Marco Aurelio, Meditaciones

Meditaciones (fragmentos)

Marco Aurelio

Traducción de Miguel Dolç. ISBN 84-8306-299-2

Libro I

2. De la buena fama y memoria legadas por quien me engendró, la circunspección y el carácter viril.

4. De mi abuelo, el no haber frecuentado las escuelas públicas y haberme proveído de buenos maestros en casa, bien persuadido que en este particular es menester gastar asiduamente.

6. De Diognetes, la aversión a las frivolidades; la incredulidad a lo que cuentan los magos y los charlatanes acerca de las hechicerías y de la manera de preservarse de los espíritus, y otras supercherías de esta jaez; a no dedicarme a la cría de codornices ni enfundarme en parejas manías; a aguantar la zumba en las conversaciones; a familiarizarse con la filosofía, oyendo las lecciones, primero de Baquio, luego de Tandasis y de Marciano; a ejercitarme, de niño, en componer diálogos; a haber codiciado el camastro de campaña, cubierto de simple piel, y todas las otras disciplinas inherentes a la educación helénica.

7. Debo a Rústico el haber comprendido la necesidad de enderezar mi carácter y vigilarlo de continuo; no haberme desviado hacia la hinchazón de la sofística, ni haber compuesto tratados teóricos ni esas obras retóricas que tienden a la persuasión; no intentar sorprender al público con ostentaciones de actividades o beneficencia; haber renunciado a la retórica y a la poesía y al estilo atildado; no pasearme por casa en toga, vedándome tales vanidades ceremoniosas; escribir llanamente mis cartas, a semejanza de aquélla que él mismo escribió, desde Sinuesa, a mi madre; estar siempre dispuesto a doblarme y a reconciliarme prontamente con los que se me irriten o me ofendan, apenas ellos mismos deseen allegárseme; leer con reflexión, sin contentarme con una noticia superficial de los escritos; no dar fácil asenso a las personas que charlan de todo fuera de propósito; haber podido leer los escritos de Epicteto, que él me prestó de su biblioteca.

8. Debo a Apolonio la independencia de espíritu; la decisión sin perplejidades; el no dejarme regir, ni aun en las cosas mínimas, por otros principios que por la razón; permanecer siempre igual, en los dolores más agudos, en la muerte de un hijo, en las largas enfermedades; haber visto claramente, ante su viviente ejemplaridad, que se puede juntar la mayor energía a la dulzura; ningún desabrimiento a lo largo de las lecciones; haber visto a un hombre que juzgaba ciertamente como la menor de sus cualidades su experiencia y su destreza en transmitir la doctrina; haber aprendido cómo hay que aceptar las finezas de los amigos, sin dejarse esclavizar por ellas y sin rechazarlas toscamente.

9. A Sexto, la benevolencia y el modelo de una casa patriarcal; la idea de la vida conforme a la razón natural; la gravedad sin afectación; la solicitud desvelada por los amigos; la tolerancia con los necios y los atolondrados; en suma, la armonía con todos; de este modo, su trato les ganaba con más atractivo que cualquier lisonja y les inspiraba a la vez el más profundo respeto; la habilidad en descubrir con exactitud y método y en regularizar los principios necesarios para la vida; no haber nunca manifestado ni aun en apariencia señales de cólera u otra pasión, antes bien, poseer un carácter muy pacífico y, al mismo tiempo, entrañable; la propensión a la alabanza, pero con discreción; la vasta erudición, sin pedantería.

12. De Alejandro el platónico, el no repetir a menudo y sin necesidad, sea de viva voz, sea por escrito, que estoy muy ocupado; y no rechazar así, sistemáticamente, los deberes que las relaciones sociales imponen, pretextando un agobio de quehaceres.

14. De mi hermano Severo, el amor a la familia, a la verdad y al bien; el haber conocido, gracias a él, a Traseas, Helvidio, Catón, Dión, Bruto; haber adquirido la idea cabal de un Estado democrático, fundado sobre la igualdad y la libertad de voto, y de un poder que respetase, por encima de todo, la libertad de sus vasallos; de él también, la aplicación perserverante, sin desfallecimiento, a la filosofía; la beneficencia, la asidua liberalidad; la plena esperanza y confianza en la buena fe de los amigos; ningún disimulo para aquellos que se tenía deber de censurar; ninguna necesidad de que sus amigos conjeturando adivinaran qué quería o no quería, pues procedía francamente con ellos.

16. De mi padre [...] el uso de los bienes que contribuyen al regalo de la vida —y de ellos habíale colmado la Fortuna— a la vez sin fausto y sin excusas, de suerte que sin rebozo los gozaba, en viniéndole a las manos, y no los echaba de menos cuando le faltaban.

17. Debo a los dioses [...] el que mi madre, destinada a morir joven, pasó por lo menos cerca de mí sus postreros años; que cuantas veces quise socorrer a un hombre indigente o que tenía por otra razón necesidad de ayuda, nunca oí que no hubiera dinero disponible; y no haber experimentado yo mismo la necesidad de socorro ajeno; [...] el no haber caído, cuando empecé a gustar la filosofía, en manos de un sofista, ni haberme dedicado al análisis de autores, o a resolver silogismos o a perder el tiempo en la física celeste.

