Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 57

“CALAVERA” ORUÉ 

Introducción

Hay distintos modos de trascender. Puede ser por una brillante carrera profesional, docente, artística, política, deportiva…por haber hecho una gran fortuna, por algún acto heroico…

Pero ser recordado a muchos años de su muerte y despertar interés aún entre quienes no lo conocieron, habiendo transcurrido su vida detrás del mostrador de un bar, no hay muchos casos. Y el de Calavera es único. 

Visitado por el Presidente en ejercicio de una nación hermana, destinatario de poemas y canciones provenientes de los vates más prestigiosos de la ciudad, figurar en libros, y hasta haber sido candidato a Senador con miles de votos, aún después de muerto, no tiene parangón. Ese fue Calavera

Y por si le faltara una distinción, le estamos dedicando a él, el cierre de esta ya larga serie sobre los años cincuenta en nuestra ciudad. Vayan entonces los capítulos siguientes, para que quienes lo conocieron, rememoren su sabroso anecdotario y quienes no, encuentren la explicación de este singular caso. El de quedar en la memoria colectiva a través de las generaciones, desde un humilde oficio pero con una singular personalidad.

Vital "Calavera" Orué

LOS INICIOS

Se recuerda a Calavera, por su tradicional bar, que ocupara el ángulo sudoeste de las Calles 25 de Mayo y Montevideo. Lo que pocos deben saber, es que anteriormente había sido librero, despensero y confitero. 

En efecto: allá por la década del treinta, Vital se establece con una librería en Urquiza 870, entre Churruarín y Alberdi, local que arrendara a “SocoPérez

En 1938, se ubica en la tradicional esquina de 25 y Montevideo, ángulo sudoeste, primeramente con el rubro de librería que luego, en uno de esos cambios tan típicamente "calaverianos" transforma en despensa, para después ¡vaya metamorfosis! convertirla en confitería y caramelería. Aún se añoran los bombones que allí vendía.

Y como si tales experimentos le hubieran servido para descartar lo que no corresponde y encontrarse con su destino, Vital se decide por fin, a comienzos de la década del cincuenta, a abrir las puertas del legendario Bar Central, cuya estratégica ubicación afirmara su nombre. 

Porque los noctámbulos de Gualeguaychú parecían cumplir al terminar sus recorridas, la sentencia de Martín Fierro: “todo bicho que camina, va a parar al asador”.

Infinidad de concurrentes tuvo aquel reducto, pero si tuviéramos que enumerar los que iniciaron su trayectoria, podemos decir que el núcleo estuvo constituido por Carlitos Rossi, (dueño de un récord: fue el único habitué común a todos estos boliches recordados), Pinuco y Tuta Pereda, Miguel Angel Chacón, Antonio Machado, Luis y Mango Collado, el petiso Elias, Pebete Daneri y Don Ángel Zabal, entre otros.

ANDÁ VOS, HANNEKE

Al poco tiempo de iniciarse, Vital incorpora como socio al alemán Herbert Hanneke, quien introduce algunas reformas en el estilo y en los rubros del servicio. Así, en el año y pico que estuvo asociado en el Bar Central, logró darle un toque de cervecería alemana cuando incorporó el chopp, sabrosos emparedados, cazuelitas de chucrut y frankfurters. 

Ello además de la concurrencia de conspicuos integrantes de la colectividad alemana, como el Dr. Eric Otto Kunath, Isidoro Mayer, Wilhem Sommer y Kurt Boelke. El simpático alemán ofrecía a menudo a sus clientes, distintas variedades de guarniciones sin cargo y con la cortés aclaración: atención de la casa.

Pero Vital, más cercano al cálculo prosaico de Sancho, que a la generosidad ilimitada del Quijote, estalló un día:

- ¡Pará la mano Gringo, porque me vas a fundir con tus "atenciones de la casa"!

Tal vez fue esta, la primera de aquellas "rabietas" que lo hicieron célebre.

En otra oportunidad, apareció una partida policial para efectuar un procedimiento de rutina por infracción a la Ley de Juegos.

