El bicentenario Bruckner en China









Este año se celebra el bicentenario del nacimiento de Anton Bruckner el gran compositor austriaco, quién nació el 4 de septiembre de 1824. El acontecimiento musical más importante de este bicentenario bruckneriano aparentemente va a ser la publicación del ciclo de sus sinfonías completas por la Orquesta del Centro Nacional de Artes Escénicas de China, en Beijing, dirigida por su titular Lü Jia.

Lo que resulta muy interesante ya que la noticia viene de un lugar muy remoto y distinto de Europa. Esta orquesta es como cualquier otra orquesta europea o de nivel mundial. Es una orquesta de primer nivel y si ustedes no me creen pueden simplemente escucharla en su canal en YouTube (por cierto, con buen sonido).

Aquí hay una gran variada cantidad de obras del repertorio clásico convencional (así como algunas obras de autores chinos contemporáneos) y ustedes mismos podrán juzgar la calidad de las interpretaciones.

Nacido en China y nacionalizado italiano, el director Lü Jia no es un novato con talento recién llegado a la escena internacional; a diferencia de superestrellas veinteañeras como Klaus Mäkelä o Tarmo Peltokoski (muy promocionados por las disqueras). El maestro chino ya ha hecho una carrera en Europa dirigiendo hasta 100 orquestas y teatros de ópera; varios de primer nivel.

De hecho, comenzó en el Teatro Lírico Giuseppe Verdi en Trieste, Italia, y siguió como titular con otro en Toscana y una orquesta romana; así como luego también en Suecia, donde estuvo a cargo de la orquesta de Norrköping. Entre las grabaciones que pueden encontrarse de lo que hizo en aquellos años de formación tenemos la octava sinfonía de Alfred Schnittke, así como las obras orquestales de Ingvar Lindholm y piezas de compositores chinos.

Por tanto, se trata de un maestro que ya tiene una experiencia ganada y al mismo tiempo que ya tiene un estilo, lo está encontrando o ya encontró su voz propia, su voz personal. Si quieren tener una idea de cómo es esa personalidad pueden escuchar su versión de la novena sinfonía de Beethoven que realmente es espectacular (muy buena y con un sorprendentemente buen cuarteto de cantantes chinos). Oyéndola podrán darse cuenta del nivel artístico del que estamos hablando.

Parte de ese estilo particular de Lü Jia tiene que ver con la tendencia a la lentitud en sus interpretaciones de Bruckner, el que ya es un compositor lento de por sí: sus mejores momentos son los movimientos lentos de sus sinfonías, no los únicos –por supuesto– pero sí varios de los más representativos.

Algunos directores han decidido o prefieren dirigirlas a una velocidad mayor, otros a una velocidad más reposada, y hay un cierto promedio; del que se desprenden directos más veloces, otros lentos y otros muy lentos, polémicamente lentos. Entre estos últimos el más famoso es Sergiu Celibidache el director rumano, conocido también por ser opuesto a la grabación de discos y CD. Solo cuando falleció, y con autorización de la familia, ha sido posible publicar sus versiones de Bruckner y de varios compositores. Otro director que siguió esa ruta interpretativa fue su alumno, Rémy Ballot, que también tiene esa tendencia parsimoniosa hasta el borde de lo tolerable, ya que en ambos casos la música mantiene en gran medida la tensión y el impulso.

Cuando muchos pensamos que ya no podían hacerse cosas tan lentas como las de estos directores, aparece Lü Jia desde el lejano oriente, desarrollando una voz propia que se ubicaría –creo– en algún punto intermedio entre ambos conductores, y creando momentos únicos en algunas de sus versiones que comentaré más adelante.  

