ACTIVIDAD: ¿Qué modelo de Universidad se describe a continuación? Justifícalo aportando, al menos, tres argumentos extraídos del texto.
Quisiera exponeros algunos de los principios en que, según yo entiendo, ha de fundarse el luminoso taller de la cultura, la Universidad.
Para ello voy a describiros sumariamente un modelo histórico de Universidad que se acerca al tipo más elevado de corporación científica, en el actual sentido de la palabra. Se halla dividida en cuatro facultades: Teología, Jurisprudencia, Medicina y Filosofía. La importancia máxima recae en las dos últimas, Medicina y Filosofía, por ser éstas las que más puramente se enderezan hacia la actividad propiamente científica y desinteresada. La enseñanza la dan profesores y docentes privados, es decir, jóvenes que empiezan su vida científica y prestan sus servicios en la Universidad, sin más retribución que la personal de sus alumnos. Generalmente, de entre los docentes privados que se distinguen por sus trabajos, elígense luego los profesores. Hay principalmente dos órdenes de trabajos. Primero, las lecciones que el profesor o docente da en forma de conferencia ante un público de alumnos más o menos numeroso, que oye y toma apuntes. En estas lecciones se suele tratar un aspecto algo general de la disciplina en cuestión, en forma expositiva, informativa, enumerando los problemas pendientes, examinando críticamente los intentos diversos de solución, entregando al alumno abundante bibliografía. Estas lecciones son breves; nunca llegan a tres cuartos de hora. El segundo género de trabajos es el que llaman de seminario o laboratorio. Aquí el público es más reducido. Su característica es que no puede, en rigor, llamarse público; no entra el que quiere en un seminario o laboratorio. Ha de presentarse personalmente al maestro, entrar en comunicación con él, exponerle sus trabajos, sus deseos, sus anhelos, pedirle su consejo y su dirección. Los seminarios, los laboratorios son la reunión de unos cuantos hombres que trabajan en común, se educan mutuamente para la ciencia, se sostienen y ayudan unos a otros. El maestro es uno de ellos, el más viejo, más venerable, más experto, más hábil en el arte de investigar; es, por decirlo así, el sostén de los recién llegados que se ensayan ya a andar solos. Aquí no hay lección ni conferencia: hay trabajo directo, hay discusión, hay diálogo. Éste se ensaya en repetir los experimentos físicos de su propio maestro, porque sospecha que son acaso erróneos o incompletos; aquél rectifica una falsa interpretación que el profesor pudo cometer sobre un viejo texto; allá contienden profesor y alumno sobre el sentido de un concepto o el alcance histórico de una doctrina. Y todos los días, en la convivencia científica de estas pequeñas sociedades de especialistas, apórtanse al haber común los frutos vivos de las reflexiones y de los ensayos, fráguase el medio conveniente para el crecimiento y desarrollo de las aptitudes personales, y al mismo tiempo organízase una fructífera labor de producción científica objetiva. Es el seminario o el laboratorio de esta Universidad ideal un taller en donde se hace ciencia y en donde, haciéndola, hácese también el investigador.
No puede negarse que hay en esta Universidad también muchos alumnos que pasan por ella con el corazón y la cabeza ligeros, aprueban sus exámenes —pocos exámenes, por fortuna— y pasan directamente a la vida social. Pero nótese bien que las Universidades no están hechas para esta clase de alumnos, sino para aquella otra minoría exquisita. En estos pocos piensan los maestros, para estos pocos son los edificios, las bibliotecas, los laboratorios; y, al fin y al cabo, la naturaleza humana responde; esos pocos van siendo muchos, y los otros, los ligeros de cabeza y de corazón, no pueden evitar que en sus espíritus se conserve la simpatía atenta, la comprensión discreta, la veneración, el respeto por la ciencia, la cultura y el progreso. En una palabra, de este modelo de Universidad se saca, por lo menos, una sensibilidad adecuada para las cosas del espíritu. No es poco.