Calavera estaba muy tranquilo, ya que no había levantado quiniela, pero no obstante temía -zorro viejo- que le hicieran alguna camita. Cuando el oficial interviniente les manifestó que uno de los dos debía acompañarlos, Vital le dijo en voz baja a su socio:

-  "Andá vos, Hanneke, que yo me quedo a mover los hilos".

Con tan mala suerte para el incauto alemán, que los hilos parece que no funcionaron y se tuvo que aguantar una semana preso.

Esa vez, pudo más la picardía criolla, que la fría racionalidad germana.

LA PARTE HUMANA

La evolución de la humanidad tiene etapas. La de Calavera y su boliche también. Podría decirse que el alejamiento de Hanneke dejó atrás la “prehistoria” del Bar Central, para entrar de lleno en la etapa propiamente calaveriana, tan sustanciosa anécdotas.

A medida que avanza la década del 50, nuevos valores se van integrando a las huestes, a punto de convertirse en una pléyade tan numerosa, que nos obliga a mencionarlos por tandas, para no atosigar a nuestros lectores.

En la etapa de afianzamiento y desarrollo podemos enumerar, después de la figura central de Rogelio Pérez, a quién y recordamos con el Copetín al Paso, a los siguientes: Enrique Venturino, el relojero Paz Cáceres, Cacho Alarcón, Cholo Tagliana, Chiquito Tolosa, Zorro Mangucio, Héctor Vasallo, Palito Merello, Tito Amarillo, Miguelito Campañá, Chato Luciano, Ramón Quittet, Enrique Piaggio, Piche Elgue, Negro Ferrando, Licho Secchi, Guito Guastavino, Pato Moreyra y Cimpanazo Cabrera, don Eduardo Borrajo (Guaro y Puma todavía no actuaban), el Sr. Petite (gerente del Banco Nación), Juan Carlos Bosso, Carlitos Cafferatta, Mario Lucardi, Coco Matta y Babato Idiartegaray, estos últimos entre los valores mas jóvenes. 

"Calavera" Orué en el "Bar Central"

Muchos se asombrarán de este elenco tan completo y pensarán que no falta nadie. Nada más engañoso: la "crema" la guardamos para próximas ediciones.

El deporte también estaba representado en lo de Calavera, por los exponentes más prestigiosos de entonces, como los astros del básquet de Central Entrerriano, protagonistas de páginas gloriosas en nuestro baloncesto. 

En efecto, Minucho Martínez, Taco Pedrazoli, Licho Quiroz y "Napoleón" Dumón, eran clientes de Calavera, a quien dedicaban sus triunfales actuaciones y le mandaban mensajes radiales, como "esperanos con unos vinos" y otros por el estilo. 

El más popular de los deportes, estaba vinculado al bar a través de sus figuras estelares, como Alberto Zozaya y Chocolate Cepeda, quienes lo visitaban de tanto en tanto. 

Los integrantes del célebre Club Arbolito, durante el auge del fútbol nocturno, recalaban en el Bar Central: Carlitos y Morad Dahuc, Gallo Vega, Macho Melo y Rodolfo Cafferatta.

LA PARTE "CONTABLE"

Dos características muy particulares distinguían al Bar Central: la atención -enteramente familiar- y el fiado. 

Calavera era secundado en el despacho del mostrador por toda la familia: su esposa, Doña Hortensia García, cuya gracia y picardía contribuyó a salpimentar el anecdotario del bar, y los ocho hijos: Nene, Cata, Lola, Baby, Tito, Betuchy, Polo (por lejos el más descollante) y Pirucha. Todos en diferentes épocas y horarios, ayudaban en la atención, con manejo indistinto (diríamos, orden recíproca) de la caja. Actualmente, los expertos en microeconomía utilizan la expresión cash-flow (flujo de caja). Podría decirse que la caja de Calavera tenía, como las mareas del océano, flujo y "reflujo", ya que toda la familia metía mano, en una especie de "cogestión". Pero a la hora del arqueo, a Vital le atacaba una "congestión".

La contabilidad no era menos precaria. En aquella época no existían las modernas cajas electrónicas de ahora. Pero en verdad, aunque hubieran existido, Calavera las hubiera rechazado por complicadas: él se manejaba con el llamado “libro negro”, donde anotaba los fiados. Aclaremos que a manera de libro, usaba envoltorios de cajas de cigarrillos. Junto al nombre del cliente, por cada vaso servido Vital marcaba un palito. Cuentan los memoriosos (¿o mentirosos ?) que Rogelio Pérez llegaba a acumular tantos palitos, que bien podría haber sido alambrador. 

