MEMORIAS DE UN PRESIDIARIO

Tito el perro preso

Autor: Dr. Gustavo Rivas

MEMORIAS DE UN PRESIDIARIO

Si bien el título de la serie podría traer alguna reminiscencia de Fray Mocho, como “Memorias de un Vigilante”, de ningún modo pretendemos compararnos con el célebre autor gualeguaychuense. Al contrario, sólo establecer diferencias: el libro fraymochesco volcaba la rica experiencia de su paso como empleado de la policía capitalina. 

Esto en cambio, vuelca algunos relatos colectados en un tiempo más breve y desde un lugar mucho más humilde, casi despectivo, como el de preso.

Y con la aclaración previa de que este contenido es absolutamente real, vamos al grano.

"TITO”, EL PERRO PRESO

La fidelidad y apego de los perros hacia sus dueños, es admirable y a menudo, emotiva. ¿Quién no se ha conmovido, al ver los perros en la puerta de los hospitales, velando por algún enfermo?

¿O durmiendo eternamente en sus tumbas de los cementerios? ¿Quién no se emocionó hasta las lágrimas con el caso de Hachiko, el perro japonés que esperó a su dueño once años en la puerta de la estación?

Pero el caso de Tito no es menos admirable. 

Vivía con su familia en un campo del Departamento Tala. Es mestizo, aunque conserva algo de ovejero alemán. Fue criado por su dueño, al igual que su madre y abuela. Su vida transcurría entre ese campo y una chacra distante a 10 km.

Cuando fueron al campo a detener a su dueño, el perro no se enteró por estar en la chacra. Pasaron las horas y su inquietud era creciente: se la pasaba yendo y viniendo a la chacra, cada día con más desesperación.

Advertida la familia del drama de Tito, resolvieron llevarlo en la primera visita y allí marchó. El reencuentro fue emocionante para ambos y Tito se quedó quince días con su dueño. Pero la segunda visita, finalizó con un inconveniente inesperado: cuando los familiares emprendían el regreso, el perro no se dio cuenta de que su dueño se quedaba y salió corriendo detrás de la camioneta.

Nadie lo vio ¡y a los trece días Tito apareció nuevamente en el campo, distante a casi 300km!

Pero como lo no encontró, nuevamente se pasaba yendo a la chacra, hasta que un día desapareció. Advertida su familia de lo que podía ocurrir, lo publicaron en las redes, lo que tuvo sus resultados: muchos vecinos del posible trayecto desde Tala a la Cárcel 9, les iban dando noticias de haberlo visto pasar. Ante ello, emprendieron el viaje y finalmente lo encontraron en Aldea San Antonio.

Luego lo llevaron a la Unidad 9. Allí no sólo obtuvo el premio de reencontrarse con su dueño, sino algo más importante: el permiso de sus autoridades para quedarse allí.

Y desde entonces Tito es un preso más, querido por todos y trabajando con su papá en las mismas tareas que hacía en el campo: cuidar los animales.

Y a todo esto: ¿Cómo hizo para orientarse en ese viaje de 13 días y luego, en la mitad del trayecto inverso?

Los humanos no lo sabemos.

Pero el perro es perro.