Libro II

5. Afánate fijamente, a cada hora, como romano y como varón, en hacer lo que tuvieres entre manos, con precisa y sincera gravedad, con amor, libertad y justicia, procurando desasirte de cualquier otra preocupación. Lo conseguirás si ejecutas cada acción de tu vida como si fuere la última, despojada de toda irreflexión y de toda apasionada repugnancia al señorío de la razón, sin falsedad, ni egoísmo, ni displicencia ante las disposiciones del destino. Ya ves, cuán pocos son los principios que debes poseer para vivir una vida próspera y temerosa de los dioses. Que los dioses no exigirán otra cosa a quien observare estos preceptos.

11. La naturaleza universal [...] ni por impotencia ni por incapacidad hubiera cometido ella el grave delito de repartir los bienes en la misma medida que los males, a los buenos y a los malos indistintamente. Pero la muerte y la vida, la gloria y la oscuridad, el dolor y el placer, la riqueza y la pobreza, todo está repartido en la misma medida, a los hombres buenos y a los malos, sin ser por ello ni cosas honestas ni torpes; luego, en rigor, no son ni bienes ni males verdaderos.

12. ¡Con cuánta velocidad se pasa todo: en el mundo, los cuerpos, y en la posteridad, su memoria! ¡De qué condición son todos los objetos sensibles y, con particularidad, lo que nos halaga por el placer o nos espanta por el dolor o resuena, por la vanidad, a todos los vientos! ¡Cómo aparece todo vil, despreciable, basto, destructible, muerto, a las mentes capaces de percibirlo! ¿Qué son aquéllos de cuyo modo de opinar y hablar depende la reputación? ¿Qué es la muerte? Que, si se la mira aisladamente y se abstraen, por análisis de los conceptos, los fantasmas que la imaginación abulta, no se verá en ella más que un efecto de la naturaleza. Ahora bien: es evidentemente pueril temer los efectos de la naturaleza. Y no sólo la muerte es efecto de la naturaleza, sino aún conveniencia de la misma. ¿Cómo se une el hombre con Dios y por qué parte de sí mismo, y sobre todo, cómo está dispuesta esta parte del hombre?

14. Aunque debieras vivir tres mil años y aun diez veces más otros tantos, acuérdate siempre que no se pierde otra vida que la que se vive y que sólo se vive la que se pierde. Así, la más larga vida y la más corta vienen a reducirse a lo mismo. El momento presente que se vive es igual para todos; el que se pierde, lo es también, y este que se pierde llega a parecernos indivisible. Y es que no se pierde el pasado ni el futuro; pues lo que no poseemos ¿cómo podría arrebatársenos? [...]

17. El tiempo de la vida humana es un punto; la sustancia, fluente; la sensación, oscurecida; toda la constitución del cuerpo, corruptible; el alma, inquieta; el destino, enigmático; la fama, indefinible; en resumen, todas las cosas propias del cuerpo son a manera de un río; las del alma, sueño y vaho; la vida, una lucha, un destierro; la fama de la posteridad, olvido. ¿Qué hay, pues, que nos pueda llevar a salvamento? Una sola y única cosa: la filosofía. Y ésta consiste en conservar el dios interior sin ultraje ni daño para que triunfe de placeres y dolores, para que no obre al acaso, y se mantenga lejos de toda falsedad y disimulo, al margen de que se haga o no se haga esto o aquello; además, para que acepte la parte que le tocare en los varios sucesos accidentales e integrantes de su parte, como procedentes de aquel origen de quien procede él mismo; y en particular, para que aguarde la muerte en actitud plácida, no viendo en ella otra cosa más que la disolución de los elementos de que consta todo ser viviente. Si no hay nada temible para los mismos elementos en esta transformación incesante de uno en otro, ¿por qué temer la transformación y disolución de todas las otras cosas? Esto es conforme con la naturaleza; y nada es malo de cuanto a ella se acomoda.

Libro III

4. No malogres la parte de vida que te queda en averiguar vidas ajenas, a no ser que te propongas algún fin útil a la comunidad. Te privas ciertamente de cumplir tu deber al revolver en tu imaginación lo que hace fulano y por qué lo hace, qué dice, qué piensa, qué trama y otras ocupaciones de esta índole que te distraen de la consideración de tu facultad rectora. Conviene, pues, no ensartar en la cadena de nuestros pensamientos lo que es temerario y vano, y más especialmente, lo fútil y lo malvado. Hay que avezarse, además, a tener sólo ideas tales que si alguien de repente te preguntare, bruscamente: '¿En qué piensas ahora?', pudieras responder al instante, con toda franqueza: 'En esto' o 'En aquello'. Se dejará ver entonces, pronto y evidentemente, que todo lo tuyo es simple, bondadoso, digno de un ser sociable e indiferente a los placeres y, en su conjunto, a las ideas de una vida voluptuosa; un ser que no abriga envidia, celos, desconfianza u otra pasión, por la cual te fuera preciso avergonzarte al manifestar que los posee tu ánimo.

