citations part three

Wordperfect for the Day

Part three. See part one and part two

Todas las cosas de que habla la ciencia, sea ella la que quiera, son abstractas, y las cosas abstractas son siempre claras. De suerte que la claridad de la ciencia no está tanto en la cabeza de los que la hacen como en las cosas de que hablan. Lo esencialmente confuso, intrincado, es la realidad vital concreta, que es siempre única. El que sea capaz de orientarse con precisión en ella; el que vislumbre bajo el caos que presenta toda situación vital la anatomía secreta del instante; en suma, el que no se pierda en la vida, ése es, de verdad, una cabeza clara. —José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (1930)..

Los lugares comunes son los tranvías del transporte intelectual. —José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (1930).

Esta teoría del conocimiento, de la razón, hubiera irritado a un griego. Porque el griego creyó haber descubierto en la razón, en el concepto, la realidad misma. Nosotros, en cambio, creemos que la razón, el concepto, es un instrumento doméstico del hombre, que éste necesita y usa para aclarar su propia situación en medio de la infinita y archiproblemática realidad que es su vida. Vida es lucha con las cosas para sostenerse entre ellas. Los conceptos son el plan estratégico que nos formamos para responder a un ataque. Por eso, si se escruta bien la entraña última de cualquier concepto, se halla que no nos dice nada de la cosa misma, sino que resume lo que un hombre puede hacer con esa cosa o padecer de ella. —José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (1930).

[...] Puede afirmarse, sin temor a errar, que toda teología popular, especialmente la escolástica, tiene una especie de apetito por todo lo que es absurdo y contradictorio. Si esa teología no fuese más allá de lo que son los dictados de la razón y del sentido común, sus doctrinas se nos mostrarían como algo demasiado fácil y conocido. En consecuencia, el asombro ha de provocarse a toda costa; ha de fabricarse el misterio; ha de buscarse la oscuridad; y ha de concederse un premio a los devotos creyentes que ansían tener una oportunidad para someter su razón rebelde prestando crédito a los sofismas más ininteligibles. —David Hume, Historia natural de la religión, 1757.

No puedo dejar de observar aquí un hecho que quizá merezca la atención de quienes hacen de la naturaleza humana el objeto de sus investigaciones. Es cierto que en cada religión, por muy sublime que sea la definición de su divinidad respectiva, muchos devotos, quizá la mayoría, seguirán buscando el favor divino, no mediante el ejercicio de la virtud y de la buena moral, que son las únicas cosas que pueden resultar aceptables a un ser perfecto, sino mediantes frívolas observancias, o haciendo gala de un celo desmedido, de arrebatos de éxtasis, o creyendo en opiniones misteriosas y absurdas. --David Hume, Historia natural de la religión, 1757. ### Y, en general, no hay modo de vida más seguro (ya que la felicidad es algo en lo que ni siquiera cabe soñar) que el de la templanza y la moderación: un modo de vida que logre mantener hasta donde sea posible un término medio y una suerte de insensibilidad en todas las cosas. —David Hume, Historia natural de la religión, 1757.

No era tan tonto como para creerse inteligente. —Matías Vallés.

En cada secció de cada negociat hi ha un parell o tres de persones que ho fan tot, que no fan altra cosa que treballar; els altres empleats no aixequen una palla de terra i van a l'oficina a parlar del primer que es presenti i a fumar cigarretes de l'estanc. Els empleats que treballen i els que no fan res viuen en un règim de perfecta pau. El destí dels uns és treballar, els altres han nascut per no fer res. El destí de les persones és un misteri insondable que val més mantenir en una penombra discreta i suau. —Josep Pla, 'Madrid, 1921. Un dietari'.

Si alguien en su discusión con nosotros se desinteresa de ajustarse a la verdad, si no tiene la voluntad de ser verídico, es intelectualmente un bárbaro. De hecho, esa es la posición del hombre-masa cuando habla, da conferencias o escribe. —José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (1930).

In the appropriate context features that are not specifically moral can have moral consequences. —Robert Nozick, The Nature of Rationality.

L'Estat ha considerat que per a entrar a l'administració s'ha de fer prèviament un exercici memorialístic sobre unes assignatures determinades davan el que hom anomena un tribunal d'oposicions. No es tracta pas de tenir uns coneixements determinats i menys encara de saber resoldre, pràcticament, uns problemes concrets. Es tracta de saber de memòria uns manuals --que generalment elabora la casa Reus-- i de repetir de memòria una assignatura dividida en temes --en temes d'oposicions. La pràctica, l'eficiència, s'aprèn després --després d'haver guanyat les oposicions. Es clar que de vegades no s'aprèn mai. Es igual. Es parteix de la base, en l'administració, que l'important no és l'administrat que paga la contribució, sinó l'administrador que ha guanyat les oposicions. Es un criteri. Es un criteri basat en la inversió de les coses de la realitat; però, com que és un criteri incommovible, és considerat un bon criteri. Què hi farem... Cada u per allà on l'enfila. —Josep Pla, 'Madrid, 1921. Un dietari'.

There's one way to find out if a man is honest: ask him; if he says yes, you know he's crooked. —Mark Twain.

A mi, i tant!, m'agrada la matèria, abans que tot, la realitat. Sento que la vida del poble m'acosta a la realitat, a la corporeïtat. Trobo en les coses tal com són el màxim encant, elements de meravella insospitats. —Josep Pla, 'Madrid, 1921. Un dietari'.

Una de las más importantes características integradoras del fenotipo de la personalidad en un auto-concepto, una representación mental interna del yo, que incluye los límites y las identidades entre el yo y otros individuos, grupos o ideologías. En su actuación como miembro de la sociedad, el individuo emplea este permanente auto-concepto para orientar su propia conducta y para determinar la medida en que cada uno de sus patrones de conducta es ego-sintónico, es decir, coherente con su imagen de sí mismo. Este auto-concepto, al haber sido producido, en parte, a través de una experiencia social normativa, representa normas sociales, toda vez que elige, entre las conductas posibles, aquellas que son coherentes con la imagen socialmente aceptable que el individuo quiere ofrecer al mundo. En la categoría de lo inaceptable se encuentran las conductas consideradas como inmorales, descorteses, infantiles, estúpidas o extravagantes; éstas son consideradas como ego-distónicas, excepto en condiciones especialmente tolerantes, y son eliminadas en favor de conductas más aceptables. Cuando el individuo pierde la capacidad de suprimir cierta conducta que él mismo considera como inaceptable en uno de esos sentidos, cuando es incapaz de mantener su conducta ego-sintónica, desarrolla un síntoma neurótico. Cuando altera su auto-concepto para incluir los contenidos defensivos de un síntoma neurótico (por ejemplo, desarrolla una inhibición racionalizada a partir de una fobia), ha desarrollado un rasgo de carácter neurótico. —Robert A. Levine, 'Cultura, conducta y personalidad' (1973).

