23/08/2023

Un vestido para Doris Wells, una historia real convertida en un viaje en el tiempo

Por Crisbel Varela

“Nosotros deberíamos usar ese derecho a la cultura que nos dio la historia. El derecho a la cultura, y no andar buscando la autenticidad. Nosotros tenemos el sello de que somos los copiones del mundo. O sea, una gente que se copia de todo el mundo. Bueno, estupendo. Esto es lo que nosotros somos. Y a mucha honra”.

-Cabrujas

Como si se tratara de un viaje en el tiempo envuelto de nostalgia, “Un vestido para Doris Wells”, escrita y dirigida por Elvis Chaveinte, llegó a los escenarios de La Caja de Fósforos, con un montaje para reflexionar sobre el teatro, la televisión, pero también sobre Venezuela. 

Foto: Gleybert Asencio

¿Cuál es nuestra identidad cultural?, ¿cuál es la importancia de preservar nuestras memorias?, son algunas de las preguntas a las que puede llevar la pieza, que nos traslada al ejercicio de recordar y al mismo tiempo nos responde sus propios cuestionamientos.


Rossana  Hernández se convierte en algunos personajes que Doris Wells le regaló a la televisión y al mismo tiempo en la mujer que alguna vez le hizo un vestido: La abuela del autor del texto, María Cobo Antoranz de Chaveinte, quien custodió hasta el día de su muerte el que al parecer consideraba uno de los vestidos más importantes que había elaborado a lo largo de su oficio.

Foto: Gleybert Asencio

La historia, que se comenzó a escribir en pandemia, cuenta cómo una mujer llegó de España a Venezuela debido a la Guerra Civil. Era la época de Luis Herrera Campins. Un momento en el que no existían mujeres que se desempeñaran como “sastras” porque solo había sastres y era “un oficio de hombres”. 


El texto nos pasea por la vida de la abuela del autor, quien trabajó en Radio Caracas Televisión (RCTV), hasta personajes icónicos de Doris Wells como artista, con transiciones sutiles que transcurren jugando con los vestuarios de Raquel Ríos Castro y la escenografía sumergida en recuerdos proyectados, en el que el dramaturgo José Ignacio Cabrujas, a quien también conoció Mari,  nos habla del teatro y del venezolano.

Foto: Gleybert Asencio

Un vestido para Doris Wells le regala al público una mirada hacia la realidad que acompañaba toda la historia de Doris Wells y María Cobo Antoranz de Chaveinte, la de mujeres que cada una desde su ángulo luchó por encontrar y hacerse un lugar, pero además una época en la que el gobierno había mandado a cerrar un canal de televisión por 36 horas. Pareciera irónico, pero el texto nos llama a recapitular lo que se repite.

Foto: Gleybert Asencio

“La obra es un recuerdo. Por  lo tanto siempre pensé que debería tener esos elementos que lo conforman. Para comenzar, aparece una actriz que recuerda una anécdota sobre Mari, quien a su vez recuerda cómo llegó a Venezuela. Y también recuerda cosas de su pasado en España. Entonces pensé que la puesta en escena debía tener elementos que tuvieran un pasado. Por lo tanto la mesa de planchar, la plancha, el burrito de planchar, el televisor y el baúl, son todos cosas que le pertenecieron a mi abuela. Luego, los vestuarios que conforman la escenografía, su gran mayoría, son de otras obras (trece rosas) y así todo tiene una remembranza. Le perteneció a alguien”, compartió Elvis Chaveinte sobre la elaboración del montaje.

Foto: Gleybert Asencio

Y como la pieza es un recuerdo, el autor nos trae a personajes de Doris Wells como Pilar Rodríguez De Cárdenas en la “Señora de Cárdenas”, Enriqueta en la “Hora Menguada” e Isabel Blanco en “La Fiera”, pero también a Cabrujas “porque marcó un antes y un después en la telenovela venezolana”. “Fue el creador de varios personajes que se presentan en nuestra obra. Pero, además, es un referente muy importante, porque nos pensó, reflexionó, se dispuso a tratar de entender nuestra idiosincrasia. Hizo un gran aporte a nuestra cultura contemporánea en todos los ámbitos en los que participó, y pertenece a esa generación tan brillante que coincidió en ese momento en que se cuenta la obra”.

Foto: Gleybert Asencio

Rossana Hernández calificó como un reto interpretar los personajes de Doris Wells, porque su objetivo como actriz no era ser la mujer sino lo que llevó a la televisión venezolana.


“Interpretar a alguien muy conocido siempre es un reto, se convierte casi en un compromiso, pero este compromiso es con uno mismo, de poder dar con aquello que la hace tan singular, que caracteriza a una persona. En Un vestido para Doris Wells no interpreto a la actriz sino a sus personajes, los que llegó a hacer para la televisión. De alguna manera interpreto una de las facetas de un individuo, no al individuo. Esto determinó el enfoque de la búsqueda de Elvis como director y mi manera de abordar el trabajo actoral. Investigar sobre la actriz enriqueció mi conocimiento sobre la dimensión de esta persona que, por cierto, aumentó mi admiración y respeto hacia ella, pero me detuve en lo que percibía de sus actuaciones, quiero decir, en eso que yo percibía estaba ella entregando en su actuación, cuál era su propuesta, a los lugares que iba, para entonces, dirigirme yo allí con mis herramientas. No nos propusimos nunca imitar, sino indagar en lo que la actriz comunicaba con su actuación y que la hizo descollar en esos trabajos tan recordados por su honestidad y conexión emocional”.