Cuando alguno se atrasaba mucho en la cuenta, Calavera aplicaba medidas “gradualistas”: primero un llamado de atención, después un apercibimiento perentorio y finalmente, un cierre definitivo con rotura de la hoja respectiva en acto público. En casos extremos, llegaba a arrebatos de ira a los que era tan propenso, y terminaba escribiendo el nombre del moroso en un pizarrón que sacaba a la calle 25. Uno de los afectados le reclamó un día por el procedimiento tan compulsivo, a lo que Vital le respondió:

"Y qué quéres ?... Encima de que no me pagás, te hago publicidad gratis!". 

A esta altura, ¿ustedes querrán saber el nombre del moroso? imposible, entraríamos en la parte "no contable" de esta historia.

Vital Orué

LA PARTE GASTRONÓMICA

Aunque el bar no funcionaba como restaurante, en algunas ocasiones especiales se improvisaban comidas para festejar supuestos cumpleaños, que servían como pretexto para manducar. 

A menudo oficiaba de cocinero don Nicanor Alvarez Arigós, quien lo hacía muy bien. Todavía se recuerdan las empanadas de queso de Hortensia, que eran célebres (por lo sabrosas), como también los sándwiches de Calavera (porque se los robaban en seguida). 

Estas comidas se reducían a los más allegados, pero cuando le encargaban a Vital alguna despedida de soltero, se organizaban grandes cenas. 

Algunas de ellas alcanzaron lucidos contornos, como las de Tito Godoy, el Nene Cruz, Alfredo Rossi, o la lotería que sacó el Negro Rivas, en marzo de 1962. 

En la despedida de Alfredo Gorelik, Calavera, les dio a los muchachos una clase de cultura alcohólica y aunque él no era de tomar, ese día terminó bailando arriba del mostrador.

Un invento de aquella época, fue el de los “asados con centinela”. Tal modalidad consistía en lo siguiente: cuando el asado estaba a punto, alguno debía encargarse de cruzar a la pizzería y llamarlo por teléfono. 

Cuando Calavera iba a atender, le robaban el asado.


LA PARTE ARTÍSTICA

Igual que en el Copetín, la noche calaveriana en su época de esplendor, se vio engalanada con la actuación de figuras de renombre nacional, como Mario Bustos y Dante Daloglio, artistas que venían contratados por Independiente y luego aterrizaban en el Central contactados por Pinuco Pereda. Entre los artistas locales que desfilaron por el Bar, podemos recordar a Quito y "Geniol" Bossio, Antonio Machado, Pepe Ramos, Alberto Grosjeán, Luis Segovia y Jorge Karam.

A veces el nivel artístico decrecía tanto, que pasaba a ser figura rutilante de la noche -cuanto más tarde más rutilante- el peluquero Anyulín Lossio, personaje sensacional de aquella época gloriosa, cuya sola recordación nos hace sonreír.

Tenemos ya la estructura organizativa del Bar Central. Veamos ahora su aspecto funcional y cómo aquellas partes se ensamblaron para dar vida a la etapa de esplendor. Hoy relataremos algunas de las rabietas rescatables de Vital y las bromas mas festejadas de la barra. Pues se daban con tal simetría, que casi no hay chinche de Calavera, que no se origine en una travesura de sus contertulios, ni broma de estos que no lo tuviera por destinatario.

ESPLENDOR Y "LA CREMA"

Complementando la nómina anterior, vayan algunos nombres que habíamos pospuesto, como el Negro Alfaro, José María Durand, Angel Vicente Araoz, Quique Rivas, Enrique Gagliarini, Jacobo Rosenblatt y Atilio Della Chiesa. 

Pero falta todavía lo más granado de la barra de Calavera. Aunque eran muchos, hemos rescatado algunos nombres que merecen destacarse.