Cuando hemos leído ya muchas literaturas y algunas heridas en el corazón nos han hecho incompatibles con la retórica, empezamos a no interesarnos más que en aquellas obras donde llega a nosotros gemebunda o riente la emoción que en el autor suscita la existencia. Y llamamos retórico, en el mal sentido de la palabra, a todo libro en cuyo fondo no resuene ese trémolo metafísico. —José Ortega y Gasset, El espectador.

Sólo el infortunio puede juzgar el infortunio, los sentimientos de la prosperidad son demasiado groseros para comprender nada de los delicados sentimientos del desamparo. —Chateaubriand.

A París hi ha un gran interès pel teatre. El teatre agrada no solament pel teatre mateix, sinó perquè amb el seu pretext una part de la societat es contacta i s'aglomera --cosa que no vol pas dir que s'uneixi. —Josep Pla, Notes sobre París (1920-1921).

"També convindria que enviés algun articlet sobre la música", em digué el director abans de marxar. "Vol dir? --que jo li vaig contestar--. ¿No seran massa articlets? -—Josep Pla, Notes sobre París (1920-1921).

Un robot es una máquina programada, y un aspecto importante de la programación es que está hecha con antelación a la ejecución del pensamiento mismo y es distinta de él. La relación, digamos, entre un computador que juega al ajedrez y la persona que lo ha programado no es patente, y está expuesta a interpretaciones erróneas. Podría pensarse que el programador vigila la marcha del juego y da instrucciones al computador a cada movimiento. De hecho, sin embargo, el programador trata de anticiparse a las contingencias, e incorpora instrucciones condicionales de gran complejidad; pero una vez que empieza el juego, tiene que mantenerse apartado. No se le permite dar al computador nuevas sugerencias en el curso de la partida. Si lo hiciera no estaría programando, sino jugando. Del mismo modo, los genes no controlan el comportamiento directamente en el sentido de intervenir en su ejecución. Controlan el comportamiento sólo en el sentido de que programan la máquina previamente a la ejecución. —Richard Dawkins, El mito del determinismo genético.

Un diagrama podría mostrar la evolución sufrida por el espesor de los muros desde la Edad Media hasta el día. En el siglo XIV la casa es una fortaleza. Hoy, el edificio de pisos es una colmena; es ella misma una ciudad, y las paredes son tenues tabiques que apenas nos separan de la calle. Todavía en el siglo XVIII las casas son espaciosas y profundas. El hombre vive en ellas la mayor porción de su jornada en recatada y defendida soledad. La soledad, hora tras hora goteando sobre el alma, hace faena de forjador sobre ella. La soledad tiene algo de herrero trascendente que hace a nuestra persona compacta y la repuja. Bajo su tratamiento el hombre consolida su destino individual, y puede salir impunemente a la calle sin contaminarse por completo de lo público, mostrenco, endémico. En el aislamiento se produce de manera automática una criba y discriminación de nuestras ideas, afanes, fervores, y aprendemos los que son de verdad nuestros y los que son anónimos, ambientes, caídos sobre nosotros como la polvareda del camino. —José Ortega y Gasset, El espectador (1 de 6).

No se sabe cuál será el término de este proceso. La historia de Europa ha sido hasta ahora una educación y fomento de la individualidad. Se había propuesto que la vida tomase cada vez con mayor intensidad la forma individual. Es decir, que al vivir, cada cual se sintiese único, responsable de sí mismo en el goce como en el deber y en el dolor. ¿Y no es ésta la verdad, la pura verdad trascendente sobre la vida humana? Magnífico o humilde, para el hombre, vivir es, en su raíz misma, haberse quedado solo --conciencia de unicidad, de exclusividad en el destino, que sólo él posee. No se vive en compañía. Cada cual tiene que vivir por sí su vida, apurarla con sus únicos labios, como una copa llena de lo dulce y lo agrio. A uno le pasa hallarse acompañado; pero el pasarle a uno no admite copartícipes. —José Ortega y Gasset, El espectador (2 de 6).

Y sin embargo, no puede dudarse de que hoy experimentamos un inesperado cambio de dirección. Desde hace dos generaciones la vida del europeo tiende a desindividualizarse. Todo obliga al hombre a perder unicidad y a hacerse menos compacto. Como la casa se ha hecho porosa, así la persona y el aire público --las idas, propósitos, gustos-- van y vienen a nuestro través y cada cual empieza a sentir que acaso él es cualquier otro. ¿Es esto sólo una finta, un cambio transitorio, un paso atrás para dar un brinco más alto de individualización? No se sabe; pero es un hecho que a estas horas gran número de europeos sienten una lujuriosa fruición en dejar de ser individuos y disolverse en lo colectivo. Hay una delicia epidémica en sentirse masa, en no tener destino exclusivo. El hombre se socializa. —José Ortega y Gasset, El espectador (3 de 6).

La cosa carece de novedad en la historia humana. Casi ha sido lo más frecuente. Lo raro fue lo inverso: el afán de ser individuo, intransferible, incanjeable, único. —José Ortega y Gasset, El espectador (4 de 6).

La socialización del hombre es una faena pavorosa. Porque no se contenta con exigirme que lo mío sea para los demás --propósito excelente que no me causa enojo alguno--, sino que me obliga a que lo de los demás sea mío. Por ejemplo: a que yo adopte las ideas y gustos de los demás, de todos. Prohibido todo aparte, toda propiedad privada, incluso esa de tener convicciones para uso exclusivo de cada uno. —José Ortega y Gasset, El espectador (5 de 6).

