21/06/23

Los pájaros mojados también sueñan 

Por Crisbel Varela

¿Sería tan malo el mundo si nos atreviéramos a soñar un poco más?, ¿si lo viéramos de vez en cuando con ojos de maravilla?


La soledad, los sueños olvidados, sobre apreciar la vida y sentirnos libres. De esto trata Los Pájaros Mojados, un texto del chileno José Yovane, dirigido por Virginia Aponte, en dos funciones a beneficio de la Fundación Medatia.

Foto: Gleybert Asencio

Cuando una situación trágica llega a nuestras vidas, la respuesta casi inmediata es querer olvidar o huir, ¿y a dónde se va uno cuando quiere estar en soledad? Podríamos responder con múltiples opciones de lugares con una ubicación geográfica y una zona horaria determinada, pero la verdad es que el primer lugar al que solemos ir puede ser la mente. De inmediato surgen preguntas y respuestas que no compartimos, pero ahí están. Esto nos refleja la pieza con frases como: “A  veces,  la  soledad  se  aguanta  mejor  en  compañía”, “No ve que el dolor y el cansancio, nos enredan el pensamiento”, “¿Porque la verdad es que, quién se iba a poner a pensar, que cuando uno se habla, es uno mismo el que se escucha?”.

Foto: Gleybert Asencio

Un vagabundo y un ermitaño se encuentran en medio del desierto. El primero siente que lo ha perdido todo; el segundo lleva esa vida por voluntad propia. Juntos regalan un mensaje profundo al espectador sobre el valor que tiene seguir soñando, imaginando, ser humildes y agradecidos.

Foto: Gleybert Asencio

El ermitaño ve el mundo como si fuera la primera vez. Todo le emociona, le parece asombroso, casi mágico; es un hombre que ve colores inventados y enterró sus zapatos para que no lo siguieran. Mientras que el vagabundo tiene momentos de pesimismo con los que lucha a lo largo de la historia.

Foto: Gleybert Asencio

“¡Usted  lo  enreda  todo! Para  usted,  todo  es  pura fantasía. A usted se le olvidó la vida. Habla de colores inventados, de colores de puro sueño (...) ¡Yo ya no creo en sueños! Si algo he aprendido por los caminos de la vida, es que no se puede vivir de sueños. No en la vida real”, eran las palabras del vagabundo ante la insistencia del ermitaño en soñar y vivir con lo simple que para él parece la vida.

Foto: Gleybert Asencio

“¿No  le  parece  maravilloso? Se  da  cuenta  que  esta  pera  viene  de  un  árbol,  y  que  esta  pera  tiene  semillas,  semillas  que  pueden  ser árbol,  árbol  que tenga peras que tengan semilla”, decía el ermitaño.

El vagabundo cuestionaba que el ermitaño viviera así, entre suspiros y sueños, pensando que el tiempo es distinto para cada quien. Lo cierto es que este personaje tal vez es una forma de hablar al público sobre desprenderse de lo terrenal.

Foto: Gleybert Asencio

Wilfredo García y Agustín García, son los artistas que dan vida a esta historia, una donde es fácil encariñarse con los personajes, reír y llorar gracias a lo que emanan las interpretaciones, mientras que el texto es poético y acompañado con la música de Nicolás Barreto, es un viaje conmovedor, en el que el autor, tal vez intentó decirle a la sociedad que los hombres que no sueñan no son libres y que en esencia, en la vida, nos preocupamos por vanidades, cuando al momento de morir solo podremos llevarnos nuestras memorias. Es un texto profundamente humano, interpretado bajo esa esencia.

Foto: Gleybert Asencio

La pieza se presentó el 10 y 11 de junio en la Asociación Cultural Humboldt, bajo la producción de Ago Teatro, la dirección artística de Carlos Domínguez, iluminación de Miguel Abreu y la música de Nicolás Barreto.

Esta obra se había presentado en 2021 en el Trasnocho Cultural, tras montarse en Chile y España. En 2016 se presentó en la UCAB.

Foto: Gleybert Asencio