Junto a la figura descollante de “Ministro” Poderti, que preside esta etapa, podemos enumerar a los hermanos Olaechea: Ignacio, Gallego, Pedro y Carlos; Rana y Alfredo Reynoso, Choclera Ferroni, Nené Esponda, Negro Rivas, Bebe Rossi, Telo Bidart, Luis Secchi, Enriquito Pérez Etchebarne, los mellizos Lalo y Quico Echeverría, Ricardo Fazzio y Martín Garciarena.

Etiqueta de Confitería, Despensa y Librería de Vital Orué.

JARANA CONTINUADA

En materia de bromas, lo que no existía se inventaba. Entre las bromas frecuentes, estaba la de esconderle los lentes a Calavera, para que se olvidara de anotar los fiados. 

También era común, la de citar a alguno por teléfono en lugares cercanos, para poder "balconear" al candidato. Una de las mas trilladas pero siempre rendidora, fue la de la billetera con la piolita, ese cazabobos que tantas víctimas cobraba por entonces. Aquellas blondas peluqueras que un día “cayeron”, todavía se deben preguntar si lo que la barra festejó, fue el chasco en sí, o sus encantos al agacharse. Eso sí: no pasaron nunca más por ese lugar.

Los bombazos en carnaval hicieron temible la esquina. Una vez, un irascible señor se bajó de su camioneta empapado, para protestar ante Calavera en su condición de responsable. Los muchachos lo escuchaban con el mayor respeto, pero cuando se retiraba le cayeron del techo tantos baldazos, que casi provocaron una inundación.

En cuanto a lo que se inventaba, como suele ocurrir, las improvisaciones resultaban más exitosas. En uno de esos sketchs tipo Copetín al Paso, en que participaban los presentes y los que llegaban se incorporaban por orden de aparición, la escena había trascendido a la vereda de la calle 25. Tres forasteros que venían caminando, de pronto vieron franqueado su paso por un enérgico Calavera, a la voz de:

- ¡Yo, por esta mujer, me juego!

Apenas repuestos del impacto, comenzaron a reír por la ardorosa defensa de "su prenda" que improvisaba Vital como parte de su actuación, y estallaron en carcajadas al percatarse de que la mujer, no era otro que ¡Enriquito Pérez! Y acataron la detención pese a que eran ¡oficiales de la Policía Federal!. 

RABIETAS MEMORABLES

Como lo hemos anticipado, una de las facetas que hacen inolvidable a Calavera y nutren la mayor parte de su anecdotario, fueron las famosas rabietas. 

Estas tenían como nota común que no sobrevenían en forma repentina. Su génesis arrancaba con una preocupación, estado de nerviosismo in crescendo, con signos evidentes de enojo que preanunciaban el despliegue posterior. Luego venía la parte más sabrosa, que era la “verbal” y remataban con un furibundo estallido, golpeando fuerte en el mostrador o hasta rompiendo algo. Era en definitiva lo que la barra buscaba, ya que les resultaba desopilante.

Por eso, en su mayor parte, las rabietas eran “provocadas”, aunque a veces sobrevenían por circunstancias fortuitas. Casi siempre tomaba como víctimas propiciatorias a sus familiares: en cada arrebato recorría toda la ascendencia femenina de quien se tratare, con lujo de calificativos y por varias generaciones, en forma tan altisonante y pintoresca, que bien justificaba la provocación. A veces amenazaba a alguien con llegar a los hechos, pero quienes lo conocían sabían que Vital no mataba una mosca.

En cambio, parece que no lo conocía mucho un viajante de apellido Uncal, de Concepción del Uruguay, que un día le pidió una cerveza. Al servirla, Calavera no encontraba el destapador, obviamente escondido por algún pícaro. Primero mostró signos de desesperación, después su ira se volvió contra Hortensia y cuando empezó a dar golpes en el mostrador, había llegado a tal descontrol que el pobre petiso Uncal, presa del pánico, trató de calmarlo con esta salida que quedó para la posteridad:

- “No se preocupe, Don Vital: ¡yo igual la tomo tapada!!”