El odio al liberalismo no procede de otra fuente. Porque el liberalismo, antes que una cuestión de más o menos en política, es una idea radical sobre la vida: es creer que cada ser humano debe quedar franco para henchir su individual e intransferible destino. —José Ortega y Gasset, El espectador (6 de 6).

Los organismos por la cultura creados --ciencia o moral, Estado o Iglesia-- no tienen otro fin que el aumento y potenciación de la vida. Pero acontece que esas construcciones instrumentales pierden, a veces, su conexión con la vida elemental, se declaran independientes y aprisionan entre sus muros la vida misma de que proceden. El río se abre un cauce y luego el cauce esclaviza al río. —José Ortega y Gasset, El espectador.

We are placed in this world, as in a great theatre, where the true springs and causes of every event are entirely concealed from us; nor have we either sufficient wisdom to foresee, or power to prevent those ills, with which we are continually threatened. We hang in perpetual suspence between life and death, health and sickness, plenty and want; which are distributed amongst the human species by secret and unknown causes, whose operation is oft unexpected, and always unaccountable. These unknown causes, then, become the constant object of our hope and fear; and while the passions are kept in perpetual alarm by an anxious expectation of the events, the imagination is equally employed in forming ideas of those powers, on which we have so entire a dependance. —David Hume, The Natural History of Religion, 1757.

we shall find, that men are much oftener thrown on their knees by the melancholy than by the agreeable passions. Prosperity is easily received as our due, and few questions are asked concerning its cause or author. It begets cheerfulness and activity and alacrity and a lively enjoyment of every social and sensual pleasure: And during this state of mind, men have little leisure or inclination to think of the unknown invisible regions. On the other hand, every disastrous accident alarms us, and sets us on enquiries concerning the principles whence it arose: Apprehensions spring up with regard to futurity: And the mind, sunk into diffidence, terror, and melancholy, has recourse to every method of appeasing those secret intelligent powers, on whom our fortune is supposed entirely to depend. —David Hume, The Natural History of Religion, 1757.

El hombre no puede vivir plenamente si no hay algo capaz de llenar su espíritu hasta el punto de desear morir por ello. ¿Quién no descubre dentro de sí la evidencia de esta paradoja? Lo que no nos incita a morir no nos excita a vivir. Ambos resultados, en apariencia contradictorios, son, en verdad, los dos haces de un mismo espíritu. Sólo nos empuja irresistiblemente hacia la vida lo que por entero inunda nuestra cuenca interior. Renunciar a ello sería para nosotros mayor muerte que con ello fenecer. Por esta razón yo no he podido sentir nunca hacia los mártires admiración, sino envidia. Es más fácil 'lleno de fe morir' que exento de ella arrastrarse por la vida. —José Ortega y Gasset, El espectador.

Hoy se lee demasiado: la comodidad de poder recibir con poco o ningún esfuerzo innumerables ideas almacenadas en los libros y periódicos, va acostumbrando al hombre, ha acostumbrado ya al hombre medio, a no pensar por su cuenta y a no repensar lo que lee, única manera de hacerlo verdaderamente suyo. Este es el carácter más grave, más radicalmente negativo del libro. Por ello merece la pena que le dediquemos, como voy a hacerlo en seguida, nuestra última consideración. Buena parte de los terribles problemas públicos que hay hoy planteados proceden de que las cabezas medias están atestadas de ideas inercialmente recibidas, entendidas a medias, desvirtualizadas --atestadas, pues, de seudo-ideas--. —José Ortega y Gasset, Misión del bibliotecario, 1935.

The last trip (after the Danubyu one) was rather gruelling, travelling by bullock cart and small boats in the blazing sun --alas, your Suu is getting weather-beaten, none of that pampered elegance left as she tramps the countryside spattered with mud, straggly-haired, breathing in dust and pouring with sweat! I need a few months in grey, damp Oxford to restore my complexion! But in spite of all the difficulties I feel that what I am doing is worthwhile --the people of Burma deserve better than this mess of inefficiency, corruption and misuse of power. —Aung San Suu Kyi, 1989.

A este linaje pertenecen todos aquellos que se creen con una 'misión' -salvar la política de un pueblo, reformar la sociedad, mantener la pureza del arte. Se trata casi siempre de individuos que sienten confusamente su falta de aptitudes para el destino primario y efectivo en que cayeron y han de menester de ese otro vago y caprichoso oficio para fingirse una compensación. Así, el escritor de poco talento --algún día quisiera desarrollar este terrible, trágico tema: 'El escritor sin talento'-- tenderá a convencerse a sí mismo y a los demás de que escribir no es tener ideas, imágenes, gracia, amenidad, música verbal, etc. sino defender el socialismo o combatir por la libertad. ¡Qué sería, en efecto, del pobre hombre si no creyese tal cosa! Porque defender el socialismo o combatir por la libertad son cosas muy fáciles; tener ideas, en cambio, cosa tan difícil que no le ha acontecido nunca. —José Ortega y Gasset, El espectador.

Y, sin embargo, la verdadera emoción estética sólo se produce en quien no está dispuesto a tenerla y no ha preformado el gesto de admiración. [...] Yo creo que se ha perdido el sentido del arte a fuerza de multiplicarlo y abaratarlo. Cuánto mejor considerar el arte como una aventura que sobreviene alguna que otra vez, muy raramente. Por lo pronto es una sorpresa. Vamos por la vida ocupados en nuestros asuntos y de repente algo nos arrebata, nos saca de nuestro quicio, nos infunde un frenesí, nos arrastra como el vendaval divino a los profetas hacia una localidad extramundana. No hay arte sin éxtasis, en el sentido más rigoroso de la palabra, que es 'estar fuera de sí'. —José Ortega y Gasset, El espectador.

No dudo de que existan objeciones serias a mi tesis; pero antes de que éstas lleguen se producirá la habitual erupción en el volcán de lugares comunes que es todo hombre cuando habla de una cosa sin haber pensado antes en ella. —José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad.

La única verdadera rebelión es la creación --la rebelión contra la nada, el antinihilismo. —José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad.

