1. Moralidad en el conocimiento. El ser humano es animal racional. Y, si bien la actividad intelectual es nuestro valor diferencial, el conocimiento no es mecánico ni automático (El intercambio, Yo creo en ti, parábola del ciego de nacimiento). Existe una moralidad en el conocimiento: para conocer primero hay que querer conocer.
2. Libertad (I). Este dato nos pone sobre la pista de algo muy propiamente humano: la libertad.
La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres (Cervantes).
3. Soy libre si puedo querer lo superfluo. Es tan cierto lo que dice Cervantes que se puede afirmar que el hombre es su libertad, más incluso que su inteligencia. ¿En qué acción se observa o manifiesta su libertad? En la capacidad de querer algo. Más aún:
El hombre se advierte libre cuando ama algo que estrictamente no necesita (A. Sánchez-Palencia et al.).
En ese momento, somos conscientes de que no estamos indisociablemente “atados” a lo material ni determinados por la necesidad de sobrevivir. No obstante, el debate contemporáneo en torno a la libertad bascula en torno a dos extremos. Por un lado, la herencia moderna individualista: el ser humano es libre cuando elige cualquier cosa, es decir, el fundamento de su libertad es… él mismo (existencialismo, posmodernidad light). Por otro lado, la herencia moderna cientifista: el ser humano no es libre, pues está determinado por su biología, su carga genética, su entorno cultural, las fuerzas de la estructura tecno-estatal y del mercado, su propia historia personal (marxismo, psicoanálisis, materialismo, posmodernidad radical).
Ahora bien, vayamos a la experiencia diaria. ¿Alguien quiere ser esclavo de otro? Pueda o no demostrarse y engañados o no, el hecho es que nos vivimos libres. Se pueden ensayar distintas aproximaciones demostrativas:
- existencial: la mejor —y, en cierto modo, la única— prueba de la existencia de la libertad soy yo mismo, que quiero que la haya, pues ese querer-ser-libre es, a su vez, un acto humano radicalmente libre. ¿Quién no quiere ser libre? (Jaspers).
- intelectual: ¿un coche es un gato? ¿estoy aquí y no estoy aquí? ¿2+2=5? ¿5=6? ¿Es mejor subir los impuestos a los ricos o aumentar el IVA?
Pensémoslo bien. El hecho de que ninguna demostración nos convenza del todo, ¿no es también un argumento a favor de la existencia de la libertad?
4. Qué es ser libre. En realidad, el problema es más hondo. El siguiente spot es muy clarificador del dilema de la libertad:
Tengo mi libertad, sí, pero ¿para qué? Esto, a su vez, exige definir qué es la libertad, comprender su estructura y saber para qué la tenemos (Burgos).
5. Realización. Las decisiones que adopto cada día configuran mi personalidad y mi proyecto vital, en dos sentidos:
5.1 Autorrealización existencial à las elecciones conforman mi identidad personal, nuestro ámbito vital y crean el carácter narrativo y biográfico de la existencia. Elegir, además, significa correr un riesgo, apostar, como se ve en Veredicto final (Sidney Lumet, 1982). Frank Galvin es un veterano letrado, adicto a la bebida, que lleva años dando tumbos y asistiendo a funerales para buscar clientes. En esas le llega un caso fácil de arreglar por la vía económica: representar a los familiares de una mujer que quedó en coma tras ser mal anestesiada en un hospital del Arzobispado de Boston. Frank acepta el caso pensando en su propio beneficio, pero inesperadamente notará que se juega mucho más de lo que cree...
5.2 Autorrealización ética à elegir entre el bien y el mal recae sobre el sujeto. Al elegir el bien o el mal, no sólo actúa bien o mal, sino que el hombre se hace bueno o malo (con acciones concretas y con decisiones continuadas que conforman virtudes o vicios).
En Quiz Show. El dilema (Robert Redford, 1994) vemos como, tras concursar con éxito durante varias semanas en el 21, Charles Van Doren no sólo se ha hecho con miles de dólares sino que también ha visto como sus clases se llenan de alumnos y es recibido con afecto allá donde va... El único problema es que su triunfo televisivo es un fraude (sabe las respuestas de antemano), y él lo sabe... aunque prefiera olvidarlo. A base de olvidarlo y de quedarse con los beneficios de ese fraude, Charlie se va convirtiendo en un vanidoso y un mendigo de fama...