Painful Bits (XI)

JUNE 15, 2001

En lo que antes se denominaba 'tercero de BUP' alguien en algún ministerio franquista de tendencia probablemente tecnócrata tuvo la ocurrencia de insertar un curso, desabrido y cojo (como no podía ser de otra manera), de psicología. Lo daban profesores de filosofía, supongo que por la rima. Primero se miraba un poco la estructura del cráneo; cuando habíamos aprendido eso de 'cerebro, cerebelo y bulbo raquídeo' se suponía que ya podíamos estudiar las grandes ramas de la Psicología: conductismo, psicoanálisis, gestalt y... y... había otra, estaba en el librito. Bueno: el librito en cuestión, como todos los libritos que explican lo que otros han explicado, era completamente inútil para entender algo; y de hecho, no creo que nadie entendiera nada. A los de mi clase, sin embargo y por suerte, nos tocó una profesora larga, acaballada, que creo que se llamaba Carmen Ros (y que me perdone si no es así). Nos hizo elegir el tema de un trabajo entre una opción cuádruple de lectura de (y aquí está lo novedoso y naturalmente lo bueno) textos originales. A mi me tocó trabajar sobre Darwin, y me siento muy afortunado de que así fuera, porque me permitió aprender y comprender, desde muy joven, el mecanismo maravillosamente eficaz e inacabablemente asombroso de la selección natural. Que conste mi agradecimiento a Carmen Ros por ello.

Otros, sin embargo, trabajaron en un libro con un título muy atractivo: El mono desnudo, de un tal Desmond Morris. Bastantes años después, lo he leído. ¡Madre mía! Me alegro de no recordar en absoluto la exposición que de él hicieron en clase. Es un libro inexponible --o se resume en cuatro frases, o se tiene que repetir desde principio a fin, por lo entrelazado de los argumentos y por su complejidad, que es real pero no aparente. Lo mismo se aplica, con más razón incluso, a los fragmentos que voy a reproducir aquí: que nadie los tome por un resumen, ni por un esquema, y mucho menos que espere entender el libro por ellos. Simplemente son extractos que he considerado que valía la pena conservar y reproducir.

Desmond Morris, El mono desnudo (fragmentos)

Para decir toda la verdad, no creo que hubiera comprado el libro, en una pasada feria de ocasión, si Toni no hubiera llamado (de nuevo) mi atención sobre él en un mensaje que dirigió a PBits:

Date: Mon, 10 Jan 2000 18:17

From: Toni

To: pbits@listbot.com

Subject: De vuelta "al tajo"

7) Aprovecho que en la lista hay admiradores de Wilde (Julio no hace más que incluir deliciosas "fortunes" y Ximo y Sónia, supongo, habrán visto, sino interpretado, alguna de sus obras en el teatro en más de una ocasión): he leido, al fin, "La importancia de llamarse Ernesto", motivado, en parte, por unas declaraciones de David Lodge donde la calificaba como la "mejor comedia del siglo XX". Bueno, admito que es graciosilla y que, probablemente, interpretada puede hasta ser hilarante ... pero no puedo evitar pensar que me parece una ... estupidez?

8) Para resarcirme me he lanzado a leer "El mono desnudo" de Desmond Morris. El tio da bastante "caña" a la especie humana. Nuestra herencia genética de meros primates continua, implacable, guiando la mayoría de nuestros actos, parece.

Y se me quedó en la cabeza. Así que escribí:

Date: Sun, 16 Jan 2000 18:06:

From: Torribio Blups

To: Toni at PBits

Subject: De vuelta "al tajo"

Yo, antes, como buen sociólogo, despreciaba a los genetistas (o psicólogos evolucionistas, como se llaman ahora). Ahora leo sus teorías con atención —es gente con una imaginación portentosa. Desde luego, hacen tan poca ciencia como los sociólogos, pero por lo menos dan respuestas —alguna respuesta— a hechos que ningún otro campo de estudio ni siquiera considera problemas dignos de estudio. Por ejemplo, la teoría psico-evolucionista de por qué apreciamos la belleza en los otros —porque implica simetría, tanto más perfecta cuanto más bella la persona (o dicho de otro modo, explicaría por qué el canon de belleza se basa en la simetría). Y la simetría corporal es prueba aparente, objetiva, de salud corporal. Una mujer bella sería una mujer sana, capaz de asegurar la transmisión de los genes de aquel que la fecundara; y un hombre bello aseguraría a una mujer un individuo capaz de hacer sobrevivir a su descendencia.