El sentido primario y más verdadero de esta palabra 'vida' no es biológico sino biográfico, que es el que posee desde siempre en el lenguaje vulgar. Significa el conjunto de lo que hacemos y somos, esa terrible faena --que cada hombre tiene que ejecutar por su cuenta-- de sostenerse en el Universo, de llevarse o conducirse por entre las cosas y seres del mundo. —José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad.

Son ambas cosas --Universidad y laboratorio-- dos órganos distintos y correlativos en una filosofía completa. Sólo que el carácter institucional compete propiamente a la Universidad. La ciencia es una actividad demasiado sublime y exquisita para que se pueda hacer de ella una institución. La ciencia es incoercible e irreglamentable. —José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad.

De tal modo es imposible que el estudiante medio aprenda en efecto y de verdad lo que se pretende enseñarle, que se ha hecho constitutivo de la vida universitaria aceptar ese fracaso. Es decir, la norma efectiva consiste hoy en dar por anticipado como irreal lo que la Universidad pretende ser. Se acepta, pues, la falsedad de la propia vida institucional. Se hace de su misma falsificación la esencia de la institución. Esta es la raíz de todos los males --como lo es siempre en la vida, sea individual o colectiva--. El pecado original radica en eso: no ser auténticamente lo que se es. Podemos pretender ser cuanto queramos; pero no es lícito fingir que somos lo que no somos, consentir en estafarnos a nosotros mismos, habituarnos a la mentira sustancial. Cuando el régimen normal de un hombre o de una institución es ficticio, brota de él una omnímoda desmoralización. A la postre se produce el envilecimiento, porque no es posible acomodarse a la falsificación de sí mismo sin haber perdido el respeto a sí propio. —José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad.

Los poetas no me deben tanto: su estado natural les permite gozar de mis beneficios por derecho propio. Es, como sabéis, un grupo libre ocupado continuamente en regalar los oídos con falsedades y cuentos ridículos. Creen merecer sin discusión alguna la inmortalidad y hasta se la prometen a los demás.—Erasmo de Rotterdam (1466-1536), 'Elogio de la locura'.

Pero volviendo a la felicidad de mis locos, después de haber pasado la vida entre alegría y placeres, salen de este mundo sin temor a la muerte, sin sentirla y van derechos a los campos Elíseos donde sus afortunadas almas saborean en una santa ociosidad los placeres más refinados. Dadme ahora el hombre más sabio que podáis imaginar y comparadlo con uno de mis locos: pasa su infancia y su juventud atormentándose por aprender mil ciencias diversas; pierde los mejores años de su vida en sus afanes y trabajos sin gustar ningún placer en todo el resto de su vida. Siempre pobre, siempre miserable, triste y de mal humor, una carga para sí mismo e insoportable para los demás. La palidez, la anemia, la vejez y las enfermedades lo destruyen a mitad de su carrera y muere al fin en una edad en que otros hombres comienzan a vivir; aunque a decir verdad, la hora de la muerte poco importa para aquél que no ha vivido nunca. Tal es el retrato exacto de ese ilustre sabio. —Erasmo de Rotterdam (1466-1536), 'Elogio de la locura'.

Evidentemente, todo eso no es más que locura; sin embargo, precisamente esta locura es la que hace que la mujer guste al marido y el marido a la mujer; es la que conserva la paz en el hogar e impide rupturas y divorcios. Se hace mofa del marido burlado llamándole cornudo, calzonazos y no sé cuantas cosas más mientras que el infeliz seca con sus besos las pérfidas lágrimas de la esposa infiel. ¿Pero no es mil veces más feliz cayendo en este dulce error que abandonarse a los tormentos e inquietudes de los celos y sembrar por doquier la confusión y el desorden con trágicas escenas? —Erasmo de Rotterdam (1466-1536), 'Elogio de la locura'.

El discurso que voy a dirigiros no será premeditado ni estudiado. Por consiguiente contendrá menos mentiras. —Erasmo de Rotterdam (1466-1536), 'Elogio de la locura'.

I stifled a sigh. I have noticed that when I am most serious people are apt to laugh at me, and indeed when after a lapse of time I have read passages that I wrote from the fullness of my heart I have been tempted to laugh at myself. It must be that there is something naturally absurd in a sincere emotion, though why there should be I cannot imagine, unless it is that man, the ephemeral inhabitant of an insignificant planet, with all his pain and all his striving is but a jest in an eternal mind. —William Somerset Maugham (1874-1965), 'Cakes and Ale'.

Desecha por tanto la apreciación del vulgo y ten presente que los peores males no son la pobreza ni el linaje desconocido, ni la cárcel, ni la desnudez, ni la afrenta, ni la manquedad, ni la enfermedad, ni la flaqueza, sino los vicios y sus secuelas: la ignorancia, la estupidez y la locura. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

No seas tan sensible que te hiera la palabra más mínima. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Ya me parece estar escuchando a los filósofos exclamar: 'Es una desgracia estar loco, vivir en el error y en la ignorancia'. ¡Alto, amigos! Es ser hombre. —Erasmo de Rotterdam (1466-1536), 'Elogio de la locura'.

Alguien, quienquiera que fuese, dijo muy acertadamente que las riquezas eran un largo viático para un viaje muy breve. Las riquezas, las posesiones, los vestidos, se adquieren para nuestro uso pero cuando son en demasía, en vez de ayudar estorban lo mismo que gran carga a nave pequeña. El oro, si no es necesario, es como si fuera barro; y no obstante, su custodia nos causa graves preocupaciones y nos lleva a que, dedicándole exclusivamente nuestra atención, descuidemos otras cosas de las cuales es más interesante proveernos. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Fuera del hombre, en el mundo externo se encuentran las riquezas, el poder, la honra, la dignidad y la gloria, pero también la pobreza, la necesidad, el deshonor, la vida gris y el odio. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Consiste la verdadera sabiduría en juzgar con criterio recto apreciando las cosas en su valor real, no inclinándose hacia lo vil como si fuera precioso ni menospreciar lo precioso como si fuera vil, vituperando equivocadamente aquello que es digno de alabanza o loando lo que merece ser vituperado. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Es menester, por tanto, acostumbrarse ya desde la niñez a formarse opiniones verdaderas de las cosas, las cuales irán tomando cuerpo a medida que nos hagamos hombres, y que apreciemos en grado sumo lo que fuere recto y huyamos de lo que se presenta torcido, de modo y manera que esta disposición sea en nosotros como una segunda naturaleza que nos impulsará siempre a obrar bien a menos que seamos forzados y coaccionados a comportarnos mal. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

