Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 53

EL “COPETÍN AL PASO”

Allá por 1953, cuando tenía 8 años y vivíamos en calle Méndez, frente a Central, de ida a lo de la Srta. Delia Harispe, para sus clases de catecismo, pasaba por un local cuyo nombre, sonaba raro: “Copetín al Paso”. 

Mario González, dueño del "Copetín al Paso"

Años después cuando ya había cerrado empecé a escuchar historias de lo que allí hubo y a acrecentar el interés por el emblemático lugar. Y recién para 1987, en aquellas inolvidables tertulias en Casa Sierra llegó todo junto lo que quería saber. Y acá va:

Abrió sus puertas a mediados de los `40, calle Churruarín, (ex Centroamérica) contiguo a la actual sede del Neptunia –que todavía no estaba allí. 

Su singular nombre se usaba en Buenos Aires para aquellas mezclas entre bar y restaurante, donde las copas alternaban con las minutas. Sólo que allá, esa denominación era un aditamento al nombre, en cambio aquí se llamó solamente "Copetín al Paso".

En los inicios, sus dueños fueron Mario González, Fermín Caballero, y el Negro Tagliana, aunque al poco tiempo estos últimos se separaron y quedó Mario al frente del local. 

El lugar era rústico en cuanto a su ambientación, y poseía algunos detalles que le daban un especialísimo toque de bodegón mistongo, familiar y acogedor.

Además del típico mostrador de madera con sus campanas de vidrio para los sándwiches y empanadas, acentuaban la personalidad del lugar los barriles de vino "Pancho Talero" y adornaban las paredes los inconfundibles frescos de Sebastián Petisco, los que, como hemos recordado, más de una noche, eran éstos los únicos que permanecían "frescos".


MARIO GONZÁLEZ: LA BATUTA MAYOR

Si alguien llegó a personificar en equilibrada amalgama, las condiciones señaladas para estos pintorescos personajes, que detrás del mostrador dejaron su sello inconfundible, ese alguien fue Mario González

Generoso como el que más, dotado de un agudo sentido del humor, abierto y franco, su singular personalidad llenaba todo el recinto. Es que él y su bodegón eran un todo inseparable. Con palabras de Ortega y Gasset, Mario era Mario y el Copetín, su circunstancia. Venía de ser un gran Presidente de Independiente a fines de los 30, cuando se insinuaba la etapa de los grande bailes. Igual que a sus pares, no lo animaba en absoluto el afán de lucro, pero le sobraba, eso sí, ese espíritu de bromista incorregible y ocurrente, a tal punto, que sin medir gastos ni límites, era capaz de jugar su boliche entero a la marchanta en pos de una farra. Así era Mario.

Con las primeras sombras de la noche, empezaban a llegar los parroquianos a degustar entre copa y copa, las apetitosas guarniciones que iban saliendo de manos de su excelente cocinera, doña María Martínez. Pero había que estar preparado y aguantarse algunas sorpresas. Un día los invitó con unas sabrosas “perdices” que fueron la delicia de todos, aunque la satisfacción duró poco: al rato vino Mario desde la cocina trayendo calzadas en sendas botellas, las cabezas de las deglutidas lechuzas, arregladas primorosamente con unas servilletas a modo de pañuelitos.

POR QUÉ EL ATRACTIVO

Dado que el aspecto del lugar no era especialmente apto para atraer una clientela masiva, los primeros parroquianos fueron “importados” por Mario del Club Independiente. Y en poco tiempo el lugar cobró vida plena, a tal punto, que a pesar de su corta existencia -apenas una década- aquella época se nos presenta como un verdadero “Siglo de Pericles”, por el modo con que marcó una etapa de esplendor.

Debido a sus numerosas relaciones, Mario lograba concretar la presentación de espectáculos artísticos y de varieté con figuras del ambiente local y también de Buenos Aires. 

Terminada su actuación profesional en Independiente, aterrizaban en ese templo de bohemia, a consumir el resto de la noche. Allí actuaban generalmente con mayor brillo y espontaneidad que en el espectáculo para el cual habían sido contratados. ¡Pero en forma gratuita! Porque en el ambiente artístico capitalino se iba corriendo la bolilla de que en Gualeguaychú había un tugurio formidable. Así, el Copetín vio pasar a artistas de relieve como Alberto Anchart, el Cuarteto Mora, Amelita Vargas; Juan C. Barbará y otros muchos.

EL ELENCO ARTÍSTICO

Algunos integrantes del elenco copetinero, viven aún y gracias a su excelente memoria, podemos reconstruir estas anécdotas. Estaba integrado de esta manera:

Productor y Director General: Mario González.