El hombre que se muestra tal y que, sin más pruebas, pretende ser reputado ya por varón perfecto, viene a ser como un sacerdote y ministro de los dioses, consagrado al culto del numen que mora en su interior; y esto conserva al hombre puro de las manchas de la voluptuosidad, invulnerable a todo dolor, intangible a toda injuria, inaccesible a toda perversidad, atleta en la lucha más gloriosa, la que resiste al ataque de toda pasión, impregnado hasta lo más hondo de justicia, encariñado de todo corazón con los acontecimientos y con cuanto integra su ser, rara vez entremetido, y nunca sin necesidad absoluta y utilidad común, en lo que pueda otro decir, hacer o pensar. No pone en práctica más que su tarea estricta y piensa sin cesar en la parte que le cabe en el repartimiento de destinos en el universo; y así cumple, en lo uno, con su deber y se persuade, en lo otro, que son buenas las disposiciones. Pues el destino otorgado a cada uno está involucrado en el conjunto de las cosas, al mismo tiempo que las involucra él mismo. Tiene él también presente que todos los seres razonables participan de un común parentesco, que es conforme a la naturalez humana el preocuparse de todos los hombres, pero de modo que no se acoja uno al aplauso del vulgo, sino únicamente al de aquellos que viven de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Respecto de los que viven diversamente, no deja de traer al pensamiento cómo se portan en casa y fuera de ella, de noche y de día, y con quiénes se mezclan; no para mientes, pues, en la aprobación que pueda venir de tales individuos, que ni de sí mismos están satisfechos.

5. Al hacer algo, que no sea de mal grado, ni sin respeto al bien común, ni sin previo examen, ni braceando en sentido opuesto. No adorne la extremada finura tu pensamiento. Habla poco, abraza pocos negocios. Además, que el dios que mora en ti sea guía de un varón grave, respetable, consagrado al Estado, que sea un romano y un príncipe, capaz de perfeccionarse a sí mismo, como sería el hombre que aguardara la señal de la retirada de la vida, expedito para obedecer, sin necesidad de juramento o de testigo alguno. A más de esto, mantiene un semblante placentero, desembarazado de todo ministerio externo y de toda tranquilidad procurada por los otros. Conviene, pues, mantenerse recto sobre sí, sin necesidad de ser enderezado.

6. Si hallares en el discurso de la vida humana un bien superior a la justicia, a la sinceridad, a la cordura, al valor, y para decirlo de una vez, al bien de una inteligencia complacida en sí misma, en tanto conforma tu conducta con la recta razón, y satisfecha de su destino, por lo que toca a las cosas espontáneamente repartidas al azar; si hallares, digo, un bien de mejor condición, abrazándolo con toda el alma, disfruta en buena hora de este bien supremo que descubras. Pero si no descubres cosa alguna más excelente que este numen que en ti ha establecido su morada, que tiene a raya los instintos personales, que vigila las ideas, que se desprende, como decía Sócrates, de los halagos de los sentidos, que se subordina a los dioses y tiene cuenta con la utilidad del prójimo; si hallares que toda otra cosa, frente a él, es mezquina y sin valor, no des cabida en ti a otro afán, puesto que, una vez te hubieres rendido e inclinado hacia éste, no podrías sin marcada violencia dar el primer lugar a aquel bien supremo, propiamente tuyo. No es conforme a justicia, en efecto, que se oponga al bien propio de la razón y de la sociedad nada que sea extraño a su naturaleza, como el aplauso de la turba, el poder, la riqueza, el goce de los placeres. Todas estas cosas, aunque parezcan momentáneamente convenientes a la naturaleza, se enseñorean luego de nosotros y nos arrastran a la deriva. Tú, repito, escoge de buena fe y libremente lo mejor y afírmate en ello. [...]

7. Nunca juzgues útil para ti mismo lo que tal vez te obligue algún día a quebrantar la palabra dada, a renunciar al pudor, a odiar, a recelar, imprecar, disimular, desear lo que sólo puede hacerse a puertas cerradas y tras las cortinas. El hombre que a todo antepusiere su inteligencia, su genio interior y los misterios del culto debido a la gloria de éste, ese hombre no representará una tragedia, no se entregará al llanto, prescindirá de la soledad como de la muchedumbre; y, lo que es más, vivirá sin aprestarse y sin huir de la muerte. No se inquietará por gozar, durante un intervalo más o menos largo de tiempo, de este soplo que rodea su cuerpo. Que, aunque conviniere desprenderse de él al mismo punto, marchará tan ágilmente como haría en cualquier otra de las funciones de la vida, moderada y decorosamente. La sola cosa que procura durante toda su vida es preservar su inteligencia de una deformación contraria a la naturaleza de un ser inteligente y sociable.

11. [...] Nada, en efecto, contribuye a la grandeza del ánimo como poder comprobar con orden y exactitud cada uno de los objetos que se presentan en la vida, y verlos siempre en tal conformidad que se conozca al mismo tiempo a qué clase de universo aporta cada uno utilidad, y cuál, qué valor tiene en relación con la colectividad, y cuál respecto al hombre [...] ; qué es y de qué principios se compone, y cuánto tiempo debe naturalmente durar este objeto que ahora me configura la imaginación, y qué virtud necesito para hacerme con él, sea la mansedumbre, el valor, la sinceridad, la buena fe, la sencillez, la suficiencia u otras.