La sabiduría y la virtud deben ser amadas tanto como debe ser execrada la lisonja que nos priva de alcanzar lo que deseamos diciéndonos que ya lo hemos hecho; y otro tanto debemos agradecer la recta amonestación que nos conduce hacia la sabiduría, enseñándonos lo que nos falta para alcanzarla y facilitándonos los medios con los cuales obtenerla. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Si la conciencia está perturbada el alma sufre gravísimos tormentos, pero si está tranquila es causa del bienestar más placentero al que no se pueden comparar ni las riquezas ni el poder. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Si te molesta que te reprendan, procura no dar lugar a merecerlo; desventurado de aquel que no tiene quien le reprenda cuando lo necesita. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Nada hay que debilite más el vigor de la inteligencia y al mismo tiempo vaya contra la integridad de las funciones físicas que la voluptuosidad; y todas las energías, tanto anímicas como corporales, tienen su sustento en el trabajo y van debilitándose con la ociosidad y la molicie. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Es también imprudente tener una prudencia perniciosa. Es locura poseer una sabiduría fuera de lugar. Es decir que no hay prudencia más dañina que la que no sabe acomodarse al tiempo y a las circunstancias y que quisiera que la comedia de la vida no fuese una comedia. 'Donde fueres haz lo que vieres', dice el adagio; y tiene razón. La verdadera prudencia consiste, puesto que somos hombres, en no querer ser más sabios que lo que nuestra naturaleza permite. Se precisa soportar de buen grado las locuras humanas o dejarse arrastrar por el torrente de errores de la gente; 'pero —diréis—, es una locura conducirse así'. Estoy de acuerdo, si vosotros convenís también conmigo que eso es precisamente representar la comedia de la vida. —Erasmo de Rotterdam (1466-1536), 'Elogio de la locura'.

Un cuerpo pesado agobia al alma. La grosura corporal embota la agudez de ingenio. El comer, el dormir, el ejercicio físico y los demás cuidados que se prodigan al cuerpo deben serlo en función de su salud, no para regalo y placer; y a fin de que sirva diligentemente al alma, que no se rebele por demasiadas atenciones ni que decaiga por flaqueza física. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

[Habla la Locura] Estar contento de lo que se es y de lo que se tiene, ¿no constituye la mayor parte de la felicidad? Pues bien es mi querido Amor Propio quien os regala este beneficio; es él quien hace que cada uno se muestre orgulloso de su aspecto, de su ingenio, de su cuna, de su condición, de sus costumbres y de su patria. Gracias a él los irlandeses se creen más felices que los italianos, los de Tracia más que los atenienses, los escitas más que cualquier habitante de las Islas Afortunadas. —Erasmo de Rotterdam (1466-1536), 'Elogio de la locura'.

Si te acostumbras a la lisonja, nunca oirás la verdad. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Debe desesperar de su salvación quien haya perdido la vergüenza de obrar mal. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Son señales de virtud la mansedumbre, el pudor, la fidelidad, la humanidad, la cortesía, la amabilidad; y si algo hicieres o dijeres mira que no esté mancillado por la arrogancia, insolencia, petulancia u obscenidad; antes al contrario, todo en ti sea suave, amable y puro. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

¡Cuán grande es la necedad de los que se vanaglorian de ser cristianos perfectos y se jactan de ser los primeros en la observancia de la ley! Porque nadie puede saber si tiene o no virtud, ni si es digno de la gracia de Dios o de ser aborrecido por El[...] Por eso nos privó de enjuiciar al prójimo, haciéndonos ciegos y desconocedores de los secretos más recónditos de las conciencias, reservándose esa facultad como único escrutador del corazón humano. Porque las cosas externas, las únicas que el hombre puede ver, son señales muy débiles e inciertas de las internas. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Otra cualidad nada despreciable de mis locos es que son los únicos hombres sinceros. Y ¿habrá algo más bello que la verdad? Según Platón, Alcibíades afirmó que solamente el vino y los niños dicen la verdad. Es a mí solamente a quien corresponde esa gloria, como dijo muy bien Eurípides en esta bella frase: 'el loco, sólo dice locuras'. Todo lo que el loco lleva en el corazón lo dice su lengua sin ambages ni rodeos, mientras que el sabio tiene dos lenguas: una para decir la verdad y la otra para disfrazarla o disimularla. Posee el arte de hacer ver lo blanco negro y viceversa. Su boca sopla igualmente en frío que en caliente y sus discursos suelen estar con frecuencia muy lejos de sus pensamientos. —Erasmo de Rotterdam (1466-1536), 'Elogio de la locura'.

[Habla la Locura] Y a decir verdad, ¿quién se aprestaría de buen grado al matrimonio si reflexionara con prudencia los inconvenientes de ese estado? ¿Qué mujer cedería a los halagos amorosos de un hombre si pensara con cordura en las incomidades del embarazo, los dolores y peligros del parto, y el paciente trabajo de la educación? Por consiguiente, si debéis la vida al matrimonio y los matrimonios son producto de la Demencia, uno de mis vasallos, ¡daos cuenta de lo mucho que me debéis! Además, cuando una mujer ha experimentado todas estas incomodidades, ¿podría exponerse de nuevo, si mi vieja amiga la diosa Olvido no prodigara sobre ella su influjo? ¡Que el poeta Lucrecio diga lo que quiera! Pero ni la misma Venus podría negar que, sin mi concurso divino, todo su poder carecería de energía, quedaría sin fuerza y sin efecto. —Erasmo de Rotterdam (1466-1536), 'Elogio de la locura'.

