En los últimos meses, he estado escuchando diversos ciclos completos de las sinfonías de Beethoven en video: Ivan Fischer, Philippe Jordan, Sir Simon Rattle y llegué así al ciclo de Rafael Frühbeck de Burgos, quizás el menos favorecido por la crítica, en comparación con los anteriores. Sin embargo, debo decir que este ciclo a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional Danesa me ha gustado más que los mencionados; pese a que las orquestas son mejores y haya una que otra versión superior de alguna sinfonía en particular respecto al ciclo que aquí comentaré.
La razón es que los ciclos de estos directores más conocidos (Rattle, Fischer) o en alza (Jordan) hacen grandes esfuerzos por encontrar nuevos aspectos en estas obras emblemáticas del repertorio sinfónico. Y logran, efectivamente, versiones con detalles interesantes en sus diferentes enfoques directorales. Sin embargo, en honor a la verdad, no logran desbancar a las grandes versiones del pasado reciente (Harnoncourt, Gardiner, Abbado) o menos reciente (Karajan, Toscanini, Furtwängler, Klemperer, Walter, y un largo etcétera). Y en algunos casos (como el de Jordan) incluso llegan a echar a perder la interpretación de algunas sinfonías debido a manierismos con la dinámica.
Frühbeck, en cambio, no intenta descubrir la pólvora. Dirige las sinfonías dentro de un estilo tradicional pero con bastante energía y haciendo gala de una dilatada experiencia en este repertorio. No se encontrará acá un enfoque demasiado personal, como el que buscan (sin lograrlo del todo) los directores citados al inicio, pero sí versiones competentes de un maestro que sirve al compositor con gran respeto y que apenas se toma ciertas libertades en algún que otro momento, logrando versiones convincentes y extrayendo lo mejor de la orquesta danesa. Aun así, ofrece una versión un poco polémica de la octava sinfonía, que encontré personalmente innovadora siempre en el marco de su visión tradicional. Esto demuestra que no es necesario ir a los modos autenticistas para obtener renovados enfoques en estas (y otras) obras; al mismo tiempo, este ciclo revela que las versiones tradicionales aún tiene mucho que dar en el campo de la interpretación de estas músicas, tan tocadas y grabadas.
El ciclo está tomado de conciertos en vivo realizados entre setiembre de 2012 y junio de 2013 en la espectacular casa de conciertos de Copenhague (DR Koncerthuset). La caja con las sinfonías incluye también versiones de la Sinfonía Fantástica de Hector Berlioz, la Sinfonía Alpina de Richard Strauss y del conocido Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo (teniendo como solista al guitarrista Pepe Romero); también grabaciones en vivo realizadas hasta enero de 2014. Un hecho importante es que Frühbeck estaba enfermo de cáncer cuando inicio este ciclo de conciertos y acababa de ser nombrado director de la orquesta en 2012. Si bien se nota el declive físico, todos los conciertos están dirigidos con inusitado vigor y energía; sin sombra de decaimiento en ningún momento. El director utiliza una silla en algunos conciertos. Solo en la obra de Strauss, Frühbeck aparece ya sin cabello a causa de la quimioterapia, pese a lo cual dirige la obra de pie; fallecería cuatro meses después.
Las interpretaciones de las dos primeras sinfonías son las menos imaginativas y el enfoque tradicional muestra acá sus debilidades. Siempre se ha asociado estas sinfonías a la influencia de Mozart y Haydn, y Frühbeck intenta asociarlas más bien a la etapa de madurez del compositor; pero una madurez mal llevada: son versiones algo rígidas y –extrañamente– con menos ímpetu que las siguientes, con la única ventaja de claridad expositiva. No obstante, logra destacar aspectos humorísticos en los apaciguados terceros movimientos de estas obras, y la interpretación de ambas sinfonías mejora significativamente en los últimos movimientos (más veloces). El ciclo levanta vuelo en las siguientes sinfonías, de la tercera a la séptima. Estas sí son versiones beethovenianas muy logradas; como digo, sin grandes sorpresas como no sean el notable desempeño de la orquesta. Aquí destaco el entusiasmo de los músicos, varios de ellos se ve que disfrutan estas obras como en una primera vez. Hay sonrisas y guiños entre ellos que señalan la cantabilidad que la orquesta exhibe en numerosos momentos de estas vitales interpretaciones; pero también, en algún momento, la cara de decepción de algún clarinetista que no siente haber dado la talla en cierto momento de la Sinfonía Pastoral. Son, pues, interpretaciones vivas y vividas intensamente por la orquesta y su veterano conductor. Disfruté mucho estas versiones como creo que también lo harán quienes las escuchen.