Foto: Gleybert Asencio

Hernández insistió en que lo más complicado fue resistirse a la idea de la imitación a la hora de interpretar, pero además incorporar lo que le interesaba a Doris Wells sobre el oficio: “Huir de lo banal, tomárselo en serio, intentar dar lo mejor, hablar sobre las inquietudes de la mujer y hacerlo lo mejor posible”.

“Creo que lo más complejo son los cambios de escena y la carga emocional tan inmediata,  porque la historia no se cuenta de una manera lineal, así que voy de una cosa a la otra, y regreso. La puesta está cargada de recursos con los que tengo que dialogar, audiovisuales, de iluminación, coreográficos que termino agotada, pero feliz, porque aunque esto es lo más complejo, también, debo decirlo, es lo más sabroso del trabajo”.

Foto: Gleybert Asencio

Un relato personal 


Con Un vestido para Doris Wells, Chaveinte hace un homenaje a su abuela, a Doris Wells y al teatro. Por esta razón describe a Mari, quien fue fundamental para contar hoy esta historia llena de viajes y recuerdos, como una mujer fuerte y hermosa.


“Era una mujer excepcional. Sin pelos en la lengua, si tenía que decirte algo te lo decía y punto. Le gustaba hacer las cosas bien. Decía: Si vais a hacer las cosas mal, mejor ni pienses en hacerlas. Era muy afectuosa. Siempre estaba muy pendiente de todos e intentaba ahorrarnos algún sufrimiento. Recuerdo, por ejemplo, el que considero el gesto de amor más grande y también una gran lección de vida: cuando me tocó la dolorosa labor de informarle que le habían tenido que amputarle una de sus piernas (ella no lo sabía porque había ingresado al quirófano por algo menor) yo no podía articular palabras, lo intentaba pero me era insoportable, ella con su inteligencia y agudeza femenina, debió intuirlo y quiso ahorrarme el dolor de tener que pronunciarlo, porque el otro dolor era inevitable, no me dejó continuar y me dijo “tranquilo, más se perdió en la guerra…” nunca más habló de eso, no se quejó o lamentó, lo asumió con una entereza admirable y eso hizo que los demás también lo hiciéramos. Así de valiente y hermosa era mi abuela”.

Foto: Gleybert Asencio

La realidad en el teatro


En escena, Rossana Hernández interpretando a la abuela del autor, menciona lo absurdo que es cerrar un canal de televisión por 36 horas, lo que sucedió luego de que un equipo de investigación de El Observador Venezolano, el noticiero principal de Radio Caracas Televisión, denunciara que había descubierto como en el Hospital de Niños Excepcionales de Catia La Mar había un grupo de niños amarrados a sus camas y cunas, con cadenas y a quienes no se les permitía salir ni eran alimentados. Ellos informaron a las autoridades, pero estos se negaron a tomar cartas en el asunto 

Foto: Gleybert Asencio

Mari, relatando en Un vestido para Doris Wells lo que se vivía en la época, dijo que a ella no le hubiese gustado que cerraran el canal y que si lo hicieran preferiría estar muerta para no verlo. Y esto pasó. En 2007, por órdenes del gobierno de Hugo Chávez, finalizaron sus transmisiones al no ser renovada su concesión debido a la supuesta posición tomada por RCTV durante el golpe de Estado en Venezuela de 2002. 


Los directivos de RCTV alegaron que la concesión no se vencía hasta el año 2021, pero el gobierno mantuvo su versión.

Foto: Gleybert Asencio

El hecho ocasionó movimientos de calle para rechazar la medida tomada por el gobierno de Chávez, con el grito “Un corazón que grita”, “Un amigo es para siempre” y el aclamado “Libertad de expresión”. 


A partir de este momento la censura se convirtió en el día a día. Ahora los cierres de emisoras de radio, bloqueos a portales web de noticias y las agresiones a periodistas que buscan denunciar la realidad, forman parte de las estrategias del Estado para desinformar. En contraparte tienen sus propios canales de comunicación para manejar una matriz de opinión donde en Venezuela “todo está bien”. Según la ONG Espacio Público solo en 2022 se  registraron 468 denuncias de violaciones a la libertad de expresión.

Un vestido para Doris Wells


Las funciones son los viernes a las  6:30 pm sábados y domingos a las 4:00 pm. El montaje estrenó el 11 de agosto y culmina su temporada de funciones el 27 de este mes.


La asistencia de dirección es de Elisa Castillo, Lino De Andrade De Sousa y Samantha Finckler Markus, el vestuario de Raquel Ríos Castro y , la asesoría corporal de Armando Díaz. La pieza llega a los escenarios para celebrar los 10 años de teatro de Deus Ex Machina.

Foto: Gleybert Asencio