La naturaleza nos señala las cosas que nos son necesarias, pocas y de fácil adquisición. La necedad humana ha inventado las superfluas, mayores en número y de más difícil adquisición. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

No aprecies las cosas mundanas de manera que puedan desviarte de lo que es justo y verdadero; para ello, no te doblegues ni a las riquezas, ni al parentesco; no te mueva la amistad ni los ruegos, las amenazas, la certeza de un peligro ni aun el miedo a la muerte. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

El diablo siempre está al acecho para aprovechar cualquier ocasión, por lo que no podemos sentirnos seguros. Siempre debemos estar prestos a combatirle como con verdad dijo Job: 'La vida del hombre en la tierra es una guerra continua'. Y pues es el demonio enemigo tan poderoso, fuerte, insidioso, astuto, veterano y aguerrido y dispone de tantas fuerzas y estratagemas y de tantos engaños, no podemos igualarlo ni superarlo ni esperar salir victoriosos. Por esto, desconfiando humildemente de nuestras fuerzas, nos hemos de acoger a Dios implorándole socorro. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

El ingenio o talento se pule, labra y afina con muchas artes humanas y divinas, y acrecienta conocimientos para comprender más exactamente las cualidades y valores de cada cosa, con lo que la voluntad está en situación de decidir qué es lo bueno que debe seguir y lo malo que debe evitar. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Más feliz serás y debes consideralo cosa mejor, ser injuriado que injuriar; ser engañado que engañar. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

I do not believe they are right who say that the defects of famous men should be ignored; I think it is better that we should know them. Then, though we are conscious of having faults as glaring as theirs, we can believe that that is no hindrance to our achieving also something of their virtues. —William Somerset Maugham, The Summing Up (1938).

Si no nos fuere dado ejemplarizar con nuestra conducta, bástenos la satisfacción de la propia conciencia; y si el criterio humano estuviera tan falsamente orientado y de moral tan equivocada que considerara como muy malo precisamente lo que es lo mejor, entonces afanémonos para que tanto nuestras obras como los pensamientos más íntimos merezcan la aprobación de Dios. Con esto basta y sobra. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Si la discusión no es provechosa, es superflua. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Desventurado de aquel que se mezcla en cosas de las que no se puede escabullir sino mintiendo. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

[...] Tales son las consecuencias generales de las doctrinas tácticas de Engels y de las ambigüedades fundadas en la teoría de la revolución social. En última instancia no son más que las consecuencias finales de la forma platónica de plantear el problema de la política, mediante el interrogante: '¿Quiénes deben gobernar?' Es tiempo ya de que aprendamos que la pregunta: '¿quién debe detentar el poder en el estado?' importa muy poco si se la compara con las preguntas: '¿cómo se detenta el poder?' y '¿cuánto poder se detenta?' Debemos aprender que, a la larga, todos los problemas políticos son institucionales y se refieren más al marco legal que a las personas, de modo que el progreso hacia una mayor igualdad sólo puede hallarse respaldado por el control institucional del poder. —Karl R. Popper, 'La sociedad abierta y sus enemigos', 1943.

Y el Señor en su Evangelio nos prohíbe jurar. Para afirmar, sólo debemos decir: 'así es' y para negar 'no es así'. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

No quieras escudriñar en las vidas ajenas ni, como dice el Sabio, busques malicia en la casa del justo ni escarbes con curiosidad morbosa en la conducta del prójimo; guárdate, sobre todo, de dar publicidad a los defectos de los demás ni quieras averiguarlos; esto es propio de corazones sin piedad y de almas resentidas. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

En la amistad no mezcles pensamiento alguno de enemistad; no creas que quien es tu amigo puede convertirse en tu enemigo; de otra manera la amistad será débil y frágil. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

El gran premio del esforzarse por la adquisición de la cultura, y su más auténtico fruto, consiste en que el gran y vario caudal de conocimientos obtenidos han de servirnos, no para alardear y buscar la admiración del necio, sino para aplicarlos en la vida práctica, siendo el que las posea el primero que saque provecho.—Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Quienes se afanan por establecer la paz entre los hombres y procuran conservarla estable y duradera serán llamados hijos de Dios, según el testimonio de Cristo cuando nos habla de los pacíficos. Los que siembran discordias y destruyen el amor entre los hombres son hijos del diablo. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Ten en grande estima el veredicto de tu propia conciencia apreciándolo más que toda la gritería de la estulta y loca muchedumbre que aprueba y condena lo que desconoce con la misma temeraria ligereza. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Es conveniente que no solamente te ames sino que te tengas respeto y te avergüences de ti si decides obrar mal tonta e imprudentemente y perpretar cosas desvergonzadas, feas, malvadas o impías. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

[Speaking about his years as a medical student] For here I was in contact with what I most wanted, life in the raw. In those three years I must have witnessed pretty well every emotion of which man is capable. It appealed to my dramatic instinct. It excited the novelist in me. Even now that forty years have passed I can remember certain people so exactly that I could draw a picture of them. Phrases that I heard then still linger on my ears. I saw how men died. I saw how they bore pain. I saw what hope looked like, fear, and relief; I saw the dark lines that despair drew on a face; I saw courage and steadfastness. I saw faith shine in the eyes of those who trusted in what I could only think was an illusion, and I saw the gallantry that made a man greet the prognosis of death with an ironic joke because he was too proud to let those about him see the terror of his soul. —William Somerset Maugham, The Summing Up (1938).

La gente vulgar ha tergiversado el concepto de lo que es un bien corrompiendo el verdadero sentido que le dieron los que como tal lo señalaron, volviendo así al revés la estimación de las cosas. Por tanto, es menester regresar a su prístina y real acepción para fijar lo que son verdaderamente bienes. Así, no podemos conceptuar como tales las riquezas, las piedras preciosas ni los metales valiosos ni los soberbios edificios ni el ajuar cuantioso; la verdadera riqueza consiste en no carecer de lo que es necesario e indispensable para la conservación de la vida; la gloria es el renombre que nos proporciona nuestra virtud; el honor es el reconocimiento de una virtud excepcional; la influencia deriva del favor conquistado con nuestras buenas obras; la dignidad es tanto la buena opinión que de nosotros tengan los demás por nuestra buena conducta como el decoro que aparece al exterior, trasunto de nuestra íntima virtud. De la misma manera, el poder o el mando es mirar recta y desinteresadamente en favor de aquellos que están a nuestro cuidado. —Joan Lluís Vives (1492-1540), Introducción a la sabiduría.