Actores principales del grupo estable: Raúl Ghiglia; Macho Peralta, Miguelito Fernández Dr. Samuel Villanueva.

Actor"de reparto": Arturo “Quijote” Galguera (mozo).Podemos enumerar además a: “Cotete” Bacigalupo, Héctor Yanelli, Juan de León, Licho y Toto Secchi, Dr. Horacio Clemenceau, Plinio Colombo, Dr. Carlitos Rossi y Héctor Olaechea entre otros.

Artistas invitados: Miguel Ángel Chacón y Pichongo Anastasi (que sólo actuaba en función trasnoche).

Algunos valores muy jóvenes por entonces, despuntaban su actuación como el caso de Pitingui Duarte, quien debe haber leído a Juan Jacobo Rousseau, pues siempre sostenía que “él era bueno, pero el Copetín lo echó a perder”.

SERENATA MACABRA

Aunque ya lo hemos contado, vaya este replay para lo que se prendieron tarde en la serie. En una de las célebres veladas, bien avanzada la madrugada y el nivel etílico, mientras un célebre cantor de tangos derramaba canciones en el Copetín, lo interrumpió Cacho Alarcón de la siguiente manera:

- Dígame Maestro... si yo le pidiera un favor muy grande... que le dedicara una canción a mi novia...

- Hombre... ¿que problema hay? Indíqueme cual de estas damas es su novia.

-¿Sabe cuál es el problema? Es que mi novia no está aquí; vive en un barrio alejado...

- Bueno, no hay inconveniente, siempre que Ud. tenga algún medio de movilidad.

- ¡Cómo no! Espéreme un momentito, que voy a buscar "el coche"... Habían pasado unos treinta minutos, cuando se apareció Cacho en la puerta del Copetín conduciendo un ¡coche fúnebre! de la pompa "La Nueva", donde trabajaba. Con la mayor naturalidad y sin bajarse, le hizo un ademán al cantor invitándolo a subir, ante la sonrisa cómplice de la barra. Pero el invitado, que también era hombre "de avería", sin inmutarse le preguntó muy suelto de cuerpo.

- ¿Adelante o atrás?

Subieron ambos en el pescante como verdaderos mayorales, empuñando las riendas de los cuatro orondos percherones, mientras el resto del grupo se acomodaba atrás; todos colgados como auténticas coronas, entonando cantos preparatorios de la serenata.

Entrar en el Barrio Franco de noche, era una osada aventura en aquellos tiempos y hacia allá marcharon, dieron su serenata y regresaron con toda normalidad. Seguramente jugó de su parte el factor sorpresa: jamás en esos parajes había entrado un carromato tan lujoso y menos aún ¡a esas horas!. Aquel cantor, se hizo desde entonces un fanático visitante del Copetín, al que solía traer amigos capitalinos, para que lo conocieran.

Bueno, esto era para que ir picando.

No se vayan, porque mañana viene mejor...

CABALLO ADENTRO

Juan Carlos Ayala, hombre de a caballo, a quién hemos recordado antes como dueño de “La Horqueta” era de los que tomaban al pie de la letra lo que se le indicaba.

Así, cuando Mario lo vio llegar sobre su cabalgadura, le dijo: “Pasá Rana”. El hombre pasó nomás, pero sin desmontar, impedimento que nadie le había señalado y recién cuando estuvo junto al mostrador, se bajó del animal con toda naturalidad y lo ató en la columna de fierro que allí había.

El asombrado caballo debe haber desconocido ese lugar, tan distinto de su hábitat y ya que empleamos vocablos modernos, digamos que por esa razón se debió haber estresado mucho, ya que la crisis se le “somatizó en forma liquida y abundante”.

Sólo cabe agregar que los parroquianos sólo atinaron a levantar un poco sus pies sin moverse de las sillas y todo siguió igual mientras don Ayala sorbía su primera "Lusera".

Es que en el Copetín todo estaba permitido. Y si no, que lo digan los que estaban la noche en que los vascos Aramburu introdujeron su auto al local para arreglarlo, porque no les arrancaba.

PELUQUERO AFUERA

-¡¡Macho!!... ¡Urgente tenés que cortarme el pelo en la calle!... - Le dijo un día Mario a Rodolfo Peralta, y antes de que este tomara resuello, le explicó que se trataba de ganar una apuesta. Hablamos de un conocido peluquero, quien hasta hace unas décadas tuvo su peluquería en 25 de Mayo al Oeste, en la cuadra de “Chuleta” Lonardi.

