Presentación

La vida sigue es una compilación de autobiografías escritas por mis alumnos de tercer grado de secundaria del Instituto Salvatierra, de Mexicali, Baja California, al finalizar el ciclo escolar 2013-2014. Es el resultado de uno de los proyectos de escritura contenidos en el programa oficial de la Secretaría de Educación Pública.

Rematamos con esta actividad la labor de redacción académica y creativa que habíamos iniciado en el mes de febrero, cuando me hice cargo de la clase de Español con el grupo de tercero B, conformado por 36 adolescentes de 14 y 15 años de edad que desde la primera clase me brindaron un cálido recibimiento y muy pronto me bautizaron con un apodo afectuoso: Rapadito (surgido el segundo o tercer día, cuando los apuré a que formaran sin demora los equipos de trabajo, con un traspié verbal: “¡Formen los equipos, rapadito!”, que nos hizo reír a todos).

Los productos de escritura que esos meses precedieron a la elaboración de la autobiografía fueron (de acuerdo con el programa oficial): 1) la corrección de informes de experimentos realizados en su clase de Ciencias y 2) guiones de programas de radio –con las grabaciones de las emisiones respectivas–. Como parte de las llamadas “actividades permanentes” que indica la SEP, nuestro grupo se convirtió cada viernes en un taller literario, del cual resultaron: 1) cuentos con narrador testigo, 2) poemas de tema libre con el uso de figuras retóricas y 3) cuentos con narrador en segunda persona. (Parte de estas creaciones las he estado publicando en el sitio web de Tallereando.net).

En realidad, es prácticamente imposible llevar a cabo –siguiendo el proceso de redacción en forma debida– los catorce proyectos programáticos. Consciente de lo anterior, y ante la necesidad de seleccionar los que podríamos llevar a cabo de febrero a junio, desde el principio decidí no dejar fuera la elaboración de la autobiografía, y así cerramos el curso con ella.

Empezamos a trabajar en ese objetivo desde la primera semana de mayo: leímos autobiografías de diversos autores, los alumnos investigaron sobre la historia de los tres lustros correspondientes a su existencia –para que se reconocieran como sujetos de un momento histórico–, planearon sus textos y pasaron enseguida a la elaboración de sus borradores.

La verdad es que iniciaron el trabajo con poco entusiasmo; algunos, con ciertas resistencias. No se veían muy dispuestos a compartir su vida en el anuario que les propuse editar –“para que les quede un recuerdo de su secundaria”–. Pero a medida que avanzamos en el proyecto pude ver cómo se incrementaba su interés: empezaron a descubrir experiencias comunes con quienes no habían sido compañeros suyos en el jardín de niños y la escuela primaria, se compartieron los borradores y terminaron, en su gran mayoría, entregándose a una narración en la que cada uno era el protagonista.

Al finalizar, 22 de los estudiantes (el 63 por ciento del grupo) me proporcionaron sus autobiografías para publicarlas en el anuario. Nada mal: había esperado recibir solamente una decena de textos. Sin embargo, apenas dos de ellos me entregaron fotografías, por lo que el anuario original derivó en antología.

Durante el proceso de edición de esta obra, como se entenderá, releí varias veces tales creaciones de mis hoy ex alumnos (bueno, dieciséis de ellos han continuado en mis clases de preparatoria). Y cada vez quedé sumamente complacido. Se encuentra uno en estas páginas con diversos estilos de prosa y narrativa (María José Fuentes Salgado decidió emplear la tercera persona, en tanto que Paula Luque Peña y Jesús Manuel Ramos Sánchez optaron por una trama in media res, iniciando sus relatos a partir de recientes experiencias deportivas).

En este genuino rescate de su pasado y encuentro con ellos mismos, los jóvenes hurgaron en sus antecedentes familiares y reivindicaron la importancia del círculo filial en la construcción de su destino y su personalidad, compartiendo, incluso, de manera muy sensible, momentos dolorosos en el seno del hogar, como la pérdida de algún ser querido o la separación de sus padres.

Así, los veintidós autores reunidos en esta antología plasmaron con gran interés lo que han significado para ellos sus primeros quince años de existencia (o “media vida”, como los definió Ana Sofía Peiro Domínguez), con sus alegrías y tristezas, sus logros y frustraciones; y las expectativas para un mañana que pretenden irse forjando, “aprendiendo de los errores y disfrutando de las experiencias” (Sofía Alejandra Carballo Lamas), pues éste es “solo el principio del camino” (Guadalupe Angélica Huerta Linares), que esperan que los conduzca hacia un futuro “genial y feliz” (Lizbeth Muñoz Jiménez).

Secundarianos al punto del egreso, en su perspectiva cobraron especial importancia su llegada al jardín de niños y sus seis años de primaria, de los que recuperaron el llanto del primer día, las incipientes amistades y sus buenos y malos maestros. (Después, en la etapa educativa adolescente, aparecerían los primeros noviazgos, alguno de ellos “de mentiras”).

Y de sus años de secundaria, en su mayor parte transcurridos en las aulas del Instituto Salvatierra, en muchos casos externaron, precisamente, la satisfacción por haber cursado dichos estudios en ese plantel y la nostalgia porque, al terminar, se separarían de amigos a los que quizá no volverán a ver.

Golosinas, mascotas, personajes animados, aficiones, viajes, ídolos musicales y deportivos, experiencias escolares, tecnología cibernética… y recuerdos comunes que marcaron su infancia, como la epidemia de influenza H1N1 y el terremoto de 2010...

Así, los veintidós autores reunidos en esta antología plasmaron con gran interés lo que han significado para ellos sus primeros quince años de existencia (o “media vida”, como los definió Ana Sofía Peiro Domínguez), con sus alegrías y tristezas, sus logros y frustraciones; y las expectativas para un mañana que pretenden irse forjando, “aprendiendo de los errores y disfrutando de las experiencias” (Sofía Alejandra Carballo Lamas), pues éste es “solo el principio del camino” (Guadalupe Angélica Huerta Linares), que esperan que los conduzca hacia un futuro “genial y feliz” (Lizbeth Muñoz Jiménez).

Jesús Manuel Ramos Sánchez culminó sintetizando: “Éste solo es el final de una autobiografía, y apenas el comienzo de una vida”.

La presente obra, amigo lector, es, pues, el desenlace de cinco meses de trabajo con una treintena de adolescentes que me aceptaron desde el primer día, que consintieron que guiara su proceso de aprendizaje y por quienes siento un especial aprecio. Espero que la lectura de sus autobiografías le sea tan placentera como lo ha sido (una y otra vez) para mí.

Mexicali, Baja California, junio de 2015.

Prof. Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar

(Rapadito, para ellos)