El ciclo va recién a publicarse completamente a fin de año, pero algunas sinfonías ya han sido publicadas comercialmente a la fecha. Por ejemplo, la segunda y la novena, que se pueden adquirir a un precio muy módico, por cierto. Mientras que las sinfonías 7 y 8 se pueden escuchar en Spotify, así como también en el canal de la orquesta que mencioné anteriormente, junto con la sexta. Las otras sinfonías (la cuarta, quinta, primera, en fin) están en proceso y se espera en los siguientes meses que estén disponibles.

A continuación, comentaré las 3 últimas sinfonías que me ha sido posible escuchar por estos medios (o sea, la séptima, la octava y la novena) y las demás las comentaré cuando el ciclo ya se haya completado.

En el marco interpretativo del director chino hay una cierta tendencia a la preeminencia de los instrumentos de cuerda sobre los instrumentos de viento y, luego. dentro de esa sección de los vientos de metal a la relativa preeminencia de las trompetas sobre los cornos o incluso sobre los trombones y la tuba; por supuesto, esto no es una regla fija, son solo algunas tendencias, porque hay momentos climáticos en los cuales la preeminencia de los instrumentos de viento sobre las cuerdas está presente, aunque también se escuchan las cuerdas en momentos que uno quizás no ha escuchado antes o no espera. De igual forma, hay otros momentos (aunque muy pocos) en los cuales, dentro de los metales, los cornos tienen una mayor preeminencia sobre las trompetas

Al mismo tiempo, hay una cierta preferencia por los planos sonoros horizontales; es decir, aprovechando el tempo lento, la orquesta no “monta” bloques de sonido unos sobre otros (verticalmente), sino que lo hace horizontalmente, de tal manera que uno puede oír (más o menos simultáneamente) lo que sucede en las distintas familias de instrumentos o partes de determinados fragmentos en toda su amplitud y riqueza estética.

Además, esa lentitud tiene como ventaja adicional que aparecen por aquí o por allá pequeños hallazgos de fragmentos musicales que no había escuchado antes o que los había escuchado de otra manera. Sin olvidar que Bruckner es un compositor que gusta de los silencios y las estructuras musicales discontinuas, lo que abonan en favor de la parsimonia.

Vayamos a las tres sinfonías, las que están excepcionalmente interpretadas por lo que solo voy a detenerme en los tramos que me han llamado la atención (otros oyentes encontrarán aspectos más críticos, distintos o valores adicionales). Aclaro que las partes no mencionadas me parecen soberbias, pero que están al mismo nivel que (o no aportan algo nuevo a lo escuchado en) otras interpretaciones famosas; las que, en honor a la verdad, abundan.

En lo referente a la séptima sinfonía, lo que me parece genial es el clímax del primer movimiento que realmente es espectacular. Cuando dije hace un momento que los cornos tienden a están superados por las trompetas, ello significa que los cornos crean una especie de base para que allí se asienten o surjan las trompetas, como si estuvieran por encima de unas poderosas nubes sonoras que se escuchan un poco lejanas pero que luego despuntan conforme avanza el crescendo hacia la grandiosa conclusión de algunos de estos finales de las sinfonías brucknerianas. Este efecto es una cosa realmente celestial que ya he escuchado en otras versiones de otra sinfonía (el primer movimiento de la cuarta por Barenboim y la Filarmónica de Berlín, por ejemplo).

En cuanto a la octava, diría que es la versión más controversial (dura prácticamente lo mismo que las de Celibidache y Ballot) sobre todo por el último movimiento. En su tramo final hay como una coda en la que Bruckner recoge el tema del movimiento inicial de la sinfonía (lo primero que escuchamos) para colocarlo ahí en un fortissimo terrible y atronador.  Lü Jia nos revela la tremenda tristeza de los momentos previos (preparatorios) y posteriores a esta parte; y lo que hace luego es aplacar ese fortissimo, “aplanarlo”, contenerlo y frenarlo, en el marco de esa tendencia hacia el plano sonoro horizontal, de tal forma que lo expande y –a la vez– lo atenúa. El resultado es que suena amargo y depresivo, no estruendoso, no “triunfal”; al punto de parecer mahleriano, lo que es un rasgo que no asociaríamos con el misticismo y la elevación religiosa de la música de Bruckner. (Esa relativa “amortiguación” sonora de la coda se aplica también a similar fragmento correspondiente al primer movimiento de la séptima sinfonía, comentado más arriba)