16. [...] [L]a prerrogativa del hombre virtuoso es acoger con amor y satisfacción lo que sobreviene y se entrelaza con la vida, y no envolver y turbar con un tropel de ideas al genio que ha tomado asiento en su corazón; sino vigilarlo para que se conserve satisfecho, que obedezca, como conviene, a Dios, sin decir una palabra opuesta a la verdad, ni hacer nada contrario a los derechos de la justicia. Si los hombres rehúsan creer que vive uno con simplicidad, modestia y buen ánimo, él no deberá enojarse con nadie ni desviarse del camino que conduce al término de la vida, que se debe esperar puro, tranquilo, despejado, acorde sin repugnancia alguna con la suerte que le cupiere.

Libro IV

1. El señorío interior del hombre, cuando va bien concertado con la naturaleza, adopta respecto a los acontecimientos una posición tal que a todo momento puede modificarla fácilmente, a tenor de las circunstancias. No tiene preferencia por ninguna materia determinada; se dirige a los objetos principales, aunque con la debida reserva, y si alguno se le opone, conviértelo en materia propia de virtud, no de otra manera que el fuego cuando se apodera de los cuerpos que se le echan encima. Una pequeña mecha se apagaría, pero un fuego vehemente asimila pronto cuanto se le arroja, lo convierte en sí mismo y se levanta así más alto.

2. No ejecutes ninguna acción al azar ni de otro modo que con una exacta conformidad con los preceptos del arte.

3. Le buscan para solaz el campo, la playa, la montaña; cosas que tú mismo acostumbras a desear con el más vivo anhelo. Todo esto denota vulgaridad de espíritu, teniendo uno en su mano, a cualquier hora, el retirarse en sí mismo. En ningún lugar encuentra el hombre refugio más apacible, más tranquilo, que en su propia alma, sobre todo cuando atesora aquellos bienes que, con una sola ojeada, nos devuelven en seguida la libertad del espíritu: y lo que yo llamo libertad de espíritu no es otra cosa que el estado de un alma bien ordenada. Concédete, pues, constantemente, este descanso y rehazte con él. [...]

[...]

Mas, ¿te atormentará por ventura la ambicioncilla? Echa los ojos al olvido en que caen rápidamente todas las cosas y al abismo de la eternidad, por una y otra parte infinito; a la vanidad del aplauso ruidoso; a la versatilidad y arbitrariedad de los que al parecer nos favorecen con su aplauso; a los límites exiguos en que se circunscribe la fama. Toda la tierra es como un punto, y ¿qué rinconcito de éste es habitado? Y allí, ¡cuántos hombres y qué suerte de hombres te ensalzarán!

Réstate, pues, que te acuerdes del reposo que puedes disfrutar en este pedazo de tierra que te pertenece. Sobre todo, no te agites ni pongas sobrado empeño por cosa alguna. Sé libre y examina todas las cosas como varón fuerte, como hombre racional, como ciudadano, como quien vive para morir. Entre las máximas de que debes echar mano, ante las cuales te inclinarás, figuran estas dos: la una, que las cosas mismas no llegan al alma, sino que permanecen en el exterior, inamovibles; las inquietudes provienen únicamente del modo que interiormente tienes de opinar. La otra, que todo cuanto divisas, en un abrir y cerrar de ojos, va a transmutarse, cesará de existir. ¡De cuántas cosas has presenciado ya tú mismo las transformaciones! Piénsalo constantemente. 'El mundo es una mutación continua; la vida, una imaginación'.

24. [...] En efecto, no siendo indispensables la mayor parte de nuestras palabras y de nuestras acciones, si se las cercenare, se gozaría de más holgura y tranquilidad. De donde se colige que es muy del caso reflexionar en toda ocasión: ¿será esta una de aquellas cosas innecesarias? No solamente conviene cercenar aquellas acciones que no son necesarias, sino también las ideas. De esta forma, no serían superfluas muchas de las obras que ciertas ideas llevan consigo.

25. Examina cómo te va en la profesión de hombre de bien, de hombre que acepta de buen grado la parte que le toca de las disposiciones universales, satisfecho por la práctica de la justicia y con una actitud de ánimo llena de benevolencia.

26. ¿Has entendido esas cosas? Atiende, pues, a estas otras. No te perturbes; simplifícate a ti mismo. ¿Peca alguno? Sobre su cuenta y contra sí mismo peca. ¿Te acontece algo bueno? Bien: todo ello estaba previsto desde el principio, urdiendo la trama de tu vida. En suma, breve es la vida. Conviene aprovechar el presente, usándolo con reflexión y justicia. Si te relajas, sea sobriamente.

29. Si es extranjero en el mundo quien ignora lo que tiene en sí mismo, no es menos extranjero quien desconoce lo que en él pasa. Será un desterrado el que huye de acomodarse a la razón social; ciego, el que tiene cerrados los ojos de la inteligencia; mendigo, el que necesita de otro y no posee en sí mismo todo lo que es útil para la vida. Es una postema del mundo el que renuncia y se hurta a lo que prescribe la razón de la naturaleza universal por el hecho de desazonarse ante los acontecimientos; siendo así que los produce aquella misma causa que te produjo a ti. Es, en fin, un miembro amputado de la sociedad el que separa su alma de la de los seres racionales, siendo ésta una misma en todos ellos.

31. Acepta el arte que has aprendido, y gózate en él. Y lo que te restare de vida, pásalo como quien lo confía todo, desde lo hondo del alma, a los dioses, sin hacerse tirano ni esclavo de nadie.

