Hoy en día, el hombre ha dejado de asombrarse y, por ende, de preguntarse acerca de las razones profundas de muchas cosas. Algunos pensadores han mostrado su preocupación y han escrito sobre el tema.
Otra de las razones de la desaparición de la vocación natural del hombre a filosofar puede ser el mal uso del ocio. Sin las necesidades primarias cubiertas el hombre no podría hacer filosofía (esta es una condición, sobre todo, para quien hace filosofía como profesión). El hombre de hoy tiene satisfechas estas necesidades y dispone, como en ninguna otra época de la historia de la humanidad, de tiempos de descanso que podría dedicar a la reflexión. Pero vive inmerso en el activismo, en un mundo donde todo corre a velocidad vertiginosa. Las horas de descanso son necesarias para reponerse del estrés provocado por el vivir cotidiano. Por eso, se cuestiona cada vez menos cosas, deja que otros piensen por él. Sí, recibe mucha información, pero profundiza poco en ella. Se deja llevar por las ideas de moda que acepta acríticamente, sin reflexionar si son o no son válidas. Distraído permanentemente por infinidad de estímulos, es un hombre con muy poco silencio interior, sin apenas momentos de paz y tranquilidad para poder pensar, meditar. (Enrique Rojas ha puesto un nombre a este tipo de individuo: hombre light[1]).
[1] Cfr. E. Rojas, El hombre light, Temas de hoy, Madrid, 1995.