les clavan un aura
y los edificios encanecen
por la procesión de millenials
sepultureros.
Bien dispuestos en sus elevaciones,
en ventanillas de contactos visuales
y encuentros intra vaginales. Yo solo miro.
Agarro presto papel cualquiera
y el ritual de manos
oculta, frena.
Los rascacielos
se bambolean en el polvo
atravesados de calor,
aspiran ciudad
y aspavientos de salida.
Son humores sombríos del sándwich
del mediodía revolcados en los fluidos
trotes que acechan los autobuses.
La tarde termina en caverna.
Prefiero las escaleras de servicio,
los recuadros circulares
penetran las oficinas donde paseo
hago la finta, reparto venias
y analizo los cuerpos.
Ay, la triste miel de tu vulva, les digo.
Mis ojos se ponen en blanco
y masajeo el posamanos biométrico.
Vida estreñida flota
lejos del día.