32. [...] Particularmente, conviene que hagas memoria de aquéllos que tú mismo has conocido, cuando se afanaban inútilmente, y olvidaban hacer lo que se conformaba con su propio estado, perseverando invariablemente y satisfaciéndose con ello. Conviene, del mismo modo, recordar que el esmero aplicado a cada acción en particular debe corresponder al valor propio de la misma y a su justa proporción. De esta guisa, no te descorazonarás, a menos que te hayas entretenido en nimiedades más de lo que convenía.

37. Habrás ya vivido mucho, y no acabas aún de ser sencillo, ni imperturbable, ni confiado para comprender que nada exterior puede dañarte, ni benévolo para con todos; ni cifras aún la sabiduría en la sola práctica de la justicia.

44. Todo lo que acontece es tan vulgar y usado, como la rosa en la primavera, y los frutos en el verano: tal es la enfermedad, la muerte, la calumnia, la traición, y cuanto alegra o aflige a los necios.

48. [...] En una palabra, considera siempre las cosas humanas como efímeras y ruines: lo que era ayer un poco de humor, será mañana momia o ceniza. Esta infinita brevedad del tiempo, vívela, pues, conformándote con la naturaleza; y termina tu vida con agrado, al modo de la aceituna que, llegada a sazón, cae bendiciendo a la tierra que la sostuvo y dando gracias al árbol que le dio savia.

49. Haz por semejarte al peñasco batido sin cesar por las olas: permanece inmóvil y a su alrededor desmaya la efervescencia de las aguas.

'¡Infeliz de mí, dice uno, porque tal cosa me aconteció!' —No, al contrario: 'Dichoso yo, porque habiéndome ocurrido esto, continúo sin pena alguna, ni quebrantado por lo presente ni amedrentado por lo venidero. [...]

Libro V

9. [...] Y en cuanto a la sabiduría, ¿hay algo más agradable, si se piensa qué seguridad, qué prosperidad procura en todas las ocasiones la facultad de la observación y de la inteligencia?

10. [...] En medio de esta oscuridad, de este fango, de este tan rápido flujo de la sustancia, del tiempo, del movimiento y de las cosas movibles, ¿hay algo digno de honda estima, y aun de atención para conseguirlo? Yo no lo veo. Por el contrario, conviene exhortarse uno a sí mismo a esperar su natural disgregación, y no llevar a mal que ésta se demore, confiándose a estos dos únicos principios: primero, nada me ocurrirá que no sea conforme a la naturaleza universal; segundo, tengo yo en mi mano el no hacer cosa alguna contraria a mi dios y a mi genio. Puesto que nadie me forzará a violar su voluntad.

11. ¿Qué uso hago, pues, en este instante de mi alma? En cada una de mis acciones me formularé esta pregunta y examinaré qué cosa tengo ahora en esta parte de mí mismo que se llama recto juicio y en qué estado tengo mi alma al presente. ¿Acaso en el de un niño, de un joven, de una mujerzuela, de un tirano, de un jumento, de una fiera?

20. Por cuanto el hombre es un ser estrechamente allegado a nosotros, en tanto debemos hacerle bien y sufrirle con paciencia. Pero en cuanto algunos hombres se nos oponen al cumplimiento de nuestros deberes, ya el hombre baja a la categoría de los seres que me son indiferentes, como el sol, el viento, las bestias. Estos objetos pueden obstaculizar en algún modo mi actividad, pero mi empeño y mis aptitudes internas no conocen trabas, gracias a mi facultad de adaptarme y vencer los obstáculos. Puesto que la inteligencia derriba y desplaza, ante el fin que la guía, todo impedimento de su actividad. Lo que estorbaba su buena acción le sirve de medio para aventajar; lo que cortaba su camino, le ayuda a avanzar.

Libro VI

1. La sustancia del universo es dócil y maleable. La razón que la gobierna de ningún modo es en sí maléfica, pues no tiene maldad alguna; no es propensa a dañar a otro ni nada recibe agravio de ella. Todo nace y fenece según ella ordena.

21. Si alguien pudiese convencerme y hacerme patente que no pienso ni obro rectamente, de grado cambiaría de conducta. Busco la verdad que no ha dañado nunca a ninguno; que es dañarse, por el contrario, obstinarse en su error y en su ignorancia.

28. La muerte es el reposo en que cesan las impresiones que nos transmiten los sentidos, las agitaciones instintivas que nos mueven como títeres, las divagaciones de los pensamientos discursivos, los cuidados que se dan al cuerpo.

30. Mira bien de no 'cesarizarte' de pies a cabeza, de no impregnarte de este sentimiento de majestad, como suele suceder. Consérvate, pues, simple, honesto, puro, grave, natural, amigo de la justicia, piadoso, benévolo, afectuoso, firme en el cumplimiento de los deberes. Lucha por conservarte tal cual quiso hacerte la filosofía. Reverencia a los dioses, protege a los hombres. Breve es la vida. El solo fruto que se puede sacar de esta existencia terrestre son las santas disposiciones del ánimo y las acciones sugeridas por el bien común.