Vital Orué en calle 25 de Mayo, frente a la actual "Casa de la Cultura". Al fondo, en la esquina, el "Bar Central"

Si hay alguien que denotaba una verdadera maestría para hacerlo engranar, era Don Héctor Canale (padre de Puchi). La mayor parte de las veces era cuando jugaban mano a mano a las cartas. Nunca completaban un partido de chonga porque Vital, al descubrirle las trampas, terminaba rompiendo las barajas. Pero a la noche siguiente estaban jugando nuevamente.

Polo "estudiaba" abogacía en La Plata. Para los carnavales, venía a Gualeguaychú y se ayudaba en su carrera, instalando en la esquina del Bar, un puesto de choripanes y vino. El negocio le rendía buenos réditos a él y espectaculares rabietas a Calavera, ya que al regresar Polo a La Plata, empezaban a desfilar por el bar los proveedores de chorizos, leña, pan, vino y soda, a cobrar sus cuentas. Era de no perdérselo.

Veamos ahora un irrepetible ejemplo de “caso fortuito”. En el verano de 1962, al final de la fructífera intendencia de Ignacio H. Bértora, se había repavimentado la calle 25 y aún no se habían reparado las veredas del Bar Central, “por razones presupuestarias”. Iba Vital a servir una mesa de la calle, con doce jarras de chopp en la bandeja. Pisó una baldosa suelta y se le cayó una. Levantó presión, pero se contuvo. Volvió al mostrador con las otras once, y al apoyar la bandeja -con el pulso ya alterado- se le cayó otra. Fue el límite: una por una, comenzó a arrojar las otras diez contra el suelo y como todavía no se podía sacar la chinche, tiró también la bandeja, lo que tampoco fue suficiente: tuvo que saltar sobre ella, hasta hacerla añicos, para recién entonces calmarse. Algo inolvidable.

Con motivos provocados es esta otra: Calavera, para celebrar la Navidad, había invitado con un lechón al Sr. Jefe de Policía de la Provincia Don Antonio Irigoitía. Cuando fue a la heladera a retirarlo, para su descomunal sorpresa , en presencia de tan distinguido invitado, no estaba ni el lechón ni la fuente. Los únicos rastros eran unos chorritos de jugo del sabroso lechón, que conducían al cuerpo del delito. Al fin lo encontró y pensó que había llegado a tiempo, pero pronto se desengañó: era solo la piel, la que habían dejado prolijamente sostenida por algunos huesos, para que se mantuviera armadito. 

El autor resultó ser no menos distinguido que el invitado: se trataba de un "Ministro". Acorde con el rango de los personajes, la chinche de Calavera fue por lo menos, ¡Presidencial!!.

EL RETRATO "REVERSIBLE"

Como casi todos los mortales, Calavera tenía sus inclinaciones políticas. Debutó como ciudadano, votando a Hipólito Yrigoyen para su segunda presidencia. Aún después de la revolución de 1930, defendió fervorosamente la bandera de quién había encarnado el protagonismo político de la clase media emergente. Y cuando a mediados de los años '40, irrumpe en el plano nacional la figura de Perón, Calavera, naturalmente inclinado a las causas populares, se siente llamado por el nuevo líder de los trabajadores y se incorpora de lleno al Peronismo. He ahí el motivo de la famosa anécdota: sus amigos lo verdugueaban, reprochándole que tuviera el legendario retrato reversible, para colocarlo según la ocasión, con la imagen de Yrigoyen de un lado y la de Perón del otro.

DOS “HISTORIAS DE AMOR”

El clima de buen humor y la burbujeante propensión a las bromas, que hemos marcado como nota común a los bares recordados, no podía ser ajeno al de Calavera. Máxime con el elenco estable que allí afincaba.

Las "Dos historias de amor" que hoy relataremos, están basadas en hechos absolutamente reales, como todas las de esta serie. Aunque ambas tienen un fondo bromista, hemos recurrido a fuentes serias, -valga la paradoja- y fidedignas, sobre todo para la segunda, como después comprobarán.

Vital Orué y su esposa Hortensia

"EL NOVIO" DE HORTENSIA

Hace unos sesenta años, llegó al Bar Central un Señor que venía del campo sin conocer a nadie, y en un arrebato de amor a primera vista, quedó prendado de Hortensia

Como se trataba de un hombre de mucha tela, los muchachos vieron la oportunidad y con el acuerdo cómplice de Hortensia, se montó la mise en scene, comenzando ésta a corresponderle en sus simpatías. 