Si convençuts d'aquests principis donem un cop d'ull a les biblioteques, ¿quins estralls caldrà que fem? Si agafem, per exemple, algun volum de teologia o de metafísica escolástica, preguntem-nos: ¿és que conté algun raonament abstracte sobre la quantitat o el nombre? No. ¿Es que conté algun raonament empíric sobre els fets i l'existència? No. Confieu-lo llavors a les flames, car no pot contenir més que sofisteria i il.lusió. —David Hume, Investigació sobre l'enteniment humà. 1775.

Pues bien; la adopción de una actitud antiigualitaria en la vida política, es decir, en el campo de los problemas concernientes al poder del hombre, no es ni más ni menos que un acto criminal. En efecto, se justifica con ella la teoría de que las diferentes categorías de personas tienen diferentes derechos, de que el amo tiene derecho a encadenar al esclavo, de que algunos hombres tienen derecho a valerse de otros como de herramientas, y puede utilizarse, por último --como en el caso de Platón-- para justificar el asesinato. —Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, 1943.

Realment, jo no sóc pas un tècnic dels esports. Una vegada vaig dir que el tenis em semblava un passatemps molt ensopit, i vaig rebre diverses cartes lamentant que un home tan ignorant de les necessitats de la joventut de la nostra època tingués la llibertat d'escriure semblants insanitats. El cricket em sembla encara més ensopit que el tenis --mirant les coses com un espectador, és clar-- i per això no es deu haver implantat al continent. El cricket actua per saturació: és a dir, és susceptible d'avorrir un nombre determinat de persones ja prèviament i definitivament ensonyades i avorrides. En aquest sentit, resol d'una manera perfecta la manera de passar candorosament les tardes d'estiu, en aquestes illes. Es per saturació d'avorriment que el joc que fan amb una petita pilota uns homes amb unes cames de cavall bretó resulta divertit. —Josep Pla, Cartes de lluny.

Així, no crec que ningú quedi sorprès si dic, per exemple, que la quantitat de pintura que m'ha passat per davant dels ulls ha estat considerable. He vist molt bona pintura, però la quantitat de pintura dolenta, horrible, que he hagut de presenciar no té ni fi ni compte, ha estat d'una abundància fenomenal. Dir que me'n penedeixo no seria pas tota la veritat. Al contrari: la vida és feta així: per a arribar a algun resultat s'han de passar amargors inacabables. —Josep Pla, Cartes de lluny.

In my youth, when my instinctive feeling about a book differed from that of authoritative critics I did not hesitate to conclude that I was wrong. I did not know how often critics accept the conventional view, and it never occurred to me that they could talk with assurance of what they did not know very much about. It was long before I realized that the only thing that mattered to me in a work of art was what I thought about it. —William Somerset Maugham, The Summing Up (1938).

But the only important thing in a book is the meaning it has for you; it may have other and much more profound meanings for the critic, but at second-hand they can be of small service to you. I do not read a book for the book's sake, but for my own. It is not my business to judge it, but to absorb what I can of it, as the amoeba absorbs a particle of a foreign body, and what I cannot assimilate has nothing to do with me. —William Somerset Maugham, The Summing Up (1938).

The value of culture is its effect on character. It avails nothing unless it ennobles and strengthens that. Its use is for life. Its aim is not beauty but goodness. Too often, as we know, it gives rise to self-complacency. Who has not seen the scholar's thinlipped smile when he corrects a misquotation and the connoisseur's pained look when someone praises a picture he does not care for? There is no more merit in having read a thousand books than in having ploughed a thousand fields. There is no more merit in being able to attach a correct description to a picture than in being able to find out what is wrong with a stalled motor-car. In each case it is special knowledge. The stockbroker has his knowledge too and so has the artisan. It is a silly prejudice of the intellectual that his is the only one that counts. The True, the Good, and the Beautiful are not the perquisites of those who have been to expensive schools, burrowed in libraries, and frequented museums. The artist has no excuse when he uses others with condescension. He is a fool if the thinks his knowledge is more important than theirs and an oaf if he cannot comfortably meet them on an equal footing. —William Somerset Maugham, The Summing Up (1938).

Enlightenment is man's emergence from his self-imposed nonage. Nonage is the inability to use one's own understanding without another's guidance. This nonage is self-imposed it its cause lies not in lack of understanding but in indecision and lack of courage to use one's own mind without another's guidance. Dare to know! —Immanuel Kant, 'What is Enlightenment', 1784.

Learning to live with uncertainty is a daring task for individuals as well as societies. Much of human history has been shaped by people who were absolutely certain that their kin, race, or religion was the one most valued by God or destiny, which made them believe they were entitled to get rid of conflicting ideas along with the bodies polluted with them. —Gerd Gigerenzer, Calculated Risks (2002).

I had long come to the conclusion that there was not much point in a play that was not successful, and I thought I knew exactly how to write a successful play. I knew, that is to say, what I could expect from an audience. Without their collaboration I could do nothing, and I knew how far their collaboration could go. I found myself increasingly dissatisfied with this. [...] I sighed for the liberty of fiction, and I thought with pleasure of the lonely reader who was willing to listen to all I had to say and with whom I could effect an intimacy that I could never hope for in the garish publicity of the theatre. I had known too many dramatists who had survived their popularity. I had seen them pitifully writing their own plays over and over again without an inkling that the times had changed; I had seen others desperately attempting to capture the modern spirit and dismayed when their efforts were treated with derision. I had seen famous authors treated with contumely when they offered a play to managers who had once pestered them with contracts. I had heard actors's scornful comments on them. I had seen the bewilderment, the consternation, the bitternes with which they realized at last that the public was finished with them. I had heard Arthur Pinero and Henry Arthur Jones, both celebrated in their day, say to me identically the same words, one with a grim, sardonic humour, the other with a puzzled exasperation; the words were: 'They don't want me any more.' I thought I would go while the going was good. —William Somerset Maugham, The Summing Up.

