“Litigante”, un filme colombiano dirigido por Franco Lolli, empieza con una anciana pero terca abogada a la que diagnostican cáncer de pulmón; a partir de lo cual el filme transita, de un lado, entre los conflictos de la madre enferma con su hija (también letrada) y, de otro, los conflictos de la hija (personales y laborales). Uno de sus aspectos más interesantes es el montaje y en especial los cortes, ya que los utiliza muy bien para concatenar secuencias y crear un ritmo ágil. Por ejemplo, en algunos cortes la cámara está en movimiento y, en otros –aplicando una receta clásica–, un elemento con el que concluye una acción se repite en otra locación para dar inicio a la nueva acción. De esta forma, lo que detiene un movimiento (el corte) se convierte en un procedimiento de empuje, que hace avanzar la historia. Porque los conflictos dramáticos se expresan muchas veces mediante discusiones, debates, diálogos, etc. Por tanto, para evitar el riesgo de que la película se vuelva muy discursiva, los cortes y el montaje ayudan a que la historia avance y la película tenga un ritmo relativamente ágil. Además, las tensiones dramáticas están muy bien balanceadas y las actuaciones son eficaces.
A diferencia de varias películas de este festival, comprometidas con asuntos de género, en esta obra las dos protagonistas principales –hija y madre (que a la vez son madre y abuela, respectivamente)– son también mujeres profesionales que se han desarrollado autónomamente; es decir, no dependen de un varón y ambas son jefas de hogar. Por tanto, la cinta da por resuelto los problemas (discriminación por género y otros) que otras películas más bien denuncian o cuestionan; lo que también ocurre, por cierto, en “Sueño Florianópolis”.
Al mismo tiempo, ambas se comportan ante sus diversos conflictos interpersonales de manera autónoma pero también asertiva y demuestran tener agencia. La hija, sobre todo, encara simultáneamente tres complejas situaciones personales: la enfermedad terminal de su madre, un serio problema laboral que la conduce a la renuncia a su trabajo y la reconstrucción –no sin dificultades– de su vida de pareja. La madre, por su parte, enfrenta su problema de salud y, al mismo tiempo, interviene y presiona a la hija por sus decisiones sobre asuntos laborales y conyugales.
Ninguna de las dos es manca, por lo que la película es una intensa y constante secuencia de discusiones y negociaciones; no solo entre ellas sino también entre la hija y terceros (su jefe, el novio, la hermana, el ex marido). Como buenas abogadas, ambas son litigantes, pero no las vemos ejercer en un tribunal sino en sus propias vidas, enfrentando problemas con los que generalmente uno litiga en su vida: la muerte, el amor, el trabajo, los hijos. Lo peculiar es que no hay un efecto acumulativo, sino una constante batalla por resolverlos y superarlos. Es una película muy bien armada y de amplio despliegue emocional.