En consecuencia, se genera una tremenda tensión acumulada (no liberada) y cuando la música continúa hacia su grandiosa conclusión, esa apoteosis se convierte en la resolución de esa fuerte (con)tensión previa y, a la vez, en la resolución de toda la sinfonía, ya que allí se combinan los principales temas que han aparecido en esta magna obra. (Celibidache, por ejemplo, también es muy original en esta parte, en su famosa versión japonesa con la Filarmónica de Múnich, en la que este fortissimo se interpreta como un crescendo.)

Esta liberación subsiguiente y conclusiva, por lo general, se desarrolla en 3 partes o planos sonoros superpuestos. Es decir, primero sube la música a un, digamos, mezzoforte o quizás forte, de ahí se sube a un segundo plano (la parte intermedia del clímax) y finalmente –montado sobre esos dos pisos sonoros– aparece el final nuevamente en fortissimo. En cambio, en este sensacional remate, Lü lo que hace es de frente ir al “último piso” desde el comienzo; o sea, casi con la misma indicación dinámica, va a las tres partes de manera sucesiva. Así, apelando nuevamente a esa tendencia hacia los planos sonoros horizontales, vamos escuchando cómo se desarrollan simultáneamente los acontecimientos musicales en cada uno de esos tramos sucesivos; añadiendo ese efecto nebuloso a la vez que luminoso que mencioné antes. Este final es realmente único, a pesar de su extravagante lentitud. Y cuando escuché la obra en video y vi el enorme escenario del Centro Nacional para las Artes Escénicas de Beijing, me imaginaba esos famosos dragones chinos flotando en el aire sobre un mar de nubes sonoras abriendo el cielo hasta avizorar la infinitud.

Llegamos así a la novena sinfonía, que también tiene momentos únicos. El más impresionante para mi gusto ocurre hacia el final del monumental primer movimiento.  Aquí sucede lo que mencionaba antes sobre los instrumentos de metal. En la versión televisiva conté hasta 10 cornos contra 4 trompetas, más 4 trombones y una tuba. Con este despliegue, se podría pensar que los cornos iban a sonar más fuerte que las trompetas, lo que sucede raras veces. De hecho, solo ocurre en el extraordinario y visionario clímax, en el que los cornos llevan la voz cantante entre los metales, pero sobre esta especie de “colchón” sonoro se elevan finalmente las trompetas, apuntando a ese poder divino todopoderoso que inspiró al compositor. Este fue otro momento impactante en las audiciones que comentamos.

En el último movimiento, 4 cornos son reemplazados por las famosas tubas wagnerianas que le dan ese toque cálido y muy bello. Aquí ya retornamos a un tempo más convencional que lleva esta fascinante música de despedida hacia un final de una suavidad casi sobrenatural. Lo único que hay que lamentar es que el público aplauda inmediatamente, porque uno se siente como transportado al cielo después de un final tan hermoso y etéreo; cuando, de pronto, suena un estallido de aplausos y gritos del público que nos traen a tierra inmediatamente; rompiéndose esa sensación tan especial. Imagino que para el público chino esto también será un descubrimiento y motivo de satisfacción por tener una orquesta y un maestro a cargo tan notables, y poder disfrutarlo a plenitud.

Por tanto, recomiendo las versiones Lü Jia con la Orquesta del Centro Nacional para las Artes Escénicas de China (NCPA) de estas 3 gloriosas sinfonías. Ya saben dónde ubicarlas. Más adelante, cuando ya el ciclo esté publicado por completo comentaremos las versiones de las otras sinfonías.