Caso especial es la octava sinfonía, versión sorprendentemente original. Disgustará a algunos el tono algo apagado con que se inicia el primer movimiento, sin embargo –en contraste–, la parte central se vuelve intensamente dramática. El segundo movimiento tiene un humorismo más bien acotado y algo teutónico –pese a su ligereza– mientras que en los dos últimos movimientos se aprecian algunos inesperados cambios de tempo que no había escuchado en otras versiones y que evidencian un enfoque más personal, resultante de una dilatada experiencia directorial. Aunque algunos críticos opinan que esta y la siguiente sinfonía son los puntos más débiles del ciclo, encuentro más bien esta versión especialmente original (tratándose de Frühbeck), aunque quizás no para todos los gustos.
La Novena Sinfonía se ve lastrada por un cuarteto solista que llega con las justas a las partes más exigentes de sus respectivas intervenciones mientras que el coro sí logra un desempeño competente, considerando que el director es reconocido por su experiencia en el repertorio de música coral. Encuentro también en esta sinfonía –sobre todo en el primer movimiento– momentos de gran tensión y energía, lo mismo que en la segunda mitad del tercer movimiento; el resto de la obra se ejecuta sin mayores hallazgos y con ciertas irregularidades, dentro del mismo vigoroso enfoque interpretativo.
Las otras tres obras de esta generosa caja también ofrecen interpretaciones notables. Destaca, sobre todo, la versión de la Sinfonía Alpina, donde –a diferencia de otras presentaciones famosas en video (Karajan, Thielemann, Sinopoli, Nagano)– se puede apreciar un tremendo órgano que se luce sobre todo hacia la parte final de la obra. Se trata de una interpretación que elude los aspectos bombásticos en los que es muy fácil caer dada la exuberancia y dimensiones de la orquestación. Normalmente el clímax de esta obra ocurre en la parte central de la partitura, sin embargo, tengo la impresión de que Frühbeck traslada ese clímax al episodio de la tormenta; en la cual se alcanzan los mayores decibeles pero obteniendo una sensación de armonía antes que el de caos que generalmente exhiben otras versiones. Personalmente, encuentro esta interpretación revelatoria, gracias a la cual he logrado descubrir y disfrutar –después de muchos años– las bellezas ocultas en los episodios finales de esta sinfonía, que antes (en otras versiones) me han sonado puramente retóricas. Gran logro del director y la orquesta.
Demás está decir que el Concierto de Aranjuez encuentra acá a intérpretes idóneos y, hasta donde conozco, es posible que esta sea la única versión en video o blu-ray de la más popular pieza concertante del repertorio de guitarra. De otro lado, la sinfonía de Berlioz, siendo una buena interpretación, no resiste la comparación con versiones contemporáneas como la de Claudio Abbado en su último concierto con la Orquesta Filarmónica de Berlín (también en video y blu-ray), pese a un sesgo algo otoñal, propio de la etapa final del director italiano. Pero de todas maneras la versión de Frühbeck exhibe las características de vigor, impetuosidad y equilibrio formales que garantizan un disfrute pleno de esta famosa partitura.
El trabajo del director de video es bueno, no intrusivo, llegando a obtener algunas tomas espectaculares en la grabación de la obra de Strauss. La calidad de sonido también es muy buena y –si se adquiere la caja original– se puede disfrutar de un folleto de 120 páginas en varios idiomas, incluyendo el español, el cual contiene un interesante y muy bien escrito ensayo sobre el ciclo beethoveniano y las otras obras mencionadas a cargo de Karl Aage Rasmussen. Es sorprendente comprobar como aún se puede encontrar nuevos ángulos de análisis de estas obras tan conocidas.