La Antropología busca responder, en primer lugar, a la pregunta de qué o, mejor dicho, quién es el ser humano y cómo está hecho. En esto, ciertamente, se beneficia de los descubrimientos de ciencias particulares como la biología, la psicología, la filosofía política, la historia o la teoría de la sociedad, entre muchas otras. Pero donde la Antropología pone a prueba su genuino carácter filosófico (esto es, su voluntad de comprender las causas últimas del fenómeno que estudia) es en la pregunta por el sentido último del hombre, esto es, para qué existe.
Como fácilmente se advierte, no es una pregunta que pueda contestarse de un modo apresurado e inmediato. De ahí que muchas ciencias particulares opten prudentemente por callar y de ahí que, también, en este punto la Antropología tienda la mano hacia saberes de totalidad como la Teología. Y tiene mucho sentido que sea así, puesto que conocer el fundamento o la causa última de por qué existimos da razón para comprender el sentido o la finalidad de para qué existimos.
Es una pregunta pertinente e importante, para nada infrecuente y no tan difícil de pensar. Boullet y otros lo intentaron con niños de prescolar y de primaria. Recogieron sus preguntas y sus respuestas y con mucha simpatía lo publicaron en su libro Ahora que lo pienso (SM, Madrid, 2010). Todo un ejemplo de cómo, a veces, nada mejor que la ingenuidad infantil para devolvernos la mirada hacia lo fundamental.
Uno de los capítulos del libro arranca directamente con la pregunta que encabeza esta página. Y, a continuación, se suceden una serie de preguntas e hipótesis para responderlas.
¿Por qué existe el ser humano? A lo mejor, el ser humano existe simplemente como producto de la evolución... puede ser, pero eso implica que jamás podemos responder a fondo por qué existe ni cómo es (pues, de ser así, puede que el ser humano de ahora siga transformándose) y, en todo caso, esta respuesta sigue sin explicar por qué surge la vida sin más...
¿Por qué existe el ser humano? A lo mejor, el ser humano existe... porque lo ha creado Dios. Es lo que afirma la Teología: al hacer el Universo, Dios habría creado también al ser humano. Lo cual no entra directamente en colisión con la hipótesis evolucionista, pues el hombre podría haber surgido a partir de una evolución dirigida. Dios habría hecho al hombre a imagen y semejanza suya: un ser inteligente que piensa, habla y es capaz de amar. Pero apuntar a una causa "divina" del existir humano puede no convencer a no creyentes y, además, deja sin responder un asunto ulterior...
¿Por qué existe el ser humano? A lo mejor, el ser humano existe... porque la Tierra está hecha para él, sea por una causa natural aleatoria o por un diseño divino. Es, en cierta manera, lo que afirma el principio antrópico: el agua, el aire, los árboles y los animales... la Tierra reúne todas las condiciones para la vida humana. En todo caso, ¿no cabría la posibilidad de una Tierra sin seres humanos? Y, sobre todo, si es así que la Tierra está hecha y es apta para que la habitemos ¿por qué nos empeñamos en destruirla?
¿Por qué existe el ser humano? Llegados a este punto, muchos desesperan y optan por la negación. A lo mejor, el ser humano existe... porque sí. O sea, no hay un motivo ni una finalidad específica por la que existamos. Ahora bien, no sólo es que esta respuesta suponga esquivar la pregunta sino que no cierra ni cancela el problema. O sea, no hay por qué aceptar que el ser humano existe para nada.
¿Por qué existe el ser humano? Está claro que no es una pregunta fácil de responder. La razón natural puede apuntar distintas respuestas, pero ninguna definitiva. En todo caso, sepamos o no de un modo último por qué y para qué existimos, lo cierto es que (a diferencia del animal) sabemos que existimos y somos conscientes de nuestra propia finitud.
Evidentemente, esto no resuelve el problema. Podríamos seguir preguntando por qué cosas merece la pena responsabilizarse y qué acciones u obras dan sentido a la existencia humana. Pero, en todo caso, sirvan estas consideraciones para demostrar que la pregunta antropológica fundamental es legítima y que responderla es algo que debemos llevar a cabo tanto en la reflexión intelectual como, sobre todo y fundamentalmente, en la propia vida.