Como el hombre no era de mucho preguntar, ahí no más se fue a buscar las tijeras, mientras otros traían un sillón prestado por la familia Secchi, a la vez que interrumpían el tránsito.

Claro que todo tiene su precio, y el jocoso fígaro aprovechó para quedar bien con los amigos, prestandoles de a ratos la tijera, pues cada uno quería llevarse “un mechoncito”, ante la complacencia del manso cliente. Entre los menjunjes que Macho tenía en el maletín, había un frasquito con una tintura concentrada, de la que sólo dos gotitas alcanzaban para cubrir las canas de una dama.

El desastre que le hicieron en la cabeza a Mario no fue nada, comparado con la bomba que explotó luego en su casa.

Es que le habían vaciado el frasquito entero y pasados tres días, su esposa, la recordada maestra doña Clorinda Tiragallo, seguía preguntando qué le habían echado, por que ya llevaba arruinados con azul: dos camisas, tres sábanas, una camiseta, fundas, repasadores, toallas, y la cabeza le seguía destiñendo.

Bue, seguro que a algunos les parecerá muy pijotera la nota de hoy, y sí, es así

Pero no es por fiaca, ni desgano para escribir. El motivo es el siguiente: para mañana tenemos previsto compartirles la historia completa y realísima, sin un ápice de agregados ni exageración, de lo que hemos considerado la mayor broma hecha en Gualeguaychú durante el pasado siglo. Y como no da para interrumpirla, hoy la hicimos corta y la de mañana va completa. Nació como tantas ideas de hacer una joda, surgida una noche de inspiración en la mesa de los “creativos” del Copetín. Enseguida la sometieron “al Jefe” quien, como chijetazo, dejó el mostrador para integrarse a “las bases”, advertido de la importancia del proyecto y los relieves que podría alcanzar.

¡Y vaya si alcanzó! según contaban los partícipes treinta años después, ellos mismos por momentos se vieron superados.

¿Qué pasó? La broma que inicialmente no iba a trascender de los muros del Copetín, de pronto se convirtió en popular y masiva al sumarse a la misma toda la comunidad de Gualeguaychú, Y hasta ocasionó serios cuestionamientos internos en el seno de principales partidos políticos. Es más: hasta produjo el milagro de que tradicionales rivales políticos, que habían vivido décadas bajándose la caña, de pronto se encontraron bajo el amplio y abarcativo manto del humor –que sobraba por entonces- compartiendo todos juntos la campaña por la Intendencia de la ciudad de un personaje sin parangón.

Los dejo calentitos: mañana viernes: “La Broma del Siglo: Candidatura del Padre Torres”.

LA BROMA DEL SIGLO: CANDIDATURA DE "EL PADRE" TORRES.

Allá por 1958, cuando tenía 12 años, vi un mural muy avejentado en Av. Luis N. Plma, que proclamaba con grandes letras: “TORRES INTENDENTE”. No entendía nada; supe después que había quedado de una broma hecha unos 12 años antes. Me quedó la curiosidad, recogí algunos datos sueltos, y finalmente, después de 30 años, me senté con emoción a escucharlo de boca de sus autores.

EL PERSONAJE

Quizás por aquello de “Todo bicho que camina”..., el billetero Manuel Torres, adscripto a la agencia La Mascota, aterrizaba algunas veces en el Copetín, donde además de comprarle billetes, los parroquianos fingían cierto interés por la misteriosa religión que predicaba; de ahí su apodo “El Padre”. Alcanzaba tal identificación con sus curiosas creencias, que su verba se encendía con fanatismo y la grandilocuencia de las frases corría pareja a la incoherencia del contenido. Así, en una de esas entretenidas sesiones, alguien captó con perspicacia, a través de estos arrebatos de megalomanía, que el hombre "reunía las condiciones" y al momento concibió la gran idea, más tarde compartida por todos. Obviamente contaron con el incondicional apoyo logístico de Mario, y toda su infraestructura.

PRIMEROS APRONTES

En efecto, la misma noche en que despedían a Don Dionisio Peralta, con motivo de su jubilación en el Correo, allá por 1946 -año electoral- la idea comenzó a corporizarse con el anuncio oficial de la candidatura de Torres para INTENDENTE DE GUALEGUAYCHÚ. Al principio todo transcurría intramuros en el Copetín, pero pronto un inevitable y acelerado contagio colectivo, hizo que la candidatura trascendiera a toda la ciudad. Así, el gran letrero que frente al bodegón proclamaba visible: "Torres Intendente", rápidamente se multiplicó en paredes y cordones de todos los barrios, mientras comenzaban a circular los volantes que Juan De León imprimía en “La Claridad”. En pocos días, la popularidad del Padre Torres, había crecido en forma asombrosa. Es de lamentar que por entonces no existieran las encuestas para cuantificar el fenómeno.-