Compórtate en todo como discípulo de Antonino. Imita su constancia en los asuntos razonablemente calculados, su ecuanimidad en todo, su religiosidad, la serenidad de su semblante, su indiferencia por la gloria, su pundonor en los asuntos, en tal conformidad, que no abandonaba nunca cuestión alguna sin haberla penetrado a fondo y claramente comprendido; observa cómo sabía aguantar los reproches inmerecidos sin contestar con otros reproches; cómo no se afanaba por cosa alguna; cómo desechaba las delaciones; cómo estudiaba de cerca los caracteres y las acciones; cómo no humillaba a nadie y evitaba el alboroto, la suspicacia, la palabrería; cómo se satisfacía con poco por lo que respecta, por ejemplo, a su habitación, a su cama, a sus vestidos, a su mesa, a su servicio doméstico; cómo era laborioso y paciente, hasta el punto de poder perseverar en un mismo lugar desde la mañana hasta la tarde, gracias a un régimen frugal, y sin tener necesidad de evacuar los restos de la comida fuera de su horario habitual. Acuérdate de la solidez y la constancia de sus amistades; cómo toleraba que se opusieran con franqueza a sus puntos de vista; cómo agradecía la sugerencia de un mejor aviso; cómo era piadoso sin superstición. Imítale, para tener una buena conciencia, como él, en la hora de la muerte.

34. ¡Cuántos placeres han gozado los malvados, los prostituidos, los parricidas, los tiranos!

41. Si algo de lo que está fuera de tu libre albedrío lo consideras como un bien o como un mal para ti, es inevitable que si tal mal te sobreviene o semejante bien se te escapa, formules tus reconvenciones a los dioses y odies a los hombres, sea que les reputes responsables, o que sospeches que pueden serlo de este fracaso o este accidente. Cometemos así muchas injusticias a causa de las diferencias de opinión que surgen acerca de estos objetos. Al contrario, si no juzgamos por bienes o males más que lo que depende de nuestro albedrío, no nos resta ninguna otra razón ni de culpar a los dioses ni de mantenernos, contra hombre alguno, en pie de guerra.

42. Todos cooperamos al cumplimiento de un mismo fin; los unos a sabiendas, los otros, sin entenderlo. Tal es, si no me engaño, el sentido con que incluso a los que duermen llama Heráclito obreros y colaboradores de lo que se está haciendo en el mundo. Cada uno coadyuva a su manera, hasta el que, por añadidura, critica e intenta contrarrestar y destruir lo que se hace. Aun de éste necesita el universo. Por lo demás, reflexiona con quiénes vas a alistarte. De todas maneras, hará buen uso de ti el que rige el universo y te dará cabida entre sus operarios y colaboradores. Por tu lado, guárdate bien, a este respecto, de no desempeñar un papel semejante al que hace aquel verso chabacano y risible en el drama que menciona Crisipo.

44. [...] Y dado que los dioses no deliberasen acerca de nada —y creerlo es una impiedad; si no, suprimamos sacrificios, plegarias, juramentos y demás ritos con que al parecer nos dirigimos a los dioses presentes y mezclados a nuestra existencia—, si ellos, digo, no deliberasen sobre ninguna de las cosas que nos conciernen, entonces tendría yo el derecho de deliberar sobre mí mismo, de examinar lo que incumbe a mi interés. Pero el interés de cada uno dimana de su constitución y naturaleza; y mi naturaleza es racional y sociable. [...]

51. El que es ambicioso de gloria hace consistir la propia felicidad en la actividad ajena; el voluptuoso, en el goce de sus pasiones; el cuerdo, en su propio proceder.

52. Te es lícito, a algún respecto, no formar juicio alguno y evitar la inquietud del alma; que las cosas en sí mismas no tienen una naturaleza tan poderosa que nos obligue a formular nuestros juicios.

Libro VII

1. ¿Qué viene a ser el vicio? Es lo que has visto a menudo. Y así, en todo suceso, ten a mano esta reflexión: esto ya lo has visto muchas veces. Absolutamente, desde el principio al fin encontrarás los mismos sucesos que colman las historias, las antiguas, las medias y las contemporáneas, que colman nuestras ciudades y nuestras familias. Nada es nuevo. Todo es cosa trillada y efímera.

4. Conviene atender, palabra por palabra, a lo que se está diciendo y a cada uno de los impulsos de lo que se está haciendo. Y a la verdad, en este último caso, importa mirar ante todo a qué fin se refiere el intento; pero en el otro, deberá repararse bien en el significado de las palabras.

8. No te perturbe el futuro. Saldrás a su encuentro, si fuere necesario, armado de la misma razón de que te sirves ahora en los asuntos presentes.

12. Conviene que seas hombre recto, o que seas enderezado.

14. [...] [M]ientras no opine que hay algún mal en lo acaecido, no experimento aún daño alguno. Y en realidad, en mi mano está el no imaginármelo.

25. La naturaleza, que todo lo gobierna, va a transformar muy en breve todo cuanto ves; de su sustancia hará nacer otras cosas, y de la sustancia de éstas, otras, para que el mundo vaya siempre rejuveneciéndose.

27. No pienses tanto en los bienes ausentes como en los presentes; aun entre los presentes, detente en la consideración de los más aventajados y, con este motivo, imagina con qué solicitud los buscarías, si no los tuvieses. Pero guárdate al mismo tiempo de que, complaciéndote en la posesión de los bienes presentes, no te acostumbres a tenerlos en tanta estima que, si alguna vez te faltaren, hayas de perturbarte.

