"La Golondrina" expone la realidad de la comunidad LGBTIQ+

Por Crisbel Varela

En medio de la lucha que mantiene la comunidad LGBTIQ+ por sus derechos, el teatro levanta el telón una vez más para dramatizar como el amor y el respeto pueden prevalecer a pesar de las diferencias.

La profesora de canto, Amelia (Carlota Sosa), se encontró con la difícil tarea de interpretar a una madre a la que sus creencias no le permitían ver la realidad ante sus ojos: su hijo Dani era homosexual. En contraparte, está Ramón (Julián Izquierdo), quien representa a la comunidad LGBTIQ+ desde un punto de vista álgido, el de un ser humano que perdió a un ser querido y además es sobreviviente de un ataque terrorista homófobo.

“La Golondrina”, obra inspirada en el ataque terrorista al bar Pulse de Orlando (EEUU), es la historia de todo aquel que sintió miedo de ser juzgado por contar su realidad a familiares y amigos, del que fue discriminado y víctima de violencia por razones de género.

Foto: Gleybert Asencio

Bajo una iluminación cálida, la pieza cuenta como Ramón llegó hasta la casa de Amelia con la excusa de recibir clases de canto para una ceremonia. Lo que la mujer, mostrada de carácter fuerte, no sabía, era que se trataba de una memoria a su hijo, Dani, quien había sido asesinado tiempo atrás por un terrorista mientras estaba en una discoteca que frecuentaba parte de la comunidad sexodiversa.

Ramón y Dani eran pareja, pero eso su madre no lo sabía. Iban a casarse, soñaban con un futuro juntos que no pudo materializarse ante el hecho trágico que había sufrido el joven.

La profesora creía que conocía a su hijo, pero lo cierto es que pasaron muchos años en medio del silencio para no afrontar que Dani era homosexual. Cuando finalmente él se confesó ante Amelia, ella prefirió evitarlo y así creó una distancia que lamentaba cada segundo tras perderlo.

Foto: Gleybert Asencio

La pieza está envuelta en la composición musical de Daniel Giménez, aunque la letra es original de la obra del dramaturgo Guillem Clua, y pasa a ser el hilo conductor de la obra ayudando a traer a escena momentos conmovedores e incluso a unir a los personajes de la historia, para con un piano, parte de la escenografía lograr resumir sus sentimientos, recuerdos y tristezas en un solo tema: “La Golondrina”.

Una obra del dramaturgo español Guillem Clua, llevada a las tablas venezolanas del Trasnocho Cultural bajo la dirección de Pedro Borgo, ganador de la segunda edición del Festival de Jóvenes Directores Trasnocho y la producción de Douglas Palumbo, que le brinda al público un espacio para reflexionar sobre el amor de madre, una que no entendía las preferencias de su hijo, el amor de pareja y la discriminación y violencia por razones de género.

Foto: Gleybert Asencio

“Creo que estamos viviendo en tiempos donde la palabra tolerancia parece que no está en el vocabulario de muchísima gente. A veces creo que uno puede llegar a pensar que la sociedad está evolucionando pero en realidad en muchos puntos va involucionando porque hay muchas acciones que son guiadas por el odio y la intolerancia, por la discriminación y cuando me llegó este texto, con todo lo que está pasando en el mundo: España, EEUU, Caracas, te das cuenta que son temas que son necesarios tocar si queremos ejercer algún tipo de cambio o por lo menos abrir la conversación”, dijo el director de la obra, Pedro Borgo, rescatando el mensaje de la pieza teatral.

“Cuando Douglas Palumbo, el productor de la obra, me dio el texto, me conmovió porque es una historia bellísima que habla sobre la sanación, el perdón, la tolerancia, y creo que son precisamente esos temas que no vemos tan a menudo en la sociedad de hoy. Esos son los temas que me llaman la atención, presentar esos problemas, porque ese es el objetivo del teatro: enfrentar al hombre con el hombre en su misma talla, en su tamaño y hacerlo ver el reflejo de lo que es y de lo que hace”, agregó Borgo.

Borgo opina que la discriminación “es un mal sin importar de donde venga, sea por la preferencia sexual, la religión, por genero, nacionalidad”. “Uno tiene que alzar la voz cuando pueda para apoyar las luchas para acabar con la discriminación, la persecución, el odio”.

Foto: Gleybert Asencio

El 12 de junio del año 2016 unas 49 personas perdieron la vida y 53 resultaron heridas en la discoteca Pulse, lugar que frecuentaba gran parte de la comunidad LGBTIQ+ de la zona. La masacre del terrorista islamista Omar Mateen, como se le conoció al hecho, fue para ese entonces uno de los mayores tiroteos en la historia de Estados Unidos.

Venezuela y la comunidad LGBTIQ+

La obra llega al teatro venezolano en un momento de exigencias para la comunidad, quienes piden constantemente que se hagan valer sus derechos y que se tomen en cuenta sus exigencias, en un país donde no es legal, por ejemplo, el matrimonio igualitario.

El pasado 2 de septiembre la comunidad LGBTIQ+ de Venezuela llamó a la Defensoría del Pueblo a buscar soluciones a las problemáticas que los afectan, como los crímenes de odio por orientación sexual e identidad de género.

Entre las propuestas está debatir legalmente temas como el matrimonio civil igualitario, el reconocimiento legal de las personas trans ante el cambio de identidad, reconocimiento de las familias homoparentales, lesbomaternales y transfiliables.

Durante el pasado mes de junio, en menos de 48 horas tres personas de la comunidad fueron brutalmente asesinadas en Caracas, lo que causó conmoción y que distintas ONG llamaran a garantizar los DDHH y a la no discriminación. Las exigencias continúan.

Aunque las autoridades recibieron el documento con los planteamientos y prometieron evaluarlos, admitieron que no sería “una tarea” fácil. Mientras tanto la comunidad continúa en la pelea de exigir apoyo.


Publicada originalmente en 800Noticias