El hombre se desplegaba en atenciones y buscaba congraciarse con la familia. Para que los muchachos no quedaran off, como , "la familia" de Hortensia empezó a hacerse más numerosa.

De este modo, Pinuco Pereda que se convirtió en sobrino y Atilio Dellachiesa como primo, pasaron automáticamente a ser beneficiarios de tanta magnanimidad (preferentemente, tinto).

Quienes eran hijas verdaderas como Baby y Nené, tuvieron que cambiar su rol por el de sobrinas, para preservar la soltería de la festejada Hortensia. Pero quedaba un serio escollo: ¿Que era Vital de Hortensia? Pues muy sencillo: ¡el hermano

De paso, justificaría un inadvertido papá de las “sobrinas” de Hortensia. Y así durante un largo tiempo, los numerosos familiares iban de asado en asado con el pródigo pariente. Ese sí que era un cuento del tío. Pero no hay felicidad eterna: Vital, que como de costumbre, era el único que no estaba al tanto de la broma, un día husmeó algo raro y retó severamente a Hortensia. El novio le espetó: -¿Cómo te dejás retar así con tu hermano?

Esto enfureció del todo a Calavera quien gritó: -¡Qué hermano ni hermano! ¡Sepa Señor que soy el marido!!!

Fue el final: cuando quisieron acordar, a Hortensia se la había tragado la tierra. Y por un tiempo largo, pues el hombre seguía rondando despechado.

Así terminó el jugoso "noviazgo".

"LA NOVIA" DE VITAL

Una madrugada -hace de esto más de cincuenta años años- un misterioso llamado femenino requirió en el teléfono del Bar Central (2820), a "Vitalito". El sorprendido parroquiano que había atendido, notó que no se trataba de una voz conocida, por lo que atinó a preguntar:

- ¿De parte de quién ? ...

- De parte de Colomba, fue la respuesta cortante.

A su edad y a semejante hora, picado por la curiosidad Calavera soltó con presteza la bandeja, se arregló un poco -como si el encuentro debiera ser presencial- y arrancó raudamente hacia el teléfono, para preguntar ansioso:

- Hola, ¿quién habla?

- Soy yo ... Colomba ... Vitalito! ¡te quiero! ... la voz seca se había tornado meliflua, casi sensual.

Calavera quedó estupefacto. Mientras sus oídos recibían ese impromtus de amor inesperado, sus ojos sorprendidos recorrían la barra, que en llamativo silencio contenía la respiración, pendiente del más mínimo de sus gestos.

Vital Orué y su esposa Hortensia

Repuesto del primer impacto emocional, Calavera pareció recuperar el aire al articular las primeras palabras destinadas a la ignota dama. Ahora la sorpresa cambiaba de bando: la boca de Vital, acostumbrada a los gritos rezongones, pronunciaba las más dulces expresiones de amor, que la barra escuchaba atónita. Algunos se pellizcaban para ver si no estaban soñando.

Así se inició un largo romance telefónico, que duró por espacio de dos años. Al tiempo todos reconocían la voz casi familiar de "Colomba" sin necesidad del consabido ¿de parte?... 

Cuando se pasaba la hora habitual del llamado, Calavera se tornaba irascible (para lo que estaba bien entrenado). Otras veces, durante largas temporadas no había llamados pero en cambio Vital recibía postales, cartas, cajas de bombones -que le recordaban sus inicios confiteros- todas con afectuosos mensajes de su querida.

Mucha de esa correspondencia provenía de La Plata, lo cual dio la pista para que los más perspicaces detectaran el orígen de los enigmáticos mensajes: provenían de un estudiante universitario amigo de Vital, a quien -para usar un giro lugareño- le gustaba el piquete. Con la ayuda de un pañuelo, lograba una voz parecida a Colomba, conocida locutora de televisión, esposa del cantor Enrique Dumas: Develado el misterio, el secreto dejó de ser tal. 

Pero sólo para los muchachos, que evitaron enterar a Calavera, a fin de no destrozarle esa ilusión. Hasta Hortensia prestaba su colaboración en la broma y cuando ella atendía las llamadas, se las pasaba a Vital fingiendo celos:

- "Ahí te llama ¡¡esa!!"

