LA REBELDÍA DE ESTUDIAR: UNA PROTESTA INTELIGENTE
Gerardo Castillo Ceballos
Capítulo 1 — No olvides que lo propio del estudiante es estudiar
Una persona tiene muchos “papeles” en su vida (hermano, hijo, empresario, marido) y estos papeles no aparecen disgregados en diferentes vidas sino que forman parte de una sola vida. La persona, de hecho, se perfecciona realizando de un modo responsable cada uno de los papeles o funciones de su vida actual o futura. Uno de estos papeles es el de “estudiante” y, como toda vocación, requiere una serie de acciones propias. En efecto, un estudiante tiene que querer estudiar (voluntad), saber estudiar (inteligencia) y poder estudiar (contexto y método); además, nadie puede realizar este esfuerzo por él. Recordar todo esto parece muy obvio, pero ese es precisamente su sentido: que lo que es claro, esté claro, de modo que cada uno pueda contestar sin mucha vacilación a las siguientes preguntas.
¿Quiero estudiar?
Quien quiere estudiar aprende, disfruta más de lo que hace y empieza a hacerlo con una notoria ventaja sobre el que estudia obligado, el que no quiere estudiar o el que estudia sólo lo que le gusta y cuando le apetece. Los buenos estudiantes tienen el propósito de aprender algo nuevo cada día, la capacidad para sorprenderse con aquello que no entienden y la sencillez para expresarlo en forma de pregunta. Además, los buenos estudiantes tienen sentido del deber: estudian aunque algún día no tengan interés o ganas al empezar a hacerlo. Por tanto, en un primer nivel, ser estudiante depende de uno mismo. En efecto, es estudiante el que quiere serlo y tiene una disposición para la sorpresa, la pregunta y el deber.
¿Puedo estudiar?
No obstante, en un segundo nivel, ser estudiante depende de una serie de circunstancias “mixtas”, esto es, que no siempre caen bajo el dominio de uno mismo. Así, las condiciones necesarias para estudiar son primeramente de tipo material (buen lugar, ambiente y tiempo de estudio). Seguidamente, las capacidades propias del estudio (atención, concentración, buena comprensión, preguntas acertadas, síntesis adecuada y expresión correcta). Finalmente, es indispensable contar con fuerza de voluntad, pues quien entrena su facultad de “querer” estudiar ya se ha puesto en el camino más directo hacia “poder” conseguirlo.
A la hora de iniciar cualquier estudio o trabajo, todo estudiante debe superar tres momentos críticos: 1º ha de tener voluntad para arrancar, centrarse en el tema y profundizar en él; 2º el cansancio y la pérdida de interés, que se solucionan con breves descansos y la determinación para continuar; 3º acabar el trabajo, que exige aumentar la firmeza en la voluntad de finalizar. Ahora bien ¿cómo se consigue este “aumento” de voluntad? Mediante el esfuerzo personal, ciertamente, pero, sobre todo, venciendo dificultades a través de actos bien realizados. Por cada obstáculo superado, la voluntad no sólo crece sino que adquiere competencias y un modo habitual de resolver dificultades. Por tanto, puede decirse, para empezar un trabajo hay tres virtudes necesarias: docilidad, orden y optimismo; otras tres necesarias para darle continuidad, que son la fortaleza, la laboriosidad y la paciencia; y, por último, dos virtudes necesarias para concluir el trabajo, a saber, la responsabilidad y la perseverancia.
¿Se estudiar?
Hay estudiantes que quieren y pueden estudiar, pero que no tienen ni siguen ningún método, por lo que el estudio se queda incompleto: estudiar bien da sentido al trabajo de estudiar. Por ello, los estudiantes tienen que “aprender a aprender”. Y, entre otras cosas, aprender a evitar ciertos hábitos de estudio que no por frecuentes dejan de ser nocivos: véase el “memorismo”, el estudio pasivo y con prisas, el aprender conocimientos sin relacionar entre sí y la lectura lenta de los temas. El estudiante que sabe estudiar planifica el trabajo, estudia diariamente, en cada sesión de trabajo lleva a cabo un trabajo bien hecho, utiliza técnicas de estudio, formula preguntas y busca respuestas, se esfuerza en leer bien, lee con distinta finalidad en cada fase del estudio (lectura inicial exploratoria, lectura total del tema, lectura detenida por partes y nueva lectura del conjunto), comprueba lo aprendido, hace repeticiones hasta aprenderlo correctamente y tiene un plan de repaso.
El buen estudiante realiza todas las fases del pensar: fase receptiva (observar, escuchar, leer), fase reflexiva (analizar, sintetizar), fase creativa (ampliar), fase retentiva (memorizar) y fase expresiva (oral, escrita).
Resumen elaborado por: Sorkunde Jáuregui, Gema Mielgo y Patricia Barrenengoa
Reelaboración: Juan Pablo Serra