En la cazuela se pone aceite (como un centímetro), se pica un diente de ajo y se echa al fuego; antes de que coja color se añaden las espinacas congeladas; poco a poco se van ablandando, se les pone un poco de sal y cuando están ya todas descongeladas coge una cuchara sopera llena de harina y la espolvoreas por encima de las espinacas, le das bien vueltas y rehogas y añades leche por encima (hasta un vaso entero) mientras revuelves bien, y lo retiras del fuego y ya está.