Con el paso de los meses, Calavera comenzó a manifestar cierta urgencia por conocerla personalmente: A "Colomba" se le complicaba la situación, hasta que un día, en una fiesta de la familia Betolaza, quedó tan impecablemente disfrazado de mujer, que al mirarse al espejo creyó llegada la gran oportunidad. En el trayecto hizo una escala en el Club Neptunia, desde donde le habló por teléfono para anunciarle la inminente visita.

Las dos cuadras que distaban hasta el Bar Central, las hizo seguido de una caravana de autos, pues nadie quería perderse el encuentro.

Vital prolijamente emperifollado, aguardaba expectante conteniendo su emoción, flanqueado por la guardia pretoriana que lo acompañaba conteniendo... la risa. Llegado el momento culminante, Colomba avanzó sobre su amado, lo estrechó en un descomunal abrazo y le estampó tantos besos que le descargó todo el rouge, parte del maquillaje y hasta una pestaña. 

Cuando por fin lo saludó, al grito de: ¡Vitalito!!, era tanta su emoción, que se olvidó de disimular la voz y le salió la suya. Entonces Vital lo reconoció y en una reacción, mezcla de enojo sorpresa y alegría, lo confundió en otro abrazo al par que le decía:

- "Eras vos, Colomba y la rep.....m... que te p......" Desde ese, día nunca más lo llamó por su nombre y cada vez que pasaba por la esquina, le gritaba un cariñoso ¡Adiós Colomba...! A todo esto, ustedes se preguntarán:

-Al final, ¿Quién era Colomba? Pues, el autor de estas notas. Les advertí que la fuente era buena.

Mañana nos despedimos de Calavera y de esta serie sobre los 50. 

Vital Orué "Calavera"

AMISTADES IMPORTANTES

Además de los ídolos del deporte y la farándula, Calavera trabó amistad con dirigentes políticos que concurrían al Bar Central. 

Ya hemos recordado a Pebete Daneri, que en ocasiones llegaba acompañado de otros dirigentes conservadores, como su socio el Dr. Alfredo J. Simón, o el Dr. Juan Labayen. 

Otras veces, invitaba a figuras de relieve nacional, como Adolfo Vicchi, Laureano González o Julio Cueto Rúa. Entre los radicales que concurrían, podemos recordar a los Dres. Ramón Arigós; Samuel Villanueva, Enrique Gutiérrez y posteriormente, Pucho Minetto. 

Los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta hacían su enjundioso aporte, para que la mesa del vermouth al mediodía, conservara su bien cimentada fama de verdadero foro de la intelectualidad.

Queremos resaltar este último aspecto, porque quien no haya conocido ambientes como el de Calavera, supondrá que en aquellos lugares, las conversaciones no pasaban del consabido nivel de charlas de mostrador. Esto ocurre en los bares de la actualidad, pero los de medio siglo atrás, servían de refugio a muchos intelectuales. Metidos en sus libros y papeles durante horas, se encontraban luego a gusto en la mesa de un bar, donde se distendían a piaccere. 

Allí se deleitaban, charlando con sus pares, copas de por medio y alternando con algún contertulio de menor vuelo, que de a ratos los volvía a la realidad, provocando momentos de humor. Esto no era exclusivo de Gualeguaychú. Era mas bien propio de la época y no está demás recordar las tertulias del Café Tortoni en la Avenida de Mayo, que solían frecuentar Leopoldo Lugones, Baldomero Fernández Moreno, Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Alfonsina Storni, Conrado Nalé Roxlo, a veces Luis Doello Jurado; o visitantes célebres, como Rubén Darío y Federico Garcia Lorca; figuras del arte, como Florencio Molina Campos, de la música: Carlos Gardel, Homero Espósito, entre otros.

En esto sí, podemos decir que todo tiempo pasado fue mejor. Porque de esos boliches no quedó nada. Y los intelectuales que han quedado, dista mucho de aquellos colosos. Antes se leía más y los cultos eran más cultos.

