Escena 11

Fecha de publicación: 04-abr-2012 5:22:26

Personajes:

  • Miguel Hidalgo
  • Juez del Santo Oficio
  • Soldados

Escenografía: un cuarto con una mesa como altar improvisado; con un mantel, una patena con una hostia sin consagrar, una vinajera con un poco de vino y un cáliz (pueden ser de cartón); un cuchillo de cartón o madera. Una silla, sobre la cual se encuentran una sotana blanca y una estola.

Vestuario: Hidalgo, con pantalón y camisa blanca de mangas largas; el juez del Santo Oficio, con sotana oscura y el rostro cubierto (para dar una imagen de un personaje siniestro); los soldados, con su uniforme militar.

(Entra el juez del Santo Oficio y revisa minuciosamente que todo esté en orden. Lleva unos documentos en las manos, que también revisa, mientras espera. Entran los soldados llevando casi a rastras a Hidalgo, quien presenta golpes en la cara, su camisa blanca con manchas de sangre y un poco desgarrada).

Juez: (al reo) Responded bajo juramento de decir verdad.

Hidalgo: (alza la mano derecha y mira fijamente al juez) ¡Lo juro!

Juez: Decid su nombre completo:

Hidalgo: Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga.

Juez: Se os acusa de herejía y apostasía.

Hidalgo: ¡Mentís! Niego ser hereje ni apóstata.

Juez: Para salvar vuestra alma, debéis arrepentiros de vuestros pecados. ¡Arrepentíos de la causa de la independencia!

Hidalgo: ¡Por la causa de la independencia no cometí pecado alguno! ¡No tengo nada de qué arrepentirme!

Juez: Leeré de nuevo el edicto de excomunión dirigido contra usted y los demás dirigentes de esta revuelta contra el rey y nuestra religión. Vuestros compañeros han muerto ya. Se arrepintieron de sus pecados y lograron salvar sus almas. ¡Ahora vos arrepentíos!

Hidalgo: ¡Os he dicho que no tengo nada de qué arrepentirme!

Juez: (toma los documentos y empieza a leer) “Por la autoridad de Dios Todopoderoso, el Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de los santos cánones, y

de la inmaculada Virgen María madre y nodriza de nuestro Salvador, y de las vírgenes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominios, papas, querubines y serafines, y de todos los santos patriarcas y profetas, lo excomulgamos, anatemizamos y lo secuestramos de los umbrales de la Iglesia del Dios omnipotente, para que pueda ser atormentado por eternos y tremendos sufrimientos, juntamente con Satán y Abrirán..."

Hidalgo: ¡No me arrepentiré, no tengo nada de qué arrepentirme!

Juez: (continúa la lectura) “Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado en nuestro bautismo, lo maldiga (Hidalgo se cubre el rostro con las manos, empieza a flaquear). Que la Santa Cruz a la cual ascendió Cristo por nuestra salvación, triunfante de sus amigos, lo maldiga. Que la Santa y eterna Virgen María madre de Dios lo maldiga..."

Hidalgo: (se pone las manos al pecho y ve al cielo, grita con desesperación) ¡No…! ¡Eso no…!

Juez: (sigue leyendo) “Que todos los ángeles y arcángeles, principados y potestades, y todos los ejércitos celestiales lo maldigan. Que San Juan el Precursor, y San Pedro y San Pablo y San Juan el Bautista, y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntamente lo maldigan. Ojalá que todos los santos desde el principio del mundo y todas las edades quienes se hayan ser amados de Dios, le condenen; y ojalá que los cielos y la tierra y todas las cosas que hay en ellos le condenen..."

(Hidalgo cae de rodillas al piso, mueve la cabeza a ambos lados y sigue gritando).

Juez: “Que sea condenado en donde quiera que esté en la casa o en el campo; en los caminos o en las veredas; en las selvas o en agua, o aún en la Iglesia. Que sea maldito en el vivir y en el morir; en el comer y en el beber; en el ayuno o en la sed; en el dormitar y en el dormir; en la vigilia o andando..."

Hidalgo: (se arrastra ante los pies del juez y suplica) ¡No sigáis! ¡Parad! ¡Deteneos! ¡Por piedad…!

Juez: “Que sea maldito interior y exteriormente. Que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes, en frente y oídos, en sus cejas y mejillas, en sus quijadas y narices, en sus dientes, en sus labios y garganta; hombros y muñecas; en sus brazos, manos y dedos. Que sea condenado en sus venas, muslos, caderas, piernas, pies y uñas de los pies..."

(Hidalgo continúa suplicando, en vano).

Juez: “Que el Hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y que el cielo, con todos los poderes que hay en él, se subleven contra él, lo maldigan y lo condenen. Amén. ¡Así sea!".

Soldados: Amén.

(Pausa, silencio. Solo se escuchan los sollozos de Hidalgo. El juez hace una seña a los soldados, éstos se acercan al reo y lo ponen de pie frente al inquisidor).

Juez: Si queréis salvar vuestra alma, firmad este documento, donde mostráis

vuestro arrepentimiento y pedís a los insurgentes que se apartan del errado camino que están siguiendo. (Da la pluma a Hidalgo, éste la toma y sin leer el documento estampa su firma).

(Los soldados visten a Hidalgo con la sotana y la estola. Enseguida, el reo pone un poco de vino en el cáliz, toma éste con una mano y la patena con la otra. Se hinca frente al juez, quien le quita de sus manos el cáliz y la patena).

Juez: (raspando con el cuchillo las palmas de las manos y las yemas de los dedos de Hidalgo) Os arrancamos la potestad de sacrificar, consagrar y bendecir, que recibisteis con la unción de las manos y los dedos.

(El juez quita a Hidalgo la estola y la sotana).

Juez: Por la autoridad de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la nuestra, os quitamos el hábito clerical y os desnudamos del adorno de la religión. ¡Os arrojamos de la suerte del Señor, como hijo ingrato, a causa de la maldad de vuestra conducta! (Pausa) ¡Arrodillaos!

(Hidalgo, ya sin las ropas clericales, se arrodilla ante el juez).

Juez: Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga, ¡estáis condenado a muerte! Seréis pasado por las armas al amanecer del 30 de julio. ¡Que Dios tenga piedad de vuestra alma!

(Los soldados toman a Hidalgo, lo levantan y lo sacan del escenario. El juez sale por el extremo opuesto).