Cercano Jean Rondeau toca distante Johann Sebastian Bach

Hola amigos, hoy les comento un reciente recital del gran clavecinista francés Jean Rondeau efectuado en el Petit Palau de Barcelona. El Petit Palau es una sala más pequeña y convencional ubicada en un sótano lateral de gran Palau de la Música, de esa ciudad catalana. El recital estaba dedicado a una sola y grandiosa obra: las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach.

Debo decir que estuve muy entusiasmado con este recital ya que había escuchado un reciente cd con piezas de Bach por Rondeau y lo encontré notable en varios sentidos, por lo que mis expectativas fueron muy elevadas. Sentía una viva curiosidad por conocer el enfoque que le daría este joven virtuoso a tan compleja y formidable obra.

Ya en el local, aunque mi ubicación en la sala era en una zona central, ni muy lejana ni muy cercana al escenario, me di con la sorpresa de que se había cambiado la ubicación de los asientos. Y, como llegué relativamente temprano, me indicaron que podía ubicarme alrededor del instrumento, donde habían colocado sillas en cuatro o cinco círculos concéntricos alrededor de los cuales debía ubicarse el joven virtuoso. Es decir, que no valía la numeración y todo era por orden de llegada, pero con la ventaja de la cercanía al artista.

Lamentablemente ya otros se habían sentado en las partes laterales del primer círculo, desde donde se podía ver el teclado o al menos las manos del artista en acción. En una rápida decisión preferí ubicarme exactamente detrás del virtuoso clavecinista, desde donde podía ver al menos una de sus manos en parte del teclado, antes que verle la cara. En consecuencia, me pasé más de hora y media mirando básicamente el reverso de su melena y su espalda.

Algo es algo. Después de todo, estaba a metro y medio de Rondeau. Comprenderán mi entusiasmo: nunca había estado tan cerca una súper estrella de la música.  O, al menos de una superestrella en ciernes. Por si fuera poco, cuando se llenó el Petit Palau y se oscureció el auditorio, quedó solo una suave luz naranja que descendía sobre la banqueta vacía donde minutos después se sentaría el joven intérprete, iluminado por un aura de mística penumbra. Vestido con ascéticos pantalón y camisa negros, Rondeau parecía que nos transportaría a algún lugar de etérea musicalidad.

Lamentablemente, ello no ocurrió. Para empezar, el tempo de su interpretación fue lento, lo cuál es válido y en principio no está mal. El problema es que esa lentitud fue puesta al servicio de una interpretación fría y analítica. Rondeau estuvo obsesionado con diseccionar cada variación y hacer sonar hasta la última nota como si estuviera ejecutando una autopsia musical. Ya que en el camino se le perdía mucho de la emoción, la fantasía, el disfrute y la variedad de sensaciones que se acumulan en esta vasta colección de –valga la redundancia– variaciones.

Dije que su interpretación era lenta. Debí decir, muy lenta. Al punto que en varios momentos parecía que la música se iba a detener. Lo cual es lo contrario que yo había escuchado en el cd que mencioné antes. Sobre todo en la portentosa versión de la famosa Chacona de la Partita para violín BWV 1004, interpretada en una transcripción para teclado de Johannes Brahms. Una versión llena de empuje, tocada ligeramente más rápido de lo habitual, pero con una tendencia a lo monumental que me resulta arrebatadora.

Con esta versión en mente, me sorprendió la lentitud que hizo gala Rondeau en las Variaciones Goldberg.  Pero lo peor fue que en varias partes de su meticulosa interpretación la música sonaba puramente cerebral, muy estudiada, árida, carente de encanto o espontaneidad. Aunque debo reconocer que ya en la Chacona detecté cierta frialdad y distanciamiento en algunos de los momentos más conmovedores de esta pieza extraordinaria. Lo que atribuí a la legítima opción por evitar visiones romantizadas de Bach y más bien una opción por los patrones propios de la interpretación históricamente informada; es decir, por apego a una fidelidad estricta a los estilos de interpretación más cercanos, en lo posible, a los de la época de Bach. Ahora compruebo que no es así, sino que Rondeau se estaría decantando hacia un estilo más bien analítico y de quizás excesivo distanciamiento emocional.

Sin embargo, esto no me sorprende tanto, ya que en el campo de la dirección orquestal he tenido oportunidad de conocer versiones de este tipo por parte de reputados intérpretes. Ahora me viene a la mente una controvertida versión de la Séptima Sinfonía de Mahler por Pierre Boulez, el ultra analítico director y compositor francés. O la interpretación fría y objetiva del popular poema sinfónico Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel de Richard Strauss por Lorin Maazel, quien logró la hazaña de eliminar casi totalmente el humor de esta divertida obra musical.

Los estilos de estos (y otros) directores, ya sea por exceso de distanciamiento o incluso por pedantería, no impide que sean apropiados para otras obras o compositores. O incluso que estos estilos interpretativos se puedan compaginar con otras cualidades que añadan riqueza musical a determinadas piezas.

Aunque esto no se aplica a esta refinada pero fría versión de las Variaciones Goldberg por Rondeau. Pese a ello, debo reconocer que en las dos variaciones finales, previas a la repetición de la bellísima aria inicial, con el que concluye la obra, Rondeau pareció despertar e insuflar un poco más de empuje y vida a estos fragmentos; aunque siempre refrenándose en alguna medida. Ojalá que con el tiempo, este joven virtuoso se anime a ensayar otras opciones interpretativas que le permitan los buenos resultados que obtuvo en la grabación que mencioné anteriormente.

En todo caso, durante su recital Jean Rondeau me resultó físicamente cercano pero su interpretación la sentí muy distanciada y carente de vida, en el plano emocional.

Les agradezco que me hayan acompañado en esta video reseña. Mi nombre es Juan José Beteta. Hasta un próximo encuentro.