Las piedras de los apóstoles*

Fecha de publicación: 05-jul-2020 17:52:07

Una leyenda cuenta que Cristo anduvo con sus apóstoles recorriendo la Baja California.

Cierto día, tras horas de haber caminado, los apóstoles clamaron: "¡Maestro, ya no podemos más, tenemos hambre!".

Tranquilo, Jesús les respondió: "Vamos a hacer penitencia. Agarre cada uno una piedra y vamos a seguir caminando".

Once de los hombres tomaron piedras de regular tamaño. Judas Iscariote, astuto, levantó solamente un guijarro y caminó jugando con él.

Tras un buen rato de avanzar, y con las manos cansadas también por el peso de su nueva carga, los apóstoles clamaron otra vez: "¡Maestro, tenemos hambre...!".

Cristo se detuvo, se volteó a verlos, extendió las manos y ordenó: "¡Que las piedras se conviertan en panes!".

¡Maravillados, once de los apóstoles observaron cómo en sus manos aparecían panes de buen tamaño, con los que sin duda su hambre desaparecería! Por el contrario, Judas Iscariote vio su guijarro transformarse en una pequeña galleta. La engulló rápidamente y se quedó rumiando su coraje.

Al día siguiente, por desolados caminos de nuevo, llegó la hora en que los discípulos clamaron a Jesús: "¡Maestro, estamos cansados y tenemos hambre!".

Tranquilo, Cristo les respondió: "Vamos a hacer penitencia. Agarre cada uno una piedra y seguiremos caminando".

Resignados, once de los hombres tomaron piedras de regular tamaño. Judas Iscariote pensó: "¡Esta vez no me quedaré con hambre!", y levantó la roca más grande que podría cargar. Apenas lograba rodearla con ambos brazos.

Avanzaron por un buen rato, cada uno con su carga, mientras escuchaban las parábolas que les contaba el maestro. Judas Iscariote ya casi trastabillaba, por el peso de la gran roca que había elegido. Sin embargo, para sus adentros se sentía exultante, seguro de que cuando Cristo obrara el milagro del día anterior se daría un gran banquete. "¡Y no le voy a dar a nadie!", se decía.

Cuando el cansancio estaba a punto de vencerlos, los apóstoles clamaron: "¡Maestro, tenemos hambre...!".

"¡Ahora va la mía!", se dijo el Iscariote, sin soltar la gran roca que rodeaban sus brazos casi entumecidos.

Jesús se volvió, sonriendo, apuntando al horizonte con la mano derecha, hacia donde alcanzaba a divisarse el rancho El Mezquital. Y les dijo a sus discípulos:

"¡Tiren las piedras! ¡Vamos a llegar con doña Flora!".

(2020)

* Versión del autor de una historia escuchada en su niñez.