AMISTAD PRESIDENCIAL

Don Raúl Arizaga Calleri solía venir a Gualeguaychú con la barra de Fray Bentos. Así como en los años '40, los grandes convites, organizados por su amigo Raúl Ghiglia, se hacían en el Copetín al Paso, en la década siguiente se trasladaron a lo de Calavera. Esas visitas luego eran devueltas y la barra local concurría a Fray Bentos con todo pago, para saborear generosos asados en La Enramada (la parrilla de Arizaga). A fines de aquella década arribó Arizaga a lo de Calavera con un médico de Salto, el Dr. Aparicio Méndez quien por entonces, políticamente hablando, andaba en la mala.

Don Aparicio se había hecho muy compinche de Carlitos Rossi, Don Héctor Vasallo, Don Eduardo Borrajo y -por supuesto- de Calavera Orué.

Este, quiso testimoniar su amistad a los visitantes asando una vaquilla para agasajarlos, pero no tuvo necesidad de comprarla pues Licho Secchi se la regaló.

Muchos años después, quiso el destino que las acciones de Don Aparicio repuntaran y llegara a ocupar la Presidencia del vecino país. En el desempeño de tan alta magistratura, concurrió a Gualeguaychú en septiembre de 1976, para la inauguración del Puente General San Martín. 

Estando aquí, manifestó deseos de saludar a su viejo amigo, don Vital Orué. Todavía se recuerda la escena emotiva, cuando en pleno almuerzo en presencia de las mas altas autoridades nacionales, provinciales y locales, en el Club Recreo, ingresó al salón el ya envejecido y achacoso Calavera, ayudado de un bastón. Al reconocerlo, el Presidente Méndez se puso inmediatamente de pié y rompiendo todo protocolo, se dirigió resueltamente hacia su amigo, para estrecharlo en un fraternal abrazo.

EL AUTÉNTICO CALAVERA

Ustedes se han anoticiado de un Calavera, al que tal vez habrán caratulado como un cascarrabias sin igual. Aunque también era predispuesto a la diversión. Pero hay otros aspectos que nos permiten conocer el ser humano auténtico, generoso y sensible, que se escondía bajo esa fachada superficial.

Recordarán que cuando alguno se demoraba en el pago, Calavera le cerraba el crédito, rompiendo la cuenta en acto público. Si alguno se portaba mal, VITAL aplicaba su régimen disciplinario mediante una suspensión. 

Pero lo que no hemos dicho, es que invariablemente se compadecía y les hacía borrón y cuenta nueva, gracias a lo cual, varios tuvieron su “reapertura”. Si alguno necesitaba unos pesos para ir a un baile, Calavera se los prestaba ¡aunque en el momento tuviera cerrada la cuenta!. Cuando había en el bar acontecimientos especiales (agasajos de amigos, despedidas), Calavera admitía en la reunión hasta a los que estaban más severamente “sancionados”, porque sus rabietas eran pasajeras, en cambio su bondad era constante. Una vez los muchachos lo suspendieron a él, dejando de asistir por unos días. Calavera los extrañaba tanto, que los llamaba por teléfono y con tal de que fueran, les perdonaba cualquier fechoría.

Hoy a medio siglo, estoy convencido de que él supo desde el inicio quién era “Colomba” y quiso que la broma divirtiera a muchos y a sí mismo

Ese era el auténtico Calavera: un hombre sencillo, con defectos y virtudes, con pasiones sufrimientos y alegrías, pero fundamentalmente transparente, rotundo y de gran corazón. Por eso, quienes lo frecuentaron lo querían entrañablemente, aunque muchas veces lo hicieran enojar. Por eso el poema de Enrique Piaggio, el soneto de Pabete Daneri, la canción de Tatú Harispe. Y por todo eso, el recuerdo imperecedero para su figura singular.

Bueno con este homenaje al gran Calavera, damos por terminada esta serie, iniciada en marzo con la cuarentena, y pensada para terminar junto con ella. 

Pero como ésta se alargó, y muchos clientes de la columna nos piden más, seguiremos tirando algunas notitas que quedaron en el tintero, aunque sin la frecuencia diaria. 

Y muchísimas gracias a todos y todas, por atención dispensada a lo largo de estos cuatro meses. 

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

Gualepedia: Índice de la página