Un organismo simétrico (dos ojos, dos brazos, dos pulmones, etc.) es un producto evolutivamente muy complejo, que sólo ha sido desarrollado por determinadas especies, y en distintos grados. La energía suplementaria necesaria para desarrollar tal complejidad queda compensada por el hecho de que la simetría ofrece al individuo más probabilidades de sobrevivir, porque asegura un funcionamiento debilitado pero suficiente del cuerpo si uno de los órganos simétricos se pierde o se daña. Al mismo tiempo, la simetría, como característica morfológica, es muy visible. Sobre todo la falta de ella. Un organismo simétrico que ha perdido algún órgano puede verse discriminado por los de su misma especie a la hora de la reproducción, porque su defecto físico es evidente y no se puede esconder; y tanto si es el producto de un defecto genético innato (que se transmitiría a la descendencia) como si no lo es, supondrá una menor capacidad de defender a la camada.

Por eso, dicen los psicólogos evolucionistas, tendemos a que nos gusten las personas guapas; porque la belleza es sinónimo de perfección simétrica, y la perfección simétrica de buena constitución genética, y la buena constitución genética de descendencia genéticamente apta.

Pero por favor, que quede claro que yo soy un ignorante en todo lo que he escrito; que lo he escrito recordando vagamente cosas que he leído, con lo que no estoy seguro de no haber escrito alguna barbaridad biológica.

Y es que la idea del gen egoísta, el verdadero protagonista de la historia, el gen cuyo único objetivo es reproducirse a sí mismo, y que emplea para ello a los organismos donde reside, dirigiéndolos hacia tal fin por cualquier vía imaginable, directa o indirecta, explícita o implícita, es portentosa.

Toni tenía que replicar, claro:

Date: Mon, 17 Jan 2000 18:18

From: Toni

To: Torribio Blups at PBits

Subject: De vuelta "al tajo"

Me da la impresión que te has ido por la tangente. Desmond Morris es zoólogo y no "genetista o psicólogo evolucionista". Y creo que los zoólogos son científicos de pleno derecho (no como los químicos, como todos sabemos ... :)) ).

Y yo contra-replicar, naturalmente:

Date: Tue, 18 Jan 2000 12:34

From: Torribio Blups

To: Toni at PBits

Subject: Simetria

Respecto a Morris, la verdad es: no he leído ninguno de su millar de libros 8-). Por tanto, tampoco "El mono desnudo". Pero ¿quieres decir que se limita, como zoólogo, a estudiar los rasgos anatómicos y fisiológicos de la especie humana? Porque el estudio de la conducta animal también es parte del trabajo del zoólogo (o del etólogo), pero el estudio de la conducta del "animal humano", si se hace bajo las premisas de la zoología (es decir, interpretando y explicando la cultura por su sustrato biológico) se convierte por definición en "psicología evolucionista", porque los actos y los motivos se fundamentan en la biología, y ésta, de acuerdo con este punto de vista, no es más que resultado de los avatares filogenéticos de la especie, es decir, producto de su evolución.

Desde luego, por lo que respecta a la psicología evolucionista, the times are a'changin'. No hace mucho, en una conversación muy interesante con Ximo Montañés en PBits, escribí lo siguiente:

From: Torribio Blups

To: Ximo at PBits

Date: Thursday, March 01, 2001, 21:34

Subject: Resalvemos a los hombres.

Gracias, pero como dices más abajo, no es muy convincente, lo reconozco (y salta a la vista). Es que en todo esto yo estoy en proceso de cambio. Por eso digo, medio en broma pero también medio en serio, que soy ex-sociólogo. Cuando yo estudiaba, Edward O. Wilson, el entomólogo que en 1975 escribió 'Sociobiología', el libro que puso las bases para lo que ahora se conoce como psicología evolucionista, era objeto de escarnio indiscriminado: lo más suave que se decía de él es que era racista, sexista y eugenicista. No exagero: era un verdadero paria de la 'verdadera sociología', la única —la que hacía de la sociedad el único agente activo en la modelación de las personas. Los genes eran reaccionarios, y por tanto, falsos.

Afortunadamente, la cosa ha cambiado mucho desde entonces. La 'psicología evolucionista' y otras ramas afines (como la neurobiología) están consiguiendo introducir la idea de que la sociedad no lo es todo en la cuestión de la determinación del comportamiento; que los genes existen, y actúan. Y que mejor que ignorarlos o denigrarlos es estudiarlos. El panorama de la ciencia social es ahora más rico, pero también más incierto.

Lo que yo no sospechaba es que El mono desnudo, escrito en 1967, iba a resultar ser un brillante precursor, quizás el iniciador, del campo de conocimiento que intenta relacionar la conducta actual de los humanos con su historia evolutiva. Vale la pena seguir el enlace:

Desmond Morris, El mono desnudo (fragmentos)

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