28. Recógete dentro de ti mismo. La mente que te dirige es tal por naturaleza, que se basta a sí misma, cuando practica la justicia y, con ello, conserva su calma.

57. No te aficiones más que a lo que acontezca y a lo que forme la trama de la vida. ¿Pues qué otra cosa podrá serte más oportuna?

71. Es cosa risible que no procures preservarte de tu propia maldad, pudiendo hacerlo, y en cambio intentes huir de la maldad de otros, lo que es imposible.

73. Cuando hubieres hecho un favor y otro lo hubiere reconocido, ¿qué otra tercera satisfacción buscas todavía, como hacen los necios? ¿La de pasar como bienhechor o ser pagado con una recompensa?

Libro VIII

1. [...] Has aprendido, en cuantas cosas anduviste errado, que en ninguna parte se halla la felicidad, ni en los silogismos, ni en la riqueza, ni en la gloria, ni en el placer, ni en parte alguna. Pues entonces ¿en qué consiste? En hacer lo que exige la naturaleza humana. ¿Y cómo se logrará? Poseyendo principios que regulen los instintos y los actos. ¿Y cuáles son estos principios? Los que deciden del bien y del mal, de modo que no se repute por bien del hombre lo que no le hace justo, moderado, decidido e independiente, ni por mal lo que no le causa efectos opuestos.

3. ¿Qué tienen que ver Alejandro, César, Pompeyo, frente a Diógenes, Heráclito, Sócrates? Estos han penetrado las cosas, sus causas, sus efectos, y se guiaban por excelentes principios rectores. Aquellos, en cambio, ¡cuántas cosas desconocían, a cuánta servidumbre se obligaban!

4. Entiende que los hombres cometerán siempre, aunque te exaspere, los mismos errores.

35. Al modo como cada uno de los racionales participamos de las cualidades propias de nuestra especie, la naturaleza nos ha dotado además de una facultad común con ella; y es que de la misma manera que la naturaleza se apodera de todo obstáculo que se le opone en el camino y lo convierte en provecho suyo, colocándolo en el orden de su destino y haciéndolo su parte, de igual suerte el ser racional puede hacer que todo obstáculo le sea materia de virtud y valerse del mismo según le acomodare.

48. Acuérdate que la facultad rectora se hace inexpugnable cuando, recogida dentro de sí, se contenta con no hacer lo que no es su gusto, aunque sólo se oponga por capricho. ¿Qué será, pues, cuando, gobernada por la razón, emita prudentemente un juicio? La inteligencia libre de pasiones es como una ciudadela; y realmente el hombre no tiene posición más segura donde retirarse para no ser en adelante capturado. Quien no la ha visto, es un ignorante; quien, habiéndola visto, no se ampara en ella, es un desdichado.

49. Cuenta únicamente con lo que te representen en su primer momento las ideas. ¿Se te avisa que te calumnian? Esto se te participa; que hayas recibido agravio, no se te anuncia. ¿Veo que enferma mi hijo? Lo miro; mas no veo que peligre su vida. Detente, pues, de esta suerte siempre en las primeras representaciones; no agregues otra cosa en tu interior y no te pasará nada. Antes bien, añade entonces que conoces cada uno de esos naturales acontecimientos que se suceden en el mundo.

54. No te limites en adelante a respirar el aire que te rodea, sino participa desde ahora en la sabiduría de la inteligencia que lo abarca todo, porque esta facultad intelectiva no menos se difundió por todas partes ni menos se introdujo en todo ser capaz de atraerla, que el aire en el ser capaz de respirarlo.

Libro IX

27. Cuando otros te vituperaren o te odiaren o manifestaren contra ti sentimientos hostiles, éntrate por sus almas, ahóndalas y observa quiénes son. Verás que no es menester afligirte por lo que ellos piensan de ti. Es razón, con todo, guardarles benevolencia, pues son por naturaleza tus amigos. Los mismos dioses les favorecen de mil modos, ya por medio de sueños, ya de oráculos, y precisamente para que alcancen aquellas cosas por las cuales de desazonan.

31. La impasibilidad es necesaria en presencia de los acontecimientos que provienen de causa exterior; la justicia, en las obras que nacen de ti. En otras palabras, los impulsos y las acciones deben limitarse a hacer bien a la sociedad, porque todo esto es conforme a tu deber natural.

41. Dice Epicuro: 'Durante mi enfermedad, mis pláticas no versaban sobre mis sufrimientos físicos, y con mis visitantes —afirma— no trataba esta clase de asuntos; sino que continuaba estudiando las cuestiones naturales que anteriormente me tenían ocupado, y me dedicaba particularmente a ver cómo la inteligencia, aunque participando en estos movimientos que afectan al cuerpo, permanecía imperturbable, atendiendo a su propio bien. No me preocupaba —asegura— que blasonaran los médicos de su pretendido poder, y así mi vida transcurría feliz y dignamente'. Haz, pues, como él, durante la enfermedad si enfermares, y en toda otra contingencia de la vida. Porque, el no separarse de la filosofía, en cualquier posible suceso, y el no argumentar fútilmente con el profano, cuando uno se consagra a la ciencia de la naturaleza, es precepto común a toda secta filosófica, lo mismo que el de consagrarse sólo a lo que presentemente se hiciere y al instrumento de que se valiere uno para ejecutarlo.

