VI: LA PÉRDIDA

Entre cielo e infierno,

Vivimos.

En la caída,

Somos felices y solitarios,

En lo que se diluye,

Fuera y dentro,

Solo polvo exhalado por la trompeta

Lejana.

Y no hay después.

Venado, te encontré brincado en la carretera,

Se complementa una vida

Para contrapesar otra:

Tú, yo,

Torpeza equívoca,

Tan distintos y tan cercanos.

Tiempo irrisorio,

¿Por qué la causa sin efecto?

Escucha…

La atracción salta

En el correo imposible.

Teléfono,

Sorprendes a la soledad con la lejanía

De tantas llamadas irredentas.

Busco tu rostro en los rincones acostumbrados

A ver, pues,

Si vibra la grandiosa eyaculación

Del 37.2881.

Palabras faltan, escapan a tu belleza;

Bellos tus senos, ahora separados

Y caídos

Para los besos despedidos

Por amor insano.

Fuimos locos, por no mandarnos a la m...,

Pero por qué,

Si todo se diluye.

Por qué,

Si todo lo hicimos juntos (y yo, ni me fijé).

Por qué

No reintegrarnos en separación no discorde.

Por qué, pues,

Tantas explicaciones.

Herirnos con equilibrada felicidad,

Florecer en sexo tan moral,

Masturbarnos en el árbol de la vida,

Incandescer de necesidad

Para diluir el espejismo

Del teléfono que nos disyunta.

Venado,

Dudas y amas y no sabes

Qué pasará si ocurre,

Si el viejo compañero humilla sus cansadas alas.

Experimentaste el cruce de umbrales

Bifurcaste el 1, más allá de los contornos

Del amor;

Y el 2 se dividió y subdividió

—Sin temores, con certeza—,

Sin punto fijo:

Nuestra vida sin raíz.