LA PLATAFORMA

El libretista Samuel Villanueva puso toda su vena creativa en la confección de una plataforma para Torres, la que debía proveerle de la mística necesaria, para conquistar un apabullante apoyo “multisectorial”. El novedoso proyecto que el Padre sometía a juicio de sus conciudadanos, contenía ideas revolucionarias para la época, entre ellas: el embaldosado total del río, usando como soporte un pavimento flotante para que no lo dañaran las crecientes; la transformación de la red de obras sanitarias en un vinoducto, para que el preciado líquido llegara gratuitamente a toda la comunidad; la construcción de una gran alambrilla que cubriría toda la planta urbana, para preservarla de la langosta y un toldo de igual tamaño para el verano, convertible en techo para los días de lluvia. También se preveía rodear todo el parque con una funda lateral, para que la gente pudiera tomar mate sin problemas en días de viento.

LOS ACTOS

Una plataforma tan novedosa no se podía desperdiciar en el reducto de su nacimiento. Había que hacerla trascender y para ello, se organizaron dos grandes actos: primero fue una cena de proclamación en el mismo Copetín, cuya desbordante concurrencia obligó a cerrar el tránsito, para ocupar con mesas toda la cuadra.

Ante semejante éxito, se organizó después el gran acto de proclamación en 25 de Mayo y Humberto Primo (actual Italia), con uso de altoparlantes y una multitudinaria concurrencia. A todo esto, en el seno del Partido Radical Tito MartÍnez Garbino y Morocho Bértora, mostraban preocupación porque el gran público –y algunos dirigentes- estaban más para Torres, que para la campaña en serio. Con tal motivo, llamaron a la reflexión a Samuel para que pusiera fin al asunto. Pero era imposible a esa altura, detener el avance irrefrenable de “la candidatura”. Ni siquiera las advertencias que “Soco” Pérez le lanzaba desde enfrente, por altoparlantes a todo volumen: "Te están engañando, Torres...", lograban llamarlo a la realidad. El pueblo entero se había prendido en la célebre cargada; la policía hacía la vista gorda y hasta el Intendente Municipal verdadero, prestó su colaboración.

En efecto: Don Pedro Fernández Oyhamburu que detrás de su gesto adusto, escondía un espíritu sensible y un humor, no desbordante pero sí oportuno, se detuvo un día frente al Copetín “por casualidad”, con su De Soto negro y el chofer, Hipólito Ojeda (padre de Torta) pulcramente uniformado, e invitó a su virtual sucesor a “recorrer las obras”.

IMPORTANTES "ADHESIONES"

Para la época de los grandes actos, Torres ya había cambiado su proverbial saco-pijama, por el traje blanco que sus promotores le habían comprado, junto con el bastón y sombrero Panamá. El día del gran banquete, antes de pronunciar su discurso en calle Churruarín, le llegaban innumerables ramos de flores que se iban anunciando sucesivamente. Al principio, provenían supuestamente de las chicas más lindas de la ciudad, por ejemplo, Catita Nieto. Luego de los presentes, enviados por los restantes candidatos, que “se rendían” ante el inminente triunfador, llegaba el ramo del propio Intendente de Buenos Aires. Venían después los de Gobernadores, Ministros y el Presidente Perón, recientemente electo, para rematar con los telegramas que enviaba la mismísima Reina de Inglaterra y Su Santidad Pío XII, adhiriendo a su candidatura. Cabe destacar a esta altura, la valiosa colaboración de los muchachos del Correo, sito por entonces en 25 y Churruarín, que se encargaban no sólo de confeccionar los importantes telegramas, sino también de hacer circular por las ventanas del edificio, el ramo de flores que, por supuesto era siempre el mismo, al igual que con "Moneque".

EL FINAL

La noche del escrutinio, Torres constató con cierta preocupación, que en los comités no figuraba su lista. La duda fue pronto “disipada”: se le explicó que los votos que se computaban en blanco, eran los suyos. Así culminó la célebre diversión que nació en el Copetín y se extendió a toda la ciudad, algo que hoy sería inconcebible.

Y así termina la parte de esta serie dedicada al legendario recinto desde donde sus moradores irradiaron tanto humor. Alguien podría discrepar con esta forma de divertirse. No quisiera tomar parte en la discusión. Eso sí: lástima no haber nacido unos treinta años antes.

Mañana tomamos el vermut en lo Tanicho.

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

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