Libro X

14. A la naturaleza que todo lo dispensa y todo lo recobra, dice el hombre instruido y moderado: 'Dame lo que quieras, toma lo que quieras'. Y no dice esto con altanería, antes bien, sólo con ánimo rendido y benévolo hacia ella.

28. Imagínate que todo aquél que se aflige por cualquier suceso o lo recibe de mal talante se parece al cochinillo que, llevado al matadero, cocea y gruñe: lo mismo hace el hombre que echado sobre un escaño, a sus solas y taciturno, llora estas cadenas que nos atan. Considera también que sólo al ser racional se le dio la facultad de acomodarse de buen grado a los acontecimientos; y que el seguirlos es de todo punto necesario a todos.

Libro XI

3. ¡Qué hermosa es el alma que se halla pronta, si fuere menester al instante, a deshacerse del cuerpo, bien sea para extinguirse, bien para dispersarse, o bien para sobrevivir! Pero esta prontitud debe ser tal que provenga del propio juicio, no de una mera obstinación, como se ve en los cristianos; sea, antes bien, razonada, grave, de modo que pueda persuadir lo mismo a otro, pero sin ostentación.

4. ¿Hice algún beneficio a la sociedad? Pues ya tuve con ello mi galardón. Ten siempre a mano esta verdad, para que te estimule, y nunca la pierdas de vista.

13. ¿Quiere alguien despreciarme? ¡Allá él! Yo, por mi parte, me prevendré bien para que no se me sorprenda haciendo o diciendo algo digno de desprecio. [...]

15. ¡Qué perverso y fingido es el que dice: yo he decidido conducirme limpiamente contigo! —¿Qué haces, pobre amigo mío? No es necesario andarse por las ramas. Esto se verá por sí mismo; debe leerse en tu rostro; inmediatamente suena esto en tu voz; al punto se manifiesta en tus ojos, así como la persona amada conoce todo al instante en las miradas de sus amantes. [...]

16. El alma tiene en su mano el poder vivir una vida perfectamente feliz, si permanece indiferente acerca de las cosas indiferentes. Y se portará con indiferencia, si considerare cada una de ellas ya por partes, ya en general, y se acordare que ninguna nos insta a formar juicio sobre ella, ni menos nos sale al encuentro, sino que permanece queda, siendo en realidad nosotros los que formamos los juicios acerca de ellas y las grabamos, por decirlo así, en nuestra alma, pudiendo no sólo no grabarlas, sino también, de ocultarse alguna, borrarla inmediatamente. [...]

19. Cuatro son, entre todas, las inclinaciones de la mente que de continuo conviene evitar; después que dieres con ellas, échalas de tu interior, hablando así con cada una en particular: no viene al caso esta idea; ésta otra conduce a la ruptura del vínculo social; ésta que vas a expresar, no es conforme a lo que sientes (y una idea contra el propio sentir es una de las cosas más absurdas). He ahí, en fin, la cuarta inclinación, con la cual te afrentas a ti mismo: es si tu proceder acusa la caída y sumisión de tu espíritu, la parte más divina de ti mismo, a la parte más ruin y perecedera, la de tu cuerpo y sus brutales placeres.

24. Los lacedemonios solían en sus espectáculos colocar bancos a la sombra para los forasteros; ellos, en cambio, se sentaban dondequiera.

25. Sócrates decía al hijo de Perdicas, disculpándose de no aceptar una invitación: 'No quiero prepararme un fin desgraciado', esto es, 'No quiero verme en la necesidad de no poder corresponder por un igual a las finezas recibidas'.

37. 'Conviene —dice el mismo Epicteto— aprender el arte de dar su consentimiento', y en la parte de su libro que trata de los impulsos: 'Conviene poner atención en obrar con la debida reserva, para mirar el bien público, para conseguir lo que responde al mérito de cada cosa; y es también menester abstenerse en absoluto del deseo como de la aversión a cuanto no dependa de nuestro arbitrio'.

Libro XII

2. Dios ve todas las almas desnudas de sus envolturas materiales, de esas cortezas e inmundicias que les cubren, pues no siendo más que inteligencia sólo llega a conocer aquellas cosas que de él mismo dimanan y derivan en estas almas. Y si también tú mismo te acostumbrares a hacer esto, suprimirías muchas de tus distracciones. Pues aquel que no pusiere la mira en estas carnes que le rodean, ¿perderá acaso el tiempo pensando en los vestidos, la casa, la gloria, en todo este aparato y pompa externa?

17. Si no es decoroso, no lo hagas; si no es verdad, no lo digas. ¡Depende de ti solo tal empeño!

19. Acaba alguna vez de conocer que posees en ti mismo algo más noble, más divino que los objetos que excitan en ti las pasiones y te agitan, en una palabra, a manera de un títere. ¿Cuál es ahora mi pensamiento? ¿Acaso el temor, la sospecha, la codicia u otra pasión análoga?

PAINFUL BITS. Edited by Torribio Blups

http://www.torribioblups.net/painfulbits

Last updated on August 08, 2001