El espíritu humano, una vez que lo han reducido ciertas ideas, ya sea por su encanto, ya por el imperio de la tradición y de la fe que se les presta, vese obligado a ceder a esas ideas poniéndose de acuerdo con ellas; y aunque las pruebas que desmienten esas ideas sean muy numerosas y concluyentes, el espíritu o las olvida, o las desprecia, o por una distinción las aparta y rechaza, no sin grave daño; pero preciso le es conservar incólume toda la autoridad de sus queridos prejuicios. Me agrada mucho la respuesta de aquel a quien enseñándole colgados en la pared de un templo los cuadros votivos de los que habían escapado del peligro de naufragar, como se le apremiara a declarar en presencia de tales testimonios si reconocía la providencia de los dioses, contestó: '¿Pero dónde se han pintado los que, a pesar de sus oraciones, perecieron?' Así es como procede toda superstición, astrología, interpretación de los ensueños, adivinación, presagios; los hombres, maravillados de esas especies de quimeras, toman nota de las predicciones realizadas; pero de las otras, más numerosas, en que el hecho no se realiza, prescinden por completo. Es este un azote que penetra más sutilmente aún en la filosofía y en las ciencias; desde el punto en que un dogma es recibido en ellos, desnaturaliza cuanto le es contrario, sean los que fuesen la fuerza y la razón que se les opongan, y las somete a su antojo. Y aun cuando el espíritu no tuviere ni ligereza, ni debilidad, conserva siempre una peligrosa propensión a ser más vivamente impresionado por un hecho positivo que por un experimento negativo, mientras que regularmente debería prestar tanto crédito a uno como a otro; y que, por lo contrario, es principalmente en la experiencia negativa donde se encuentra el fundamento de los verdaderos principios. —Francis Bacon, Novum Organum (1620).

El hombre, servidor e intérprete de la naturaleza, ni obra ni comprende más que en proporción de sus descubrimientos experimentales y racionales sobre las leyes de esta naturaleza; fuera de ahí, nada sabe ni nada puede. —Francis Bacon, Novum Organum (1620).

El espíritu humano no recibe con sinceridad la luz de las cosas, sino que mezcla en ella su voluntad y sus pasiones; así es como se hace una ciencia a su gusto, pues la verdad que más fácilmente admite el hombre es la que desea. Rechaza las verdades difíciles de alcanzar, a causa de su impaciencia por llegar al resultado; los principios que le restringen, porque ponen límites a su esperanza; las más altas leyes de la naturaleza, porque contrarían sus supersticiones; la luz de la experiencia, por soberbia, por arrogancia, porque no aparezca su inteligencia ocupándose en objetos despreciables y fugitivos; las ideas extraordinarias, porque hieren las opiniones vulgares; en fin, innumerables y secretas pasiones llegan al espíritu por todas partes y corrompen el juicio. —Francis Bacon, Novum Organum (1620).

La ciencia del hombre es la medida de su potencia, porque ignorar la causa es no poder producir el efecto. No se triunfa de la naturaleza sino obedeciéndola, y lo que en la especulación lleva el nombre de causa conviértese en regla en la práctica. —Francis Bacon, Novum Organum (1620).

La distinción más grave, y en cierto modo fundamental, que se observa en las inteligencias, relativa a la filosofía y a las ciencias, es que unos tienen mayor actitud y habilidad para apreciar las diferencias de las cosas, y otros para apreciar las semejanzas. Los espíritus fuertes y penetrantes pueden fijar y concentrar su atención sobre las diferencias aun las más sutiles; los espíritus elevados y que razonan, distinguen y reúnen las semejanzas más insignificantes y generales de los seres: una y otra clase de inteligencia cae fácilmente en el exceso, percibiendo o puntos o sombras. —Francis Bacon, Novum Organum (1620).

And if truth is one of the ultimate values, it seems strange that no one seems quite to know what it is. Philosophers still quarrel about its meaning, and the upholders of rival doctrines say many sarcastic things of one another. In these circumstances the plain man must leave them to it and content himself with the plain man's truth. This is a very modest affair and merely asserts something about particular existents. It is a bare statement of the facts. If this is a value one must admit that none is more neglected. The books on ethics give long lists of occasions on which it may be legitimately withheld; their authors might have saved themselves this trouble. The wisdom of the ages has long since decided that 'toutes vérités ne sont pas bonnes à dire'. Man has always sacrificed truth to his vanity, comfort, and advantage. He lives not by truth but by make-believe, and his idealism, it has sometimes seemed to me, is merely his effort to attach the prestige of truth to the fictions he has invented to satisfy his self-conceit. —William Somerset Maugham, The Summing Up.

La filosofía corrompida por la superstición e invadida por la teología es el peor de todos los azotes, y el más temible para los sistemas en conjunto o para sus diversas partes. [...] Toda precaución para huir de tal peligro es poca; pues la peor cosa del mundo es la apoteosis de los errores; y debe considerarse como el primer azote del espíritu la autoridad sagrada concedida a vanas ficciones. Algunos modernos han incurrido en ese defecto con tal ligereza que han intentado fundar la filosofía natural sobre el primer capítulo del Génesis, el libro de Job, y otros tratados de la Santa Escritura. [...] --Francis Bacon, Novum Organum (1620). —Francis Bacon, Novum Organum (1620).

En general, toda inteligencia, al estudiar la naturaleza, debe desconfiar de sus tendencias y de sus predilecciones, y poner en cuanto a ellas se refiera extrema reserva, para conservar a la inteligencia toda su sinceridad y pureza. —Francis Bacon, Novum Organum (1620).

Perfection is a trifle dull. It is not the least of life's ironies that this, which we all aim at, is better not quite achieved. —William Somerset Maugham, The Summing Up.

In deciding what to believe we are to take into account not just the causal consequences of holding this belief but also the symbolic utility of holding it as well as what believing it evidentially indicates. —Robert Nozick, The Nature of Rationality.

Maragall féu tretze fills a la seva esposa. De seguida és dit... Sembla que a la casa féu un cert efecte allò que digué Manolo Hugué quan fou presentat per l'escultor Josep a la senyora Clara: 'La felicito, senyora, tretze fills, tots vius i cap a la presó; la felicito'. —Josep Pla, 'Joan Maragall. Un assaig'.