Un Beethoven sobrio e intimista

El pasado viernes 11 de octubre asistimos a una nueva velada musical en la que disfrutamos de las interpretaciones del notable pianista italiano Christian Leotta y la Sinfonietta de la Sociedad Filarmónica de Lima, conducida por Pablo Sabat, como director invitado.

 

Leotta es un artista que ya nos visitó en años anteriores como parte de una gira mundial donde interpretó en varias capitales del mundo el ciclo completo de las sonatas para piano de Beethoven. Y ha vuelto esta vez para la primera presentación del ciclo de conciertos para piano de este icónico compositor. Este año tocó los conciertos N° 1, N° 3 y N° 4, y en 2025 interpretará los conciertos N° 2 y N° 5.

 

Las obras fueron presentadas en arreglos de cámara originalmente para piano y quinteto de cuerdas, realizados por el compositor alemán Vincent Lachner, estando las partes del quinteto reforzadas, de allí que resulte una pequeña orquesta de cuerdas.

 

Y esta fue la primera sorpresa de la noche ya que si bien esperaba una orquesta de cámara me apenó que faltaran los instrumentos de viento. Sin embargo, este pequeño conjunto dio la talla gracias a que el arreglo para cuerdas no pretendió emular ni competir con la versión orquestal completa, sino que imaginó la obra como si fuera hecha para este arreglo específico; es decir, para quinteto de cuerdas reforzado con más instrumentistas de cuerda de tal forma que, si bien añoramos la versión orquestal, se nos ofreció una interpretación distinta a la que algunos estábamos acostumbrados a escuchar y donde se destacaron los aspectos líricos de estas notables partituras.

 

Hace poco encontré en YouTube una versión para sexteto de cuerdas de la sinfonía concertante para violín, viola y orquesta de Mozart (con buen sonido e imagen, por cierto). Los intérpretes eran jóvenes estrellas en ascenso como la violinista Verónica Eberle, la chelista Sol Gabetta o Timothy Ridout en la viola.

Tocaban espléndidamente, pero buscando igualar o causar el mismo impacto que la versión orquestal completa, con violín y viola como solistas, apelando a su virtuosismo consumado. Y si bien la interpretación era espectacular no podía igualar la orquestación original. Ya sea por los acentos o el tempo, la cosa es que se sentía un sonido implacable,

pero a la vez incompleto y “puntiagudo”.

 

De allí que el arreglo debe buscar adecuar la música al grupo de instrumentos que la van a interpretar y no pensando en la instrumentación original, lo cual generará una sensación distinta a la acostumbrada. Pero esa es justamente la gracia: que realmente parezcan obras “nuevas” o “rehechas”, aunque, por supuesto, siempre fieles al compositor. Que sintamos estar revisitando estas obras y encontremos gratas sorpresas inesperadas, antes no escuchadas.

 

Otra ventaja de los arreglos camerísticos es que se puede escuchar prácticamente todo lo que toca el solista, en este caso, el pianista; lo que muchas veces no ocurre cuando lo acompaña la orquesta completa, la que puede “tapar” o hacer sonar en un segundo plano partes del solista.

 

En tal sentido, la dirección de Sabat también merece ser especialmente destacada ya que aplicó plenamente estas ideas a su dirección, añadiendo además un tempo un poco más pausado de lo acostumbrado, sobre todo en el caso del primer concierto para piano, caracterizado por su vivacidad y energía, que aquí se transmutó en una versión más intimista, tranquila y con un manejo sutil de la dinámica; aunque a veces no tan sutil, como, por ejemplo, creando contrastes inesperados en el primer movimiento y en el que también aprovechó el sonido delgado de los violines para encontrar o realzar nuevas facetas líricas de la obra. Realmente, muy original.

 

En cuanto al solista, Leotta se caracteriza por su sobriedad y equilibrio, es decir, por hacer que se escuche cada nota con claridad y dejando que la música transmita las emociones por sí sola, sin efectismos ni excesos. Quizás su origen italiano lo inclina más hacia el Beethoven que apunta al romanticismo (más apasionado), el Beethoven en los conciertos N° 3 y N° 4, antes que al clasicismo vienés (más ligero) del concierto N° 1.

 

En tal sentido, en esta obra resultó muy original ya que no la tocó con la ligereza y rapidez de otros, sino que la interpretó como una anticipación tanto de los siguientes conciertos como de la evolución en ciernes de Beethoven hacia su periodo intermedio. Y esto encajaba a la perfección con el sobrio acompañamiento de Sabat. Además, Leotta tuvo momentos de un intimismo muy logrado, por ejemplo, en el tramo final del segundo movimiento, al igual que en los movimientos lentos de los siguientes dos conciertos.

 

En el Concierto N° 3 el pianista ofreció una versión potente y realmente soberbia, en particular en su primer movimiento, mientras que en el cuarto concierto combinó la sobriedad con la fuerza en los momentos requeridos, pero también añadió la elegancia, consiguiendo sonido de gran belleza en el primer movimiento y de un inesperado recogimiento en un fragmento del vigoroso último movimiento (y así sentimos nuevamente estar “revisitando” esta obra y encontrando detalles rescatados por la sutileza y meticulosidad del solista).

 

En suma, fue un gran concierto no solo por las grandes dotes de Christian Leotta sino también por el apropiado acompañamiento de la Sinfonietta de la Sociedad Filarmónica de Lima, cuyo líder es Alejandro Machado. Es muy grato comprobar cómo hay fuerzas locales que pueden producir y “redescubrir” músicas excelsas con la más alta calidad en nuestro medio.