Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 31

LA IMAGEN QUE DIO NOMBRE A LA CAPILLA DE FÁTIMA

Nuestra gratitud por los aportes de Delia Reynoso y Osvaldo Moussou sobre otras realizaciones de Eclio, como las balsas del Neptunia y la fuente de la plaza San Martin, que ya agregué. 

Pero hete aquí, que el mensaje de Delia me hizo acordar de su colaboración hace unos años, al facilitarme un trabajo de seminario de Claudia Cuba sobre la "Capilla de Fátima", en la que también tuvo mucho que ver Eclio

Eso a su vez, me hizo recordar una larga entrevista con Chicha Forti de Del Valle ( hija de Pedro, el guinchero del puerto, en la que aportaba valiosos datos de la historia de la Capilla. Y particularmente lo que hoy vamos a relatar, referente a una de las más imponentes manifestaciones de la cristiandad en Gualeguaychú, en 1951 y que lamentablemente poco se la recuerda. 

Capilla de Fátima

¿Sabían ustedes que el nombre de la Capilla iba a ser otro, y que cuando estaba a medio construir se lo modificó? 

Pues bien, acá va el relato: el edificio de la misma se levantó sobre la finca donada por los descendientes de Don Juan Girardelli, “Juan Rapallo”, por su lugar de origen, donde funcionó su almacén “La Marina”. Pero en forma convergente, el Sr. Héctor Núñez -que por un tiempo vivió acá- tenía muy buena relación con el Padre Pedro Blasón, párroco de San José desde 1915 a 1961. Y había dispuesto en su testamento, la suma de $ 70.000 para la construcción de la capilla. 

Era con la condición de que llevara el nombre de “Santa Elisa”, en recuerdo de su esposa Elisa Urquiza de Nuñez. Y así se había resuelto, pero hubo un acontecimiento que cambió la historia, y por tan olvidado, hoy lo vamos a recordar. 


Allá por 1951, la Sra. Amelia CantiniTacuara”, resuelve donar a la "Parroquia San José", una imagen de la Virgen de Fátima que hasta ese momento se encontraba en Paranacito. El traslado de la misma se realizó con toda la pompa que merecía la importancia de la donación. Una delegación presidida por el Párroco Blasón, Don Héctor Queirolo y la misma señora Cantini, luego Condesa de Sorsnowsky, viajó a Paranacito. Allí el retiro de la imagen se acompañó con una misa multitudinaria en la que los isleños la despedían. Y fue embarcada en el vapor “Nicolás Ambrosoni”, que hemos recordado, de gran porte y más moderno que el “Luna”. Al transponer la boya 90, siguió hasta Fray Bentos, donde una delegación de católicos subió al vapor para rendirle homenaje. Cuando llegó a "la Boca", una gran cantidad de embarcaciones la esperaba para acompañarla en el resto del trayecto. 

Al pasar por Pueblo Nuevo, numerosas canoas se sumaron a la caravana, que al llegar al puerto era multitudinaria, además de los cientos de personas que aplaudían desde el muelle. Pero no bajó en el puerto: siguió hasta los obeliscos, donde la Prefectura había montado un desembarcadero con las viejas balsas aportadas por el Neptunia. El paso desde ahí hasta la Parroquia, constituyó una de las mayores procesiones de la época. 

Dos aviones del Aero Club sobrevolaban su paso arrojando papelitos; la Banda del "3 de Caballería" ejecutó el Himno, marchas, un responso y el "Ave María" de Gunot. El Padre Dionisio Varela arengaba desde el vehículo parlante facilitado por Roberto Grecco. Acompañaban las autoridades de la ciudad, delegaciones estudiantiles del Colegio Nacional y Escuela Normal presididas por sus Rectores, Raúl Campi y Jacinto Franco. Además de otras escuelas y numerosos clubes deportivos.

La Carroza, construida por un respetable vecino, Don Esteban Nóbile, marchaba rodeada de cordones blancos sostenidos por 14 niños. Entre ellos: Lidia Cabrera Machao, Rulo Frei, Rosa Ferronato, Chichito Powasniak, Antonia Almada, Félix Bachini, José Recalde, Luis Corvetto, Jorge Peralta, Julia Romani, Zulma Dumón y Blanca Lapalma.

Cuando llegaban a la Plaza, la señora Celedonia Planchón de Ferreira –una de las entusiastas de la capilla- contemplaba extasiada la imagen, cuando siente unos golpecitos en su hombro. Se da vuelta y era el Padre Blasón. Allí se estableció el siguiente diálogo:

- “Te gusta la Virgencita

- Pero Padre, si por eso estoy tan conmovida

- ¿Te gustaría para tu capilla? 

- ¿Pero cómo? ¿la capilla no se va llamar San Elisa? 

- No es nada, le ponemos Fátima y Santa Elisa”.


Y así fue, pero en poco tiempo se fue olvidando el segundo nombre y quedó definitivamente Fátima.


¿Les queda alguna duda? El Padre Blasón era un capo. 

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

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