VERANO

                                                            Para M. y MC.

Así, pues,

caminando cada cual por su lado

vamos arrastrando

holas quetales nosvemos;

como un par de ekekos

llevamos colgando

matrimonios, hijos, mascotas, parrillas,

anécdotas (las mismas)

y muchos mutatis mutandis

Con pasos lamidos por el mar

en una orilla que nos invita a partir

vagamos, lerdos,

por un panorama conocido desde la infancia

—arena, olas, brisa—

en el mismo orden de desaparición

tarde o temprano o, lo que es igual,

estructurando pensamientos y recuerdos

—no compartidos, por cierto—

sólo comunes al mismo paisaje

donde se aposenta ese tiempo

en el que cada cual construyó

su pequeña isla

su endeble duna

La acción continúa de la única forma posible:

fresco que revolotea en nuestros alvéolos

mar que saliniza las fosas nasales

sin curiosidad ni envidia por lo que flota freien

en nuestras mentes

alejados uno del otro como del cielo que miramos

combinando elementos de tierra, aire o agua

y armándolos paso a paso

en esta callada caminata

Con tan sutiles materiales

las imágenes vacías

se multiplican a rabiar;

más tarde intercambiaremos

chismes por quinquenios, referencias a décadas

conocidos que se adelantaron

y otros que preparan maletas

Hay un ámbito profundo en estas playas que se alejan

en estas pláticas tan íntimas

que pasan por aburridas

y es que la carne está ya tan pegada al hueso

que el sabor de unas pocas y dispersas alusiones

se pierde aún más rápido

envueltas en el chasquido de las olas

(Nos hemos vuelto muy corteses

y agradecemos la oportunidad

de sacar a pasear nuestras mutuas soledades)

Ah calma tan viva

ojalá ese ritmo me acompañara siempre

esa despedida de gaviotas

hincando sus firmes chillidos en la noche

telón de fondo para fogatas con morcillas remojadas

en viejos vinos caseros;

entonces hendir el cuchillo

y separar la carne

de ese aroma que despiden

los huesos del lobo marino en la arena,

el puñal ceremonial

que erosiona estas charlas nocturnas

salpicadas de valses y boleros

cantados en aullidos que cortan la respiración,

que nos arrastran más lejos

de lo que es posible recordar

Luego seguirán los silencios que inventamos

para poblar la memoria,

las prolongadas pausas

que presagian estos ocasionales encuentros

en sucesivas mudanzas

a lo largo de los litorales que fatigan nuestros pasos

Calma, sublime calma

en esta neblina que lentamente nos enfría