El día terrible de la curandera (versión adaptada)

Foto 1: Celeste era curandera en un pueblo rural que se llamaba Salsipuedes. Como no tenía hospital ni enfermeros ni recetas ni inyecciones ni sala de emergencia ni ambulancia ni radiografías ni sillas de ruedas, la gente solamente usaba muletas. ¡Qué lástima! Celeste la curandera viajaba por todo el pueblo ayudando a la gente y un día, a las cuatro de la mañana, Celeste quiso salir corriendo de la casa con medicinas, pero se le cayeron. Cuando las puso en su bolsa era un desastre.

Foto 2: Celeste vino corriendo a la casa de Marisol y Héctor Sánchez. Marisol estaba embarazada. Sentía un dolor fuerte y estaba gritando. Como no sabía qué medicina era para qué dolor, cuando el niño nació, Celeste le dio una medicina al bebé pero inmediatamente le creció más pelo en la cabeza. Celeste le dijo: "¡Pobrecito! La medicina le dio más pelo!"

Foto 3: A las siete oyó que Yayo, un hombre muy viejo, tenía un problema. Yayo siempre tropezaba con cosas en su casa. Ese día tropezó con el perro y se cayó otra vez. Se había lastimado el tobillo. Celeste le dijo: "¡Qué lástima!" Pero no tenía ningún hueso roto porque Yayo podía mover la pierna. No necesitaba un yeso. Le puso una venda y le dio muletas. Yayo se lastimó la espalda cuando se movió para tomar las pastillas.

Foto 4: Entonces fue con Alicia la alérgica porque los mosquitos le habían picado todo el cuerpo. Alicia no podía caminar y le explicó que tenía alergias. Celeste no le puso una inyección para las alergias porque no sabía cuál inyección de su bolsa era para las alergias. La estuvo examinando durante horas y horas y por fin le preguntó si le dolían los músculos.

Foto 5: Al mediodía, Celeste oyó a un chico de trece años que estaba gritando. Guapísimo había tenido un accidente cuando su bicicleta había chocado con un árbol y se había cortado el tobillo. Celeste limpió toda la sangre y le dio unas pastillas. Guapísimo dejó de llorar, pero empezó a estornudar. Era alérgico a las pastillas. ¡Qué raro!

Foto 6: Celeste regresó a su casa y pensó qué podía hacer. Como no sabía qué medicina era para qué dolor, puso un cartel en la ventana. Aquí se vende medicina que CAUSA enfermedades. 900 pesos. La gente empezó a visitarla. Vendía medicina para crecer el pelo y para dar alergias. Como no había sillas de ruedas ni radiografías, ponía vendas y les decía a los enfermos: ¡Pobrecito! ¡